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La música está presente en nuestras vidas desde que nacemos. Desde las canciones de cuna hasta las listas de Spotify, pasando por los hilos musicales de los supermercados o bandas sonoras. Y la música, como cualquier aspecto importante de la vida, está «afectada por la sociedad patriarcal», tal y como recuerda Cristina Arriaga.
Pedagoga musical y doctora en Filosofía y Educación, Arriaga forma a futuros maestros de música en la Universidad del País Vasco. Pero lo hace desde la perspectiva de la transformación social y la coeducación, decidida a eliminar o, al menos, desenmascarar los estereotipos de género que todavía se esconden tras esta disciplina. A ello dedicó la ponencia que hizo en la Jornada de Clausura de la 17ª edición de los Círculos de Comparación Intermunicipales de guarderías y música, organizada por la Diputación de Barcelona el pasado mes de noviembre.
¿Los sonidos tienen género?
No, pero sí existen muchos estereotipos relacionados con los sonidos. Casi siempre porque responden a modelos de valores o comportamientos que asignamos a un género, sin tener en cuenta la individualidad de cada uno. No sólo hablo de cosas básicas como que las melodías suaves se relacionan con las mujeres y las percusiones a los hombres, sino que los sonidos tienen la propiedad de transportarnos a lugares desde los que reproducimos estereotipos.
Por ejemplo, cuando oímos que alguien corta el césped, pensamos en un hombre. Y cuando escucho trabajar en la cocina, imagino a una mujer. Lo peor es que son cosas que tenemos muy interiorizadas, que nos salen solas, porque la música nos hace evocar recuerdos y emociones.
¿Cómo combatir estos estereotipos en la música?
Lo primero que hace falta es reflexión y revisar la trayectoria histórica de la música. Vemos que la mujer se ha vinculado más al canto, pero no sobre un escenario sino a la esfera privada: en casa, con sus canciones de cuna. En cambio, los instrumentos y la composición son algo más de hombres. Y, dentro de esto, también hay estilos de mujeres y hombres: piensa en el rock o el heavy. Son cosas que nos pasan desapercibidas pero debemos pensar qué hay y qué no hay y ponerlo en valor. Pero esto no quiere decir que si encontramos una directora de música, ya nos podamos quedar tranquilas.
La música es algo que está muy presente en nuestras vidas. No sólo de manera consciente, cuando le escuchamos activamente, sino también inconscientemente. La educación musical coeducativa es importante porque los anuncios, bandas sonoras o hilo musical del supermercado también refuerzan estereotipos de género. ¿Por qué, si no, el hilo es diferente en la sección de alimentación que en la de bricolaje? Todo es susceptible de análisis porque la música está también sujeta a la sociedad patriarcal.
Desde que el feminismo ha ganado revuelo somos muy poco tolerantes con los mensajes machistas en el cine o en la literatura. Pero parece ser más permisivas con la música. ¿Por qué?
Existe una falta de enseñanza de espíritu crítico y una falta de participación de los niños y niñas. Si les pidiéramos qué escuchan y hablemos con ellos al respecto, quizá empezarían a darse cuenta del contenido de ciertas letras. Y con esto no quiero decir que haya música que no deba escucharse: siempre hay que asumir este debate desde el respeto y dando importancia a la música como una herramienta educativa y social. Todo ello cambiaría si pensáramos en la música como algo importante más allá de las canciones de Navidad o Carnaval y pudiéramos vincularla a otros aspectos del currículum.
Además, la educación musical no tiene peso en el currículo, se relega a las extraescolares, que suelen ser caras. Así que, ¿al sesgo de género debemos sumarle el sesgo de clase?
Claro. Aunque son cada vez más los municipios que tienen escuelas municipales de música para colectivos con menos oportunidades. Pero es verdad que en sus aulas sigue careciendo el espíritu crítico. Es necesario formal a los docentes para que den importancia a detalles que vayan más allá de la partitura como, por ejemplo, tratar de ensayar el mismo número de canciones compuestas por mujeres que por hombres.
Hablando de las extraescolares: los datos dicen que, así como los niños se decantan por los deportes, son mayoría las niñas las que eligen la música. ¿Por qué es una disciplina tan feminizada?
Esto es muy interesante de analizar. Creo que se debe a que las mujeres y las niñas están más dispuestas a vincular la música con su vida emocional. Y las emociones están relacionadas con lo femenino. A los niños les decimos todo el rato que no lloren o que se comporten como hombres. Los educamos para que no sean sensibles y la música requiere sensibilidad. Por eso en los conservatorios hay muchas más chicas que chicos.
En un filme de Harry Potter cuando entran las alumnas suena música de violines, todo muy melódico, y cuando entran los chicos suena mucha percusión, con ritmo marcial; esta escena nos ayuda a interiorizar estereotipos de género desde pequeños
Pero, sin embargo, las mujeres están infrarrepresentadas en la escena musical profesional.
Lo que se mantiene feminizado es la docencia. Pero cuando pasamos de lo teórico a lo físico, es un mundo de hombres. Son ellos quienes dirigen, componen y se suben al escenario. Esto tiene mucho que ver con que las mujeres históricamente hayan estado vinculadas a la música en la esfera privada, pero también con que los productores musicales –y básicamente cualquiera que tiene dinero–, son hombres. Así que cuando se piensa en qué artista queremos potenciar, se hace desde una mirada masculina. Cuando la mujer quiere subirse a un escenario, a menudo lo hace determinada por la visión masculina, que reclama vender una imagen, unas letras y un estilo determinados.
Cuando traslada estas reflexiones al aula, ¿cuál es la reacción?
Para la mayoría de los alumnos, son nuevas reflexiones. La juventud cree que las cosas están mejor y, por eso, destaca cuando ya hay una mujer directora de orquesta, pero se sorprende cuando se da cuenta de que esto no es suficiente. Hacer estas tareas de pensamiento crítico les engancha y creo que podemos mirar al futuro de forma positiva porque hay muchas cosas que hacer, pero mucha gente con ganas de hacerlas.
En otras asignaturas, como la literatura, nos hemos preocupado de que aparezcan mujeres escritoras en el currículo. ¿Pasa igual con la música?
Poco a poco vamos mejorando. Aún faltan cosas en los libros de texto, pero sí que hay una tarea para recuperar la figura femenina. Sin embargo, creo que debemos ir más allá. Si pensamos que encontrando figuras de mujeres ya es suficiente, vayamos mal. La música debe ser rompedora, provocativa y tener la capacidad de hacernos conscientes de los estereotipos y darles la vuelta. Y esto debe empezar en infantil. Yo, si fuera maestra de infantil, tendría muchas fotos de mujeres músicas en el aula e invitaría a mujeres a clase, para que lo vieran natural, no un hecho puntual. Y también creo que este trabajo no debe ser sólo cosa de los maestros de música.
¿Qué es lo primero que debe hacerse para abordar la música desde la coeducación?
Entender que la música no debe ser una actividad puntual. Debemos hablar de las melodías y de los sonidos, así como de todo lo que tienen implícito, siempre. Cómo nos movemos, cómo sonamos y la música que escuchamos dicen mucho de nosotros, al igual que la ropa que llevamos. Por eso, es necesario fomentar aproximación al sonido desde la igualdad y el respeto.
¿Algún ejemplo práctico?
Animar a las niñas a que bailen o toquen instrumentos que se creen que son de niños. Y a la inversa. Es muy importante incluir a los hombres en la coeducación. Y con respecto a las tareas de análisis, propondría reflexionar sobre películas infantiles, como Harry Potter. En el Cáliz de Fuego, cuando entran las alumnas de Beuxbatons, suena música de violines y ellas tienen movimientos suaves, todo muy melódico. En cambio, cuando entran los chicos de Durmstrang, suena mucha percusión, golpean el suelo con ritmo marcial. ¿Por qué? Esta escena nos ayuda a interiorizar estereotipos de género desde pequeños.
Si, hablando de la música que escuchan, un alumno menciona una canción con letras machistas, ¿qué haría?
No le ocultaría. Propondría escucharla y después de analizarla, intentaría cambiarle la letra para que fuera respetuosa. De esta forma, trabajamos juntos en clase y hacemos que los niños y niñas participen. Y, al mismo tiempo, destacaría lo bueno de aquella canción, ya sea la melodía o la voz de la persona que cante, para respetar y validar la elección de los alumnos.