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Ilustrísimas autoridades, amigas y amigos, querido Pepe. Desearía expresar, en primer lugar, la satisfacción que siento al compartir este momento de reconocimiento y distinción a la imponente trayectoria de tan ilustre académico. Quisiera por ello expresar mi más sincero agradecimiento al Foro [de Sevilla] y a la facultad de Valencia, por invitarme a formar parte de este emotivo evento.
Permítanme felicitarles por la elección del formato para este homenaje. Se pretende honrar a Pepe de la mejor manera posible, y del modo que considero que más le satisface, mediante una jornada de diálogo académico sobre los desafíos y propuestas educativas en el límite de nuestro pensamiento y nuestra práctica.
Con frecuencia hemos celebrado la inmensa suerte de habernos encontrado al inicio de nuestra carrera académica allá por 1974, en el escenario en ebullición de la Universidad Complutense de Madrid.
Fruto de ese caminar acompañados es el libro Comprender y transformar la enseñanza que publicó Morata en 1992 y que para mí supone un hito muy significativo de nuestra entrañable y fructífera cooperación académica y personal.
Comprender y transformar la enseñanza suponía para nosotros un cambio de mirada, un giro sustancial en la cultura pedagógica dominante. Proponía fortalecer una pedagogía educativa en todas sus dimensiones y desde diferentes ángulos y perspectivas, desafiando las concepciones convencionales, a la luz de las investigaciones e innovaciones educativas nacionales e internacionales más relevantes, sobre el currículo, la enseñanza, las concepciones epistemológicas, las estrategias y métodos de investigación, las formas de evaluación, la función docente, la formación del profesorado y las políticas y prácticas educativas [1].
¿Qué ha ocurrido 32 años después? Nuestra aportación de aquella época era obviamente hija de un contexto social y educativo sin internet, sin redes sociales, sin teléfonos móviles, sin inteligencia artificial y en un entorno político y económico bien diferente. Vamos, otro mundo.
Nunca se había vivenciado tanta volatilidad, dispersión e incertidumbre en todas las variables económicas, sociales y políticas en un intervalo temporal tan breve
Todo ha cambiado en el panorama mundial en muy breve espacio de tiempo. La caída del muro de Berlin, el atentado contra las Torres Gemelas, la crisis financiera y la Gran Recesión de 2008, la llegada de Donald Trump al poder, la pandemia universal, la guerra en una parte de Europa, la globalización y el desarrollo de las inteligencias digitales generativas, la incipiente revolución cuántica tan incomprensible como asombrosa, así como el auge de las ideologías neofascistas y el incremento de la polarización y crispación política, la toma del capitolio en EEUU y de las instituciones parlamentarias en Brasil. Nunca se había vivenciado tanta volatilidad, dispersión e incertidumbre en todas las variables económicas, sociales y políticas en un intervalo temporal tan breve. Difícilmente puede encontrarse otro momento de tan elevada y prolongada perplejidad existencial.
El valor educativo de la pedagogía
Comprender y transformar la enseñanza, proponía en aquella época fortalecer la pedagogía educativa en todas sus dimensiones y desde diferentes ángulos y perspectivas, incorporando principalmente aportaciones de las tradiciones europea, anglosajona y latina. Considerábamos que la intervención pedagógica realmente educativa [2], que se propone favorecer la autonomía y el desarrollo de la personalidad de cada sujeto, es la ciencia y el arte de ejercer la influencia sobre el aprendizaje y desarrollo del aprendiz, precisamente para ayudar a que el sujeto humano descubra, identifique y autorregule libre y conscientemente los influjos múltiples que recibe.
¿Cuál es la naturaleza de los influjos que actualmente desafían la intervención pedagógica considerada realmente educativa?
A mi entender, afrontar este contexto de complejidad, contaminado de posverdad, requiere el desarrollo en los ciudadanos contemporáneos de recursos y capacidades cognitivas y socioemocionales también complejas y de nivel superior. Es decir, un proceso pedagógico lento y extenso que ha de ayudar a que cada aprendiz reconstruya de manera consciente, informada y libre, el conocimiento práctico, pre o subconsciente, que cada uno ha ido adquiriendo en la singular trayectoria de su larga socialización cotidiana desde la infancia.
Es cierto que llevamos ya más de 20 años habitando la denominada era de la información cuya evolución en poco se parece a las esperanzadoras expectativas iniciales. Como ha puesto de manifiesto Bronner (2022) en su reciente libro titulado El apocalipsis del conocimiento, la información y el conocimiento, desde la universalización de internet y las redes sociales, componen la omnipresente atmósfera simbólica que rodea la vida del ciudadano contemporáneo, para bien o para mal, de una manera claramente desregulada, horizontal, sin mediaciones expertas, ni instancias críticas intermedias. Estas influencias no son neutrales, como plantea Naim (2022), sino que difunden, prioritariamente, un modelo dominante de entender la vida humana y las relaciones con los demás y con la naturaleza en conformidad con los intereses y propósitos del statu quo político, económico y social, que propagan los medios mayoritarios y de forma muy especial los algoritmos de las grandes plataformas digitales y las inteligencias artificiales generativas. Por otra parte, el ciudadano contemporáneo después de la pandemia, acorralado por una sucesión interminable de crisis sanitarias, económicas, sociales y políticas, se enfrenta al desencanto, la desesperanza y la indignación en medio de un mundo de creciente polarización, reafirmando la identidad tribal, el sesgo de confirmación y la normalización de la posverdad. En definitiva, a mi entender, habitamos una época sobresaturada de información, rica en conocimiento y pobre en sabiduría.
Tres desafíos educativos me parecen sustanciales: – repensar la formación de los aprendices para afrontar de forma radical la reversión del deterioro ambiental, superar las escandalosas desigualdades económicas que están provocando la indignación y el conflicto social y – desarrollar la personalidad autónoma y solidaria de individuos, grupos y colectividades.
En definitiva, a mi entender, habitamos una época sobresaturada de información, rica en conocimiento y pobre en sabiduría
Para hacer frente a tan descomunales retos parece imprescindible el desarrollo en cada sujeto de recursos de comprensión y de acción cognitivos y socioemocionales cada día más sofisticados y complejos, que supone, en realidad, sumergirse, con decisión, en el fascinante y misterioso territorio de lo desconocido (Grant, 2022, Innerarity, 2022) [3]. Por ello, la pedagogía educativa en la actualidad ha de considerar la naturaleza compleja y cambiante de los influjos que recibe el sujeto humano en toda su amplitud y sutileza: Influjos, omnipresentes, internos y externos, conscientes e inconscientes, simples o complejos, que van conformando su manera de percibir, interpretar, tomar decisiones y actuar en la compleja realidad que habita.
Dos fenómenos y procesos me parecen de especial relevancia en la formación de estos recursos del sujeto del siglo XXI. El rescate de la atención y el cuidado y cultivo de una identidad o pertenencia solidaria. Abordaré con un cierto detenimiento el primero de ellos.
El secuestro de la atención
Llamamos “atención” al conjunto de mecanismos mediante los cuales el cerebro selecciona una información, la amplifica, la canaliza y la profundiza. La atención pude entenderse como la toma de control de nuestra mente, amplificando lo que consideramos importante y suprimiendo lo irrelevante.
La atención personal y grupal se ha convertido en un recurso escaso y valioso, que se disputan las plataformas y redes sociales en la era digital de la distracción, porque literalmente viven de ello. Las pantallas y las redes sociales se han convertido en monstruos atencionales, que invaden y colonizan nuestra mente, para captar y retener nuestra atención. En esta atmósfera de distracción, multitarea, velocidad, alternancia e hiperestimulación se está creado en nuestra cultura una tormenta perfecta de degradación cognitiva, dentro de la cual nos movemos como marionetas consideradas, ingenuamente, autosuficientes (Carr, 2019, Deleval, 2022, Fernández-Sabater, 2023).
¿Cómo se produce este secuestro y colonización?
En primer lugar, por la Eficacia de la manipulación. La canalización de los influjos digitales cada día parece más eficaz porque se lleva a cabo con estrategias de IA y big data más y mejor informadas, sofisticadas y complejas capaces de personalizar la influencia al apoyarse en los ilimitados rastros que cada ciudadano, la mayoría de las veces de manera inadvertida o ingenua, va dejando en las redes, en las plataformas y en las interacciones con el internet de las cosas (IOT), en la vida cotidiana [4]. Es cierto que siempre podemos intentar autorregularnos, pero al otro lado de la pantalla hay miles de ingenieros y especialistas que trabajan en nuestra contra, estimulando la dependencia y la adicción a la pantalla, con la pretensión de atraparnos y convertirnos en muñecos o avatares fácilmente manipulables [5]. ¿Cómo, si no, explicar, por ejemplo, los incomprensibles comportamientos electorales que se están produciendo en la mayoría de los países en la última década?
El narcisismo supone otra forma de corrupción de la atención, pues dirige el foco del sujeto solo hacia sí mismo y su propio ego y el de su tribu descuidando la escucha, la empatía y el cuidado del otro
En segundo lugar, porque alimentan una identidad tribal, el sesgo de confirmación y el narcisismo cotidiano. El narcisismo identifica una tendencia bien nutrida en el sujeto individualista que induce la ideología y la economía neoliberales. Pero conviene destacar que las redes sociales por su manera de proceder, promoviendo la gratificación inmediata mediante los likes, corazones y aplausos como elemento constitutivo de su éxito, inducen y estimulan de manera intensa y singular el desarrollo de comportamientos egocéntricos y narcisistas [6]. El narcisismo supone, como plantea Hari (2023), otra forma de corrupción de la atención, pues dirige el foco del sujeto solo hacia sí mismo y su propio ego y el de su tribu, descuidando la escucha, la empatía y el cuidado del otro.
Este narcisismo digital converge con la tendencia que potencian las redes sociales de refugiarse en burbujas o cámaras de espejos sociales, donde se alimenta el sesgo de confirmación por el que solamente atendemos a los mensajes, noticias y opiniones que confirman nuestras creencias y convicciones. En definitiva, solo percibimos y atendemos lo que queremos ver, lo que nos hemos, han, acostumbrado a percibir (Pariser, 2011).
En tercer lugar, por la naturaleza pre o subsconsciente de procesamiento cotidiano. No podemos olvidar que este procesamiento cotidiano de la información además de superficial, egocéntrico y limitado es fundamentalmente pre o subconsciente. La televisión, Twitter, Instagram, Facebook…, nos enseñan, de manera persistente tácita y sutil, que el mundo es rápido; que tiene que ver con superficies y apariencias, que en el mundo todo sucede a la vez; que puede y debe entenderse en afirmaciones breves, simples, de 280 caracteres; que lo más importante es el valor de cambio y no el valor de uso, incluso del conocimiento, que lo realmente decisivo es el volumen de aceptación de tus sugerencias breves, simples y veloces [7].
Pero, paradójicamente, esta realidad social y cultural sofisticada, compleja y cambiante en la que habitamos solo puede ser entendida y transformada en su complejidad adoptando precisamente los mensajes opuestos a Twitter. Requiere concentración sostenida, reflexión, silencio, tiempo, debate y deliberación compartida.
Demasiada gente pasa la vida danzando al son de unos algoritmos que recompensan el odio y penalizan la compasión
En cuarto lugar, porque el narcisismo tribal fomenta la polarización política y la postverdad mediática. Por último, es necesario destacar con Zuboff (2022) la relevancia toxica de la confluencia de dos tendencias sociales, la polarización ideológica y la normalización de la postverdad. Demasiada gente pasa la vida danzando al son de unos algoritmos que recompensan el odio y penalizan la compasión. La gente parece cada vez menos empática, más enfadada y más hostil medida que se incrementa el uso de las redes sociales en el clima político contemporáneo [8]. Además, conviene no olvidar que las noticias falsas y catastróficas se propagan por las redes sociales mucho más deprisa que la verdad, por la tendencia evolutiva del cerebro humano a priorizar la defensa frente a las amenazas a la supervivencia, así como por la intervención intencional de algoritmos y bots organizados para su masiva difusión.
Estrechamente entrelazado con los procesos de atención se configura el preocupante fenómeno de la postverdad [9]. La extensión de este fenómeno como una tendencia casi normalizada en la propaganda política y en la publicidad comercial, así como su eficacia amparada en la sofisticación de las inteligencias artificiales generativas para deformar los hechos y borrar las fronteras entre la verdad y la fasificación convierten la manipulación política y económica en un fenómeno decisivo y cotidiano, que amenaza la capacidad humana de decidir y entenderse en favor del bienestar común [10]. En definitiva, en una amenaza constante a la democracia.
La necesidad de una pedagogía educativa para ayudar a rescatar la atención y reconstruir los automatismos.
Parece obvio que decisiones tan transcendentes para nuestra vida como el gobierno de las redes sociales, el despliegue y utilización de las inteligencias artificiales, no deben delegarse en corporaciones tecnológicas privadas, no elegidas democráticamente. Por ello, como reto político inaplazable, parece cada día más urgente regular el inmenso poder de influencia en manos de oligopolios digitales (Facebook, Twiter, Amazon, Google). Se requiere de forma urgente acelerar la configuración de sistemas sólidos y democráticos de gobernanza mundial para regular el complejo y decisivo desarrollo de las inteligencias artificiales generativas y la gestión de las redes sociales, prohibir el «capitalismo de vigilancia» y regular la gestión de los big data [11].
¿Y el reto educativo? En una atmósfera simbólica de colonización de la atención, multitarea, distracción, polarización y postverdad no es culpa del aprendiz, infante, adolescente o adulto si no logra concentrarse, reflexionar y discernir en la toma sensata de decisiones. Ha sido objeto y víctima, de manera programada, de poderosos, irresistibles y permanentes influjos para secuestrar su atención, manipular sus deseos y condicionar sus comportamientos desde la infancia. Por ello, parece imprescindible, en primer lugar, aceptar la vulnerabilidad y fragilidad de nuestra condición humana, aceptar que nuestra manera de ver el mundo está llena de imprecisión y de ambigüedad, intereses y limitaciones. En definitiva, nos pueden engañar los sentidos, el cerebro y la cultura, (Dehaene, 2022, Matute,2019).
Habitando la multitarea, la hiperinformación y la adicción a las pantallas, likes y hashtags, memes y deepfakes, los aprendices han sacrificado la profundidad de su pensamiento en todas sus dimensiones, pues la profundidad requiere, concentración, contraste, tiempo y silencio.
Lo que realmente importa en educación no son sujetos atiborrados de información sino personas que libre y conscientemente sientan, piensen y actúen de modo informado, crítico, ético y creativo
Aquí se sitúa, en mi opinión, la responsabilidad principal de la Pedagogía educativa contemporánea: asumir de manera intencional y sistemática la responsabilidad de ayudar a que cada sujeto identifique y, en su caso, reconstruya de manera consciente e informada el sistema complejo de recursos (conocimientos, habilidades, emociones, actitudes y valores) que ha adquirido y que utiliza para percibir, comprender y actuar en su vida cotidiana. En concreto, lo que realmente importa en educación no son sujetos atiborrados de información, ni siquiera es suficiente que conozcan teóricamente los conocimientos y las habilidades críticas o creativas, sino personas que libre y conscientemente sientan, piensen y actúen de modo informado, crítico, ético y creativo.
Para ello será imprescindible comprender el funcionamiento del cerebro, sus múltiples y decisivos sesgos y heurísticos, (Matute, 2022). En la larga trayectoria de interacciones en su vida cotidiana, los sujetos humanos vamos construyendo, por lo general, recursos subjetivos muy útiles desde el punto de vista existencial y operativo pero muy pobres desde el punto de vista epistemológico, saturados de contradicciones, lagunas, prejuicios y estereotipos; son inevitablemente parciales, imperfectos y efímeros, cuando no erróneos y tóxicos. Por ello, es tan decisiva como laboriosa una intervención pedagógica que promueva la reconstrucción consciente, cognitiva y socioemocional de este conocimiento operativo, automático y preconsciente (Pérez Gómez, 2022, 2021).
¿Cómo reescribir nuestros hábitos y programas insatisfactorios, sesgados, cuando constituyen las herramientas cognitivas y socioemocionales que filtran nuestra percepción, interpretación, predicción, toma de decisiones y actuación?
Reconstruir nuestros recursos cognitivos y socioemocionales requiere vivencias y reflexión, la capacidad de experimentar el estado de flujo (Flow de Mihaly Csikszentmihalyi, 2011), para concentrarnos sobre todo en las cosas que hacen que merezca la pena vivir. Recuperar la atención como el arte de la presencia, para gobernar nuestro deseo y nuestro tiempo, para ejercer nuestras prioridades, superando los automatismos y planteando la singularidad de nuestro propósito, nuestro proyecto de vida, en medio del tsunami de distracciones permanentes e intermitentes de nuestra agitada vida actual. Con este propósito el primer compromiso pedagógico será ayudar a resistir el tsunami, abrir paréntesis, proponer pausas y detener los influjos de una manipulación programada, automatizada, guionizada. Aislarnos estratégicamente de las distracciones absorbentes de la atmosfera digital para ser capaces de atender el asombro, lo inesperado, la aventura de conocer, captar la novedad, atender lo singular, aprender a escuchar, a dudar, a esperar, a estar al acecho de lo que pueda sobrevenir en el escenario presencial y en el escenario virtual. Ser capaz de afrontar lo desconocido sin miedo y la incertidumbre sin ansiedad porque constituyen el rio vital en el que nos movemos.
Pero la atención, como los hábitos educativos fundamentales, no se enseña, se ejerce, se practica, se aprende mediante el ejemplo, la vivencia, la reflexión y la práctica. La Metacognición, reflexión, meditación, contraste, debate, experimentación creativa, autorregulación, son procesos privilegiados puesto que significan atención deliberada y consciente para recuperar y autorregular nuestra vida mental. Suponen, en definitiva, diferentes rasgos y estrategias pedagógicas hoy más necesarias que nunca tanto para resistir la colonización de nuestra atención como para proponer y experimentar nuevas formas de pensar, sentir y hacer.
Bellas estrategias y propuestas pedagógicas, vacías y estériles si no somos capaces de construir el escenario, el contexto cultural en el aula, en la escuela y en la comunidad educativa, que ampare el cultivo de aquellas, siendo conscientes de su evidente naturaleza contracultural. Construir el escenario físico y la comunidad de aprendizaje así como proponer las experiencias realmente educativas serán pues la responsabilidad prioritaria de una pedagogía contemporánea realmente educativa.
Parece más necesario que nunca que docentes y discentes aprendamos a cooperar de manera sincera, a sumergirnos juntos en el complejo, incierto y misterioso rio de la vida
Para construir este escenario parece más necesario que nunca que docentes y discentes aprendamos a cooperar de manera sincera, a sumergirnos juntos en el complejo, incierto y misterioso rio de la vida para apoyarnos, cuidarnos y potenciarnos mutuamente como la mejor estrategia para vivir la grandeza y la miseria de la vulnerabilidad individual y colectiva [12].
Nuestro compromiso pedagógico como docentes o formadores de docenes. Potenciar y resituar la pedagogía educativa
La historia de la pedagogía esta cuajada de tendencias dogmáticas y modas excluyentes que ignoran y desprecian la pluralidad constitutiva de los fenómenos y procesos humanos considerados educativos, uno de cuyos ejemplos más extremos en la actualidad es el denominado movimiento antipedagógico o negacionista de la pedagogía. Mientras exista educación, existirá la pedagogía, para bien y para mal, porque es la ciencia y el arte de indagar y experimentar formas distintas de pensar y hacer la instrucción, la socialización y la educación [13]. El dilema, a mi entender, no está entre pedagogía y antipedagogía, sino en discernir qué tipo de pedagogía favorece mejor el desarrollo de las cualidades humanas que se consideran valiosas. Ni apocalípticos tremendistas, como los antipedagogos recalcitrantes ‒el discurso antipedagógico es en sí mismo una propuesta pedagógica, reaccionaria más que conservadora, incapaz siquiera de identificar y cuestionar sus propias posiciones, (Trilla, 2019)‒ni integrados iluminados o visionarios llamados, ellos solos, a redimir la humanidad mediante ilusas propuestas pedagógicas sin la legitimidad ni la fundamentación requeridas.
La pedagogía, al sumergirse en un universo epistemológico plural y complejo, debería asumir la actitud de modestia epistémica y la virtud de la humildad (Jasanoff, 2022), una manera de pensar los márgenes del conocimiento humano, incorporando lo desconocido, lo incierto, lo posible, lo ambiguo y lo incontrolable.
Una pedagogía educativa contemporánea, nueva y/o clásica, requiere promover una práctica vivencial y reflexiva, de modo que no quede reducida ni a adquirir patrones de acción sin crítica teórica, ni a adquirir formulaciones teóricas, fragmentarias y descontextualizadas, al margen de los procesos eficaces de acción y emoción. Ni episteme sin pathos, ni pathos sin episteme. Sino un proceso integrado y complejo de ethos, pathos y episteme.
Bueno Pepe, creo que este es el reto que aparece en el horizonte, después de tantos años de hermosas experiencias que tenemos a nuestras espaldas. No voy a repetir aquí la laudatio que con tanto cariño y respeto te dedique hace ya 13 años, con motivo de tu doctorado honoris causa por la universidad de Málaga, aunque la reitero y reafirmo en toda su extensión. Como se ha publicado en la presente convocatoria, animo a quienes no la hayan hojeado a deleitarse con los innumerables méritos de esta persona tan adusta y sencilla y de este intelectual tan inconmensurable. Aludiré, no obstante, a algunos aspectos de nuestra vida académica compartida que me parecen relevantes
Con frecuencia hemos reconocido la inmensa suerte de encontrarnos al inicio de nuestra carrera académica en el escenario en ebullición de la universidad Complutense de Madrid en 1974. Del mismo modo, hemos reconocido de manera reiterada que somos el resultado de una secuencia muy favorable de acontecimientos extraordinarios y singulares que han acompañado y potenciado nuestro crecimiento personal y profesional.
Una pedagogía contemporánea, nueva y/o clásica, requiere promover una práctica vivencial y reflexiva, que no quede reducida ni a adquirir patrones de acción sin crítica teórica, ni a adquirir formulaciones teóricas, fragmentarias y descontextualizadas
Hemos navegado una travesía vital y académica bien compleja, excitante y afortunada. Sacudidos y espoleados por los mismos y bien destacados acontecimientos estelares: tiempos grises y oscuros en los coletazos de la dictadura, participación ilusionada en movimientos de contestación política y renovación pedagógica, gratamente sorprendidos por el vendaval de mayo del 68, tiempos de esperanza por la apertura a Europa y transición a la democracia, primer y largo gobierno socialista y escarceos de colaboración política con el ministerio y con varias consejerías de educación, implicación ilusionada en la creación y desarrollos de los centros de profesores y colaboración con los mismos a lo largo y ancho de la geografía española, compromiso universitario con luces y sombras en la formación de docentes y de manera especial la colaboración solidaria con los docentes de América Latina
¿Qué hemos aprendido en este complejo y fascinante viaje? O mejor, ¿que he aprendido de ti y contigo?
Aprendimos juntos a eludir la hipérbole y la arrogancia, a evitar el dramatismo o la euforia vacía, los dogmatismos y las modas. Aprendimos un sano escepticismo aplicado, en primer lugar, a nosotros mismos, para intentar superar la inevitable vanidad que respirábamos en el prematuro éxito académico y político que nos rodeó casi desde el comienzo de nuestra vida universitaria. Aprendimos principalmente desde los primeros años en Madrid y Salamanca a disfrutar la pasión por una educación de calidad, critica y dialogada, codo con codo con nuestros estudiantes. Aprendimos después a utilizar y dejarnos utilizar políticamente, dentro de ciertos límites, por causas dignas a sabiendas de que cada cesión dejaba una huella inevitable que tendríamos que aprender a curar. Aprendimos que la realidad educativa es compleja y requiere cambios lentos y en profundidad, desde un abordaje plural, holístico, paciente y esperanzador, apelando siempre a la participación y compromiso de los implicados. Aprendimos, con dolor, que la historia no es un sendero lineal y progresivo sino un proceso retorcido, con idas y vueltas y a veces importantes movimientos de involución. Ninguna conquista histórica es definitiva. Incluso aquellas que favorecen claramente el bienestar de la mayoría pueden revertirse en virtud de acontecimientos imprevistos e impredecibles. He aprendido con el tiempo algo sustancial en pedagogía, que la racionalidad que explica y fomenta el entendimiento humano no puede reducirse a la pura lógica de la argumentación crítica, requiere de manera decisiva una forma de convergencia o resonancia emocional.
Cada día nos hemos sentido más lejos de sectarismos ramplones de todo tipo y de militancias verbosas, que inundan los discursos de lenguajes grandilocuentes y vacíos, acompañados de prácticas hipócritas y contradictorias. He aprendido a tu lado que la simplicidad sincera y abierta, por el contrario, convierte lo ordinario en sorprendente.
Nunca fuimos capaces, o al menos yo, de poner en práctica de manera suficiente nuestra convicción intelectual de que la exigencia permanente de la cooperación humana en general y académica en particular constituían el proceder pedagógico más decisivo y valioso.
De aquella laudatio me apetece rescatar el siguiente párrafo:
Puede decirse que el profesor Gimeno es un sujeto poco convencional y reacio al encasillamiento, adusto en la apariencia y socarrón y entrañable en su trato cercano; un intelectual abierto, libre y comprometido, abierto a lo nuevo y seducido por el poso de lo viejo, alérgico a las modas y distanciado de los fáciles arrebatos y de las corrientes ingenuas, libre y comprometido porque se manifiesta interesado por todo y a la vez distanciado de todo, un ilustrado del pensamiento pedagógico, que sabe navegar con dignidad en las turbulencias de la postmodernidad, de la mano de los instrumentos críticos de la modernidad. Ha dotado al discurso pedagógico en nuestro contexto de la coherencia, rigor, crédito y atractivo del que carecía hace unas décadas, ha ayudado a construir un relato comprensible y potente, de modernidad, compromiso social, rigor intelectual, sensibilidad humana y apertura de horizontes.
Gracias Pepe, por haber dedicado toda tu extraordinaria vida académica a buscar el sentido de las cosas, criticar los despropósitos y abrir nuevos caminos al pensamiento pedagógico y a la políticas educativas que se proponen construir un mundo más habitable y más justo. Gracias por tantos años dedicados con tanta sensatez, rigor y compromiso, a romper las fronteras de un mundo cerrado por las peculiares circunstancias que nos tocó vivir.
Gracias por haberme ofrecido de manera tan generosa tu amistad sincera y el privilegio de acompañar tu devenir, de caminar juntos para sumergirnos en el asombro del descubrimiento y acompañarnos y apoyarnos en los momentos de decepción.
Querido amigo, ilustre compañero y maestro, una vez más estamos convocados, en la medida de nuestras posibilidades y desde otra atalaya, a continuar esta apasionante, a veces pesada, penosa y siempre interminable y fascinante tarea, para ayudar a recrear y difundir el amor por el saber, el amor por la educación y el amor por la humanidad. Un inmenso abrazo con todo mi cariño.
Notas
[1] El libro se convirtió rápidamente en un manual de consulta para educadores y con el tiempo se ha ido consolidando como una obra de referencia en el ámbito de la educación. Ha alcanzado la duodécima edición. Ha sido traducido al portugués en 2008 y ha recibido más de 7000 citas La sociedad del desconocimientoacadémicas.
[2] Utilizo aquí el término educación en la acepción que desarrolla Humbolt con el término Bildung.
[3] Consultar al respecto el sugerente y reciente libro de Inerarity (2022), . Donde plantea de manera abierta y fundamentada que el ser humano se enfrenta a un universo más complejo, cuajado a la vez de descubrimientos decisivos y de inmensos territorios de desconocimiento, incertidumbre e imprevisibilidad.
[4] Entre los numerosos estudios que han inundado la literatura científica en los últimos años pueden consultarse los siguientes autores que ofrecen visiones y síntesis muy sugerentes al respecto: Byun Chul Han, (2022); Bronner, (2022); O´Neil (2018); Zuboff (2020); Sustein, (2021); Naim, (2022).
[5] Es evidente que la tecnología más desarrollada y actual puede seguirnos y manipularnos, perjudicando nuestra atención y concentración e induciendo deseos, expectativas y comportamientos. Todo lo que decimos y hacemos se revisa, se clasifica y se almacena. Esas empresas van creando perfiles bien precisos de cada ciudadano y grupo para venderlos al mejor postor político o comercial, Haydt, (2018).
[6] Las redes acostumbran a nuestra mente a desear recompensas inmediatas y frecuentes. Nos vuelven ávidos de corazones y likes. Jonathan Haidt, por su parte, sostiene que la tecnología está contribuyendo al aumento del narcisismo y a la disminución de la empatía y que esto puede tener graves consecuencias para nuestra sociedad. Por ejemplo, desde 2010, la salud mental de los adolescentes se está desplomando y las tasas de depresión, ansiedad y autolesiones se han disparado, pues, entre otros factores, se sienten incapaces de conseguir el sueño del modelo ideal de imagen que desean proyectar.
[7] Hoy vivimos, como plantea Hari (2023) en un mundo dominado por tecnologías que se basan en la visión que Skinner tenía del funcionamiento de la mente humana como procesadora automática de estímulos, respuestas y recompensas. Por ello su tecnología se proponía entrenar a las criaturas vivientes para desear desesperadamente unas recompensas arbitrarias y a corto plazo. Su modelo más fiel en la actualidad son los intercambios en Twitter.
[8] Conviene recordar, por ejemplo, que el 64 % de todas las personas que se unían a grupos extremistas llegaban a ellos porque los algoritmos de Facebook se los recomendaban directamente. «The State of Hate 2021» de Hope Not Hate Disponible en línea en: https://www.hopenothate.org.uk/wp-content/uploads/2021/02/The-State-of-Hate-2021-REPORT.pdf
[9] En este sentido, B. J. Fogg desde su Laboratorio de Tecnologías Persuasivas de Stanford, nos advierte que nos encontramos solo al inicio de lo que un capitalismo de vigilancia sin regular hará con nosotros, utilizando las deepfakes y la inteligencia artificial generativa. Esta tecnología está difuminando la cada vez más tenue línea que separa los hechos de la interpretación. Además, es muy tentador pensar que como alcanzar la verdad absoluta es básicamente imposible, nada importa. O que como todo es relativo, todo vale. En este sentido, conviene advertir que la trivialización del relativismo filosófico puede potenciar esta mentalidad del todo vale, incluso la mentira y los hechos alternativos. Será necesario recuperar un realismo crítico, que reconozca las fortalezas y debilidades del conocimiento humano, capaz de entender que nuestros modelos mentales de la realidad serán siempre imperfectos e incompletos, pero unos mejores, más fundamentados y más potenciadores, que otros. Cómo propone Hari (2022), el carácter subjetivo del conocimiento no implica necesariamente arbitrariedad.
[10] Cómo ejemplo grotesco y extremo cabe destacar el bulo y la acusación de la extrema derecha, durante la campaña electoral de Bolsonaro en Brasil, de que la oposición inducía la homosexualidad dando de mamar a los bebes en biberones en forma de penes.
[11] Prohibir aquellos desarrollos de las IA que invaden y colonizan el territorio íntimo de la persona, mancillando sus derechos fundamentales, mediante vigilancia no expresamente consentida.
[12] Pueden consultarse al respecto los siguientes autores: Tomasello, 2015, Murphy, 2021; Robinson, 2022, Merieu, 2021, Oded, 2022.
[13] En este sentido, me parece preocupante la desconsideración de la Pedagogía como ámbito del conocimiento en la reciente definición ministerial de los campos del saber dentro de los cuales se integran las titulaciones universitarias. Existe la Fisolofía, la Psicología, La sociología o la Medicina, pero no aparece la Pedagogía, diluida en el término de Ciencias de la Educación. A mi entender, debería conservarse el término Pedagogía, como expresión de un espacio singular de integración de las Ciencias de la Educación, además de la filosofía, las humanidades y las artes que componen los saberes pedagógicos.
Referencias:
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Barrett, L. (2018). La vida secreta del cerebro. Cómo se construyen las emociones. Paidos.
Bronner, G. (2022). Apocalipsis cognitivo: Cómo nos manipulan el cerebro en la era digital. Paidos.
Byung-Chul, H. (2022). Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia. Taurus.
Csikszentmihalyi, M. (2011). Fluir: Una psicología de la felicidad. Editorial Kairos
Dehaene, S. (2021). How We Learn: The New Science of Education and the Brain. Penguin.
Deleval, T. (2022) Distraídos. Aguilar
Fernández-Savater, A. (2023). El eclipse de la atención: Recuperar la presencia, rehabilitar los cuidados, desafiar el dominio de lo automático. Ned Ediciones.
Grant, A. (2022). Piénsalo otra vez. El poder de saber lo que no sabes. Deusto
Haidt, J. (2018). Why Do They Vote That Way?: from The Righteous Mind.Vintage
Hari, J. (2023). El valor de la atención. Peninsula.
Innerarity, D. (2022). La sociedad del desconocimiento. Galaxia Gutemberg.
Jasanoff, Sh. (2022). Uncertainty. Boston Review
Matute H. (2019). Nuestra mente nos engaña. Sesgos y errores cognitivos que todos cometemos. Shackleton Books
Meadows, D. H., y Wright, D. (2022). Pensar en sistemas: Manual de iniciación. Capitán Swing,
Merieu, Ph. (2021). Pedagogía: el deber de resistir (10 años después). UNIPE, Editorial Universitaria
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Murphy P. (2021). The Extended Mind: The Power of Thinking Outside the Brain. HMH Books.
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Newport, C. (2022). Céntrate. Península
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Pérez Gómez, Á. I. (2012). Educarse en la era digital. Morata.
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He conocido profesionalmente al profesor Gimeno Sacristán, aunque nunca hemos compartido ninguna investigación ni ninguna publicación. Igualmente me ha ocurrido con el profesor Pérez Gómez. Con los dos he compartido tribunales de oposiciones y, a su vez, los dos han formado parte de los tribunales que me otorgaron una plaza de profesor agregado de Escuela Universitaria (Gimeno) y otra de catedrático de Universidad (Pérez). Sin embargo, a pesar de no haber compartido jamás ningún trabajo académico, he tratado de leer y de estudiar todas las publicaciones de ambos profesores. Es ese conocimiento que tengo de ambos, lo que me ha motivado a dejar aquí constancia de que suscribo todo lo que el profesor Pérez Gómez ha dicho en esa conferencia-homenaje sobre el profesor Gimeno Sacristán.
Este discurso ha sido
para mi una fuente de saberes a los que ningún actor en el ámbito de la educación — o en cualquier ámbito de las ciencias humanas — debería hacer caso omiso. Gracias.