La Conferencia General de la UNESCO de 1999 aprobó celebrar el Día Internacional de la Lengua Materna cada 21 de febrero desde el año 2000, con el objetivo de promover la diversidad lingüística y la educación multilingüe. Las sociedades multilingües y multiculturales existen a través de sus lenguas, que transmiten y preservan los conocimientos y las culturas tradicionales de manera sostenible.
Una cosa es, desde luego, indiscutible: para quien no tiene oportunidad de adquirir una lengua materna de forma natural, la vida se convierte en un limbo. Las personas y los objetos no tienen nombre ni significado, la existencia se convierte en un caos, se disipan las abstracciones y se pierde el concepto de preguntas y respuestas. Pues, en efecto, a través de la lengua se conduce a la esfera simbólica de la historia y de la vida. La lengua nos hace humanas.
La lengua de signos es la lengua materna de muchas personas sordas que moldea un modo de ver el mundo, una cultura, una identidad específica. La lengua de signos vive dentro de las personas signantes. También fuera de nosotras. En lugar de palabras expresamos una cantidad infinita de signos en el aire y escuchamos con los ojos. A diferencia de las lenguas orales, la lengua de signos es una lengua tetradimensional, se desarrolla simultáneamente en el tiempo y en las tres dimensiones del espacio, con lo que brinda una cantidad fascinante de información en un efímero espacio de tiempo.
Debemos preservar la riqueza del patrimonio lingüístico y cultural arraigado en las lenguas de signos. Debemos transmitir la lengua de signos desde tempranas edades y enseñarla en las escuelas
Todavía hay una asignatura pendiente. Más bien varias. Debemos preservar la riqueza del patrimonio lingüístico y cultural arraigado en las lenguas de signos. Debemos transmitir la lengua de signos desde tempranas edades y enseñarla en las escuelas, como lengua inicial para el alumnado sordo y como lengua segunda para el resto, dado que conviven en un mismo espacio geográfico o social. Debemos signar a diario en el entorno familiar, en las aulas, en el trabajo, en la calle. Debemos normalizar la lengua en la televisión y en la legislación, así como favorecer la creación literaria y llevar la poesía a la signación. Para ello es necesario que los Estados promuevan políticas lingüísticas y educativas, dedicando especial atención a la naturaleza minoritaria y minorizada de la lengua de signos y a las particularidades de su comunidad lingüística. Las posibilidades que ofrecen las lenguas de las minorías son infinitas e inimaginables.
Tenemos que cuidar y proteger la lengua de signos española. También la lengua de signos catalana en Cataluña. Estas lenguas tienen sus propias leyes que reconocen el derecho de las personas sordas y sordociegas signantes a utilizar libremente la lengua de su elección. La protección de los derechos lingüísticos individuales y colectivos implica entender la importancia de la lengua de signos como parte de los derechos humanos. No hay nada más natural e infalible que crecer entre varias lenguas de distinta modalidad: nos humaniza y nos da felicidad.