Para decenas de personas jóvenes (y ya no tanto), estudiar en el extranjero ha sido y es una realidad tangible. Para muchos miles es un imposible que, un día, puede materializarse desde la escuela de adultos a la que asisten diariamente.
Es el caso de Saloua, Fran (Francisco Javier), Andrea, Verónica, Mario (Marin George). Son cinco estudiantes del CFPA Vicent Ventura de Valencia. Estudian GES II (el equivalente a 4º de la ESO en educación de personas adultas). A primeros de mayo, estas cinco personas, y otros cinco compañeros de clase, acompañados de Coloma Mestre e Isabel Pascual, sus profesoras, viajaron a la ciudad de Bolonia a compartir junto a un grupo también de adultos de la ciudad una experiencia de cinco días en la que llevara a cabo el proyecto Lingue amiche.
Todo comienza con la voluntad mejora y perfeccionamiento de Mestre y Pascual. Una voluntad que las lleva a pensar en la posibilidad de solicitar un proyecto Erasmus con el que abrir una ventana para que su alumnado cambie durante unos días su realidad cotidiana y se acerque a la de otros países y culturas. Buena parte del alumnado de su centro es extranjero. Le ha tocado «viajar», migrar, en realidad, en busca de algo mejor). En cualquier caso, como comenta Coloma, viajar no entra en el imaginario de la mayor parte de ellos. No, al menos, con cierto aspecto de disfrute.
Se tiraron a la piscina no sin miedos. «La semana anterior a la movilidad estábamos casi arrepintiéndonos», explica Mestre. Y es que las dificultades de poner en marcha un proyecto como este siempre están presentes. Y más cuando hablamos de adultos extranjeros. «Habíamos tenido que diseñar el acuerdo de aprendizaje, coordinándonos con el profesorado de Bolonia, gestionar los billetes de avión con el añadido que no todo nuestro alumnado tiene DNI, la reserva del hotel, la preparación de las clases y visitas culturales. Y, sobretodo, la inseguridad de estar haciendo algo por primera vez», resume esta docente.
Isabel explica que dentro de su proyecto Erasmus (los hay de formación para el profesorado y también para que el alumnado disfrute de las estancias en el exterior), ambas pasaron un tiempo haciendo jobshadowing en el centro de adultos de Bolonia. Se trata, con ello, de que las docentes pasen un periodo en un centro, elegido por su similitud con el CFPA Vicent Ventura, siendo la sombra del profesorado de allí. Con esos mimbres se construye un programa en el que, ya sí, el alumnado pueda desplazarse.
El objetivo de aprendizaje es que el alumnado del Vincent Ventura adquiera más competencias lingüísticas, se lance a utilizar otros idiomas, gane autonomía a la hora de comunicarse en una lengua que no es la suya natal. De esta maneras, se ponen en juego tres lenguas «amigas»: italiano, valenciano y español. Tres lenguas romances que habrá de hacer durante unos días de lenguas francas. Una meta implícita es que el inglés no sea una herramienta necesaria, sino que todo el mundo pueda apañarse con las tres lenguas anteriores.
Para que esto sea una realidad, además del compromiso del alumnado, se desarrollarán durante esos días diferentes actuaciones en el aula, en donde coincidirán el grupo del Vicent Ventura con sus homólogos de Bolonia, tanto alumnado como profesorado. Harán talleres de ciencias (con análisis de ADN); compartirán vocabulario sobre, por ejemplo, productos de uso cotidiano en las diferentes lenguas; se enseñarán unas a otras cómo se saluda en cada idioma o se visitarán lugares de la ciudad que a unas y otros les «toquen el corazón».
A pesar de las dudas previas, de las complicaciones burocráticas, «pronto todo cobró sentido», dice Coloma Mestre. «Cuando, relata, hicimos el trayecto a pie con las maletas al hotel y percibimos el asombro de nuestro alumnado por cada cosa que veían (la mujer que tendía la ropa, los edificios, las palabras en italiano que pescaban al vuelo,…) nos miramos mi compañera Isabel y yo y dijimos: ‘Sólo por esto ha valido la pena'».
Un cambio «personal»
Después de hablar con estudiantes y docentes, la impresión es que los aprendizajes y enseñanzas han ido mucho más allá del conocimiento sobre el italiano, el valenciano o el castellano.
«Mi experiencia personal ha sido muy enriquecedora. Yo no había viajado nunca y he tenido la oportunidad de conocer otro tipo de cultura y otro tipo de gente». Habla Andrea Sanchís. Se nota cuánto le ha tocado el viaje porque, a pesar de autocensurarse, necesita hablara de la experiencia.
«Esta experiencia para mí es fascinante, he viajado mucho pero este viaje fue muy especial». Así opina Saloua Fadil, marroquí de nacimiento afincada en Valencia desde hace un año y medio. Lo hace después de pedir disculpas por su manejo del castellano, que utiliza con fluidez. Una mujer para quien esos días en Italia han sido «una oportunidad de practicar mi español»
Para Fran Periche también ha sido su primer viaje, «la primera vez que salgo de España». «Es algo para repetir», dice, como su compañera Verónica Villena quien, particularmente emocionada, asegura que «ha sido una experiencia enriquecedora en todos los sentidos; para crecer». Amenaza con echarse a llorar por la emoción, aunque no cumple. Sí asevera que «se puede crecer en varios niveles si uno quiere y te dan la libertad y creen en ti».
Para Villena «siempre que viajas vuelves diferente pero yo, con este viaje, creo que se han tocado muchos aspectos». Entre estos aspectos destaca «el enriquecimiento personal y el saber que puedes, por qué no, confiar en ti». Por esto quiere «agradecer a las profes y a quienes han formado el proyecto». Un agradecimiento al que se suma el resto del grupo a lo largo de la conversación.
Isabel Pascual concuerda. «Se han impulsado cosas personales». Cosas en las que, dice «a lo mejor te ves un poco limitado cuando estás en tu entorno. Pero cuando sales fuera y ves que eres capaz de estar en otra ciudad y desenvolverte con otras personas, eso te lo llevas (de vuelta) y lo puedes hacer en casa».
– «Esto empodera», sentencia Verónica Villena.
– «Es verdad, te empodera, tenemos a todos empoderados», asegura Pascual, entre las risas de todos.
Lenguas amigas
El proyecto, ciertamente, se asienta sobre la base de aprender otras lenguas, de comparar aquellas que son similares: italiano, valenciano y castellano. Todas con raíz latina. En aprender similitudes y diferencias y, sobre todo, en precisamente, ese empoderamiento a la hora de lanzarse a utilizar un idioma que no es el materno.
«Hemos aprendido mucho italiano… mucho dentro de lo que cabe. Para movernos. Pudimos expresarnos muy bien, aprendimos palabras nuevas», comenta Andrea. Algo relacionado con un apunte que hace Saloua al hablar de las diferencias entre las dos escuelas de adultos. «La mayoría del tiempo, nuestros profesores no tienen que traducir las palabras italianas (…)». En su hora de tutoría, explica, «siempre nos han hablado de cómo expresarnos, cómo dejar el miedo, no ser tímidos… Hemos visto el resultado» con los compañeros de Bolonia.
Isabel Pascual explica que el proyecto, después de haber realizado la estancia de jobshadowing ella y Coloma Mestre para buscara escuelas de perfil similar al suyo trata de que «vean que hay cosas parecidas fuera de aquí» y que más que de hacer la comparación entre lenguas, puedan «ver que me puedo comunicar siempre que sea una lengua latina. Podemos comunicarnos, es fácil, lo hemos visto».
Gracias a estas vivencias y al trabajo «se han roto barreras con el valenciano», comenta Pascual; «hemos hablado más valenciano que nunca», prosigue. Para Mestre, alumnas y alumnos «activaron al máximo la práctica de su capacidad plurilingüe». «A una de nuestras compañeras le costaba hablar mucho valenciano, soltarse y allí se lanzó y se soltó más. De hecho, ahora, cuando viene a clase habla conmigo en valenciano. Eso mola mucho», explica Andrea.
A Saloua, sin embargo, le ha servido para soltarse con el castellano. «Tenía que expresarme; era una oportunidad para estar con los españoles o con otras nacionalidades con las que solo puedo comunicarme en castellano o valenciano. También en italiano, pero no podemos decir que lo hablamos muy bien (bromea) pero entendemos, que son lenguas que vienen del Latín y hemos de decir que hay muchas palabras que son parecidas».
Compartir vivencias
Uno de los puntos fuertes del viaje ha sido el compartir las vivencias con los compañeros del centro italiano. A todos ellos les han chocado algunas de las diferencias entre su clase y la boloñesa. «Nosotros tenemos más disciplina a la hora de respetarnos entre compañeros, respetar a los profesores», asegura Andrea. «Algunos deberían haberse comportado mejor», dice. Verónica está de acuerdo, aunque media «tampoco sabemos la situación de esas personas, no sabemos en qué contexto están allí».
En cualquier caso, todo ha ido bien también. Más allá de esas diferencias de comportamiento en el aula, una de las actividades consistió en que los estudiantes «de acogida» hicieran una presentación de los lugares de la ciudad que les gustaban, que les «llenaban el corazón». Al día siguiente, la actividad se materializó dando un paseo por la ciudad para conocer esos lugares mientras las y los compañeros les explicaban. Uno de ellos incluyó la visita al trabajo de uno de ellos, donde les invitaron a comer focaccia.
El alumnado de la clase de Bolonia, explican, lo conforman personas 100 % extranjeras, mientras que en el Vicent Ventura hay personas de origen español y otras migradas. Algo que, dice Saloua, «permite integrarnos. Pero allí son solo extranjeros, no hay italianos con ellos. Por eso creo que son muy cerrados. Aún no se han abierto a la cultura». Esta alumna explica también que sus docentes, Coloma e Isabel, les pidieron que, al llegar al centro en Bolonia, se sentasen separados, entre el alumnado italiano, pero que este quería mantenerse junto, sin mezclarse con estos recién llegados que invadieron su aula durante una semana.
«La escuela de adultos en Italia fue totalmente diferente a nuestra escuela. A veces tenemos que experimentar algo nuevo para aprender lo que tenemos», continúa Saloua.
Pero el compartir vivencias no solo ha sido con el alumnado y el profesorado que les acogió, sino el propio grupo. Las 10 personas que viajaron desde Valencia a Bolonia y que, entre lo mucho que cuenta, destacan la convivencia entre sí.
Fran comenta que «ha sido una experiencia para conectar entre nosotros, para estar más cerca, Aquí estudiamos juntos, pero no convivimos». Lo han hecho porque les ha tocado compartir habitación, han tenido que ponerse de acuerdo en muchos momentos o haciendo los proyectos en la escuela italiana. Y compartían el tiempo libre, algo que no hacen en Valencia. «Aquí terminas las clases, cada uno se va a su casa, a trabajar…».
Coinciden Andrea y Verónica, que asegura que le «ha gustado mucho conocernos fuera de clase. Tienes una perspectiva en clase y fuera es totalmente diferente. A mi me ha gustado mucho, les he conocido como son ellos». Mario confirma: «Hemos vivido nuevas experiencias, en grupo. Nos hemos podido conocer mejor. Ha estado muy bien».
Andrea explica que «era muy divertido porque, al fin y al cabo, como somos un grupo teníamos que conectar para ver si vamos a pedir una cosa, o hacer otra… buscábamos salidas para todo, era muy divertido. Aprender viajando es lo más divertido que me ha pasado nunca».
La experiencia, organizada con mucho esfuerzo y dudas, por las manos de Mestre y Pascual, sin más ejemplo que sus ganas de hacerlo, tiene un resultado que, seguramente, iba más allá de lo que imaginaron cuando idearon un Erasmus para su grupo de GES II. «Me ha llenado mucho este viaje», relata Verónica. «Estoy emocionada. Ha sido muy bonito, compartir con los compañeros, estar lejos de casa, viajar en avión… es algo que llevaré en mi corazón y agradecida a las profes que han hecho este proyecto. Todo el mundo debería poder hacerlo, porque viajar, este viaje, cambia a las personas».
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Estoy emocionada de leer esto feliz por ver a mi hija sonrreir y emocionada porque venimos de un país con poco apoyo de estudio aquí este país me dio la oportunidad de seguir creyendo que si se lograr muchos objetivos en el caso de mi hija que me da gusto verla estudiando un gran placer y hasta se me caen las lagrimas de emoción que ella siga un saludo
Fui participante del «proyecto Lingue Amiche», mi nombre es Cristina. No pude acudir a la entrevista por motivos personales, pero quería añadir y destacar de la escuela Vicent Ventura en concreto a, Coloma Mestre e Isabel Pascual que fueron nuestras profesoras y compañeras de viaje, que mi primer vuelo fuera de España ha sido maravilloso, único y súper especial. Que gracias al centro y a ellas, hemos podido conocernos mejor, disfrutar todos de todos y vivir momentos que te enriquecen y te hacen crecer como persona. Agradecerles también por la organización y el trabajo que han realizado (porque menudo curro se pegaron). Y solo me queda por decir, que ESTE VIAJE LO RECORDARÉ SIEMPRE porque me llevo un pedacito de Bologna con todos ellos en mi corazón ❤. Gracias.