Con el título ‘Oportunidades educativas en Barcelona. Desde la perspectiva de género y otras vulnerabilidades’, Philippe Meirieu, que fue presentado como uno de los “pensadores más relevantes de la pedagogía contemporánea”, abordó la idea de las desigualdades educativas y las vulnerabilidades de la infancia y cómo evitar que las diferencias se profundicen dentro de la escuela y acaben convirtiéndose en “desventajas” si se mantiene una “forma escolar que presupone la homogeneidad y conformidad con la norma”. Es la idea de buscar estrategias para la transformación que permitan a los alumnos que llegan con diferentes mochilas en la escuela, no fracasar en su camino de aprendizajes hacia su “emancipación” como personas.
El pedagogo, investigador, político, educador y profesor universitario aseguró estar “a favor” del Plan contra la segregación escolar de Barcelona para evitar “guetos”, ayudando desde la política a la financiación de las escuelas que acogen a menores vulnerables para luchar contra las diferencias y aportar oportunidades. Dotar de más recursos a aquellos centros que más lo necesitan, con más inversión y más profesionales, como ya se está intentando aplicar también en Catalunya, para garantizar la equidad. Una defensa de las políticas pedagógicas que él mismo ha contribuido a llevar a cabo a lo largo de su trayectoria profesional en Francia. Unas desigualdades económicas y sociales que implican un tratamiento diferente a las criaturas y que también reducen el nivel de aspiración profesional, que se va reduciendo a medida que los alumnos van creciente. Por ejemplo, pasan de querer ser cirujanas a los 6 años a ser enfermeras a los 12 y auxiliares de enfermería a los 14.
Los estereotipos perpetúan las desigualdades
De aquí vendría la fuerza de los estereotipos que perpetúa dentro de las escuelas las desigualdades, por ejemplo, de género. Meirieu destacó cuando a las niñas se las considera que sacan buenas notas porque son muy aplicadas en el estudio, es decir, sacan buenas notas porque trabajan no para que sean inteligentes. En cambio, “a un chico que saca menos nota, se le considera un vago”, es decir, podría sacar mejores resultados porque es inteligente.
Meirieu vistió la conferencia de ejemplos sobre situaciones que pasan dentro de los centros educativos y que invitan a la reflexión, haciendo evidente muchos errores que seguramente se repiten sin percibirse. Así, por ejemplo, defiende que no es suficiente con poner dentro de una misma clase a alumnas de orígenes diversos para buscar la diversidad, la integración y la igualdad, sin otras medidas complementarias.
El pedagogo habló del aprendizaje en grupo haciendo referencia a una experiencia en los Estados Unidos sobre trabajos con alumnos de orígenes varios después del fin de la segregación racial. En lugar de conseguir trabajar la diversidad, profundizó las desigualdades. Los niños acabaron adquiriendo los roles prefijados: los blancos de clase acomodada pasaron a ser los dominantes y los de origen económico y social modesto, los esclavos.
Y todo ello para hacer evidente la necesidad de buscar las dinámicas para que los alumnos puedan trabajar en grupo, en aquello que les une y no en lo que les separa. Con aportaciones de todo el mundo, ya tengan mochilas llenas o vacías de aprendizajes o vengan de barrios populares o acomodados. Todos tienen cosas a decir y a aportar de todo el que han vivido.
El gusto del aprendizaje
También habló, por ejemplo, de la situación errónea de intentar dar más ejercicios a alguien que en realidad no los puede hacer como método para conseguir que mejore porque “no funcionará”. “Para curar el rechazo escolar se necesita hacer nacer en el niño o adolescente el gusto por el aprendizaje escolar”, defendió. Buscar el “deseo” que permita al alumno saber cada vez más y “abrirse en nuevos conocimientos”, en vez de “limitarse al ChatGPT o a Google”.
Meirieu alerta de que la escuela no puede luchar sola contra las desigualdades económicas y sociales, que tendría que ser “la sociedad en su conjunto”. Así, hay que trabajar en todos los frentes de la educación, empezando para “acompañar en la parentalidad”, que califica “de ángulo muerto de la política educativa”. También invirtiendo en la escuela y al sostener el “tejido asociativo”, así como “pensar la ciudad con y por los niños”, momento en el cual también hizo referencia a la tarea que se hace en Barcelona en este sentido. Por último, situó como punto esencial “movilizar a los medios de comunicación a favor de la educación” para conseguir este objetivo.
El experto acabó la conferencia con una conclusión final, recordando que los alumnos llegan a la escuela con una “contingencia” que no depende de los educadores. Es decir, hijos de migrantes o de abogados, con condiciones económicas más o menos complicadas, con las cuales no se puede hacer nada. Y es que la educación “implica asumir la contingencia pero no quedar atrapado”. En definitiva, “la educación como instrumento de la emancipación”.