Tania Garcia es educadora social e investigadora. Ha elaborado un método al que ha llamado Educación Real y con el que pretende enseñar a madres, padres, docentes y, en general, adultos que tienen algo que ver con la crianza y educación de niñas, niños y adolescentes (NNA) a tratar a este grupo de población con respecto y teniendo en cuenta sus emociones, como las propias también.
García defiende que el adultocentrismo es un problema a la hora de entender a la infancia y la adolescencia, puesto que se las mira desde una posición elevada, como si esta población tuviera que ganarse el derecho a tener derechos. Esta educadora social defiende la necesidad de que el mundo adulto conecte con sus emociones para evitar repetir patrones aprendidos en su propia infancia y así acercarse a las NNA de forma respetuosa e igualitaria.
¿Cuáles son las causas, a tu modo de ver, para que madres y padres a veces no puedan hacer frente a sus criaturas con la calma necesaria?
Las dos causas principales, y que, de alguna manera, una envuelve a la otra, son el adultocentrismo y la falta de conocimiento emocional propio, aunque en realidad, ambas van unidas.
En primer lugar, el adultocentrismo, esa idea social, invisibilizada e integrada, que nos hace, de alguna manera, creernos superiores a la infancia y adolescencia, sin darnos cuenta de que ya son personas hoy, seres humanos hoy, y han de ser acompañados según sus necesidades cerebrales de hoy, no de mañana.
El adultocentrismo, por tanto, nos impide adoptar una perspectiva de respeto, ética y equidad real hacia las niñas, niños y adolescentes. Esto nos lleva a tener expectativas erróneas hacia ellos y perder la paciencia con facilidad, al no reconocer sus necesidades individuales, nuestra capacidad para acompañarlos de manera adecuada se ve limitada, y ellos, a su vez, asumen la sumisión, la represión, y la manipulación como algo natural en las relaciones, teniendo como consecuencia grandes problemas sociales y de salud graves, como son el acoso escolar y/o el abuso sexual infantil y adolescente.
En segundo lugar, es importante destacar que muchos padres y madres no han recibido un acompañamiento emocional adecuado durante su propia infancia y adolescencia, este adultocentrismo con el que crecieron, hizo que reprimieran sus emociones, que no las conocieran, y por eso, educan y guían con esta idea errónea de las emociones y de las necesidades emocionales y, por ende, psicológicas de la infancia y adolescencia. Carecen pues de la comprensión necesaria sobre sus propias emociones, lo cual dificulta ponerlas en perspectiva, analizarlas, conocerlas, y expresarlas sin causar daño, y sin impactar de lleno en el desarrollo de sus hijos e hijas.
No sé si el hecho de, en verano, tener tantas horas “libres”, multiplicar el tiempo que pasa toda la familia junta, en ocasiones, es parte del detonante de situaciones más o menos conflictivas, de nervios…
A medida que se acerca el verano, muchos padres y madres se sienten abrumados y se preguntan qué van a hacer con sus hijos e hijas.
Aunque no lo admitamos abiertamente, la idea de pasar mucho tiempo con ellos, atendiendo sus necesidades, nos genera ansiedad. Esto se debe en gran medida a que no comprendemos nuestras propias emociones, tampoco entendemos las suyas, y mucho menos sus necesidades reales. Por lo tanto, el tiempo adicional que pasamos con nuestros hijos e hijas pone de manifiesto estas dificultades y las intensifica.
El adultocentrismo que te comentaba, desconecta, y hace que veamos el pasar más tiempo con nuestros hijos e hijas como un sufrimiento, un “demasiado”, cuando en realidad debería ser lo natural.
¿Qué pueden hacer las familias en estas situaciones?
Conocer sus necesidades reales, comprender que necesitan sumergirse en su mundo de juego y descansar de la agitada vida que llevan durante el curso escolar. Por lo tanto, es importante dejar de exigirles, ser flexibles, amables, éticos y afectuosos con ellos y ellas, trabajar en esa conexión, comprendiendo que son seres humanos que necesitan ese descanso, esa libertad y ese estar en familia.
¿Qué papel juega la sociedad en la que vivimos, cada vez más presionada por el mundo laboral, en la relación entre quienes forman la familia?
Es evidente que la sociedad ejerce influencia en las relaciones familiares debido no solo a la presión laboral y por ende al sistema, una estructura que piensa en la producción y hace que, como personas, desconectemos de nuestras propias necesidades, emociones, sensaciones y deseos, sino también por la idea incorrecta que hemos integrado sobre la infancia y adolescencia, en la que el adultocentrismo nos ha hecho creer que respetarles es libertinaje o sobreproteger, evitando así que las niños, niñas y adolescentes reciban el acompañamiento adecuado, generando estrés y afectando a su salud mental.
Sin embargo, es importante destacar que, a nivel familiar y personal, cada individuo tiene la capacidad de decidir cómo participar en el sistema y establecer sus propias prioridades de acuerdo con sus valores. Además, los adultos somos responsables de nuestro propio bienestar emocional y tenemos la responsabilidad autocuidarnos para poder cuidar óptimamente.
En tu web hablas de que enseñas a las y los adultos, familias, docentes, a tratar a niñas y niños con respeto, “sin control ni disciplina”. ¿Control y disciplina no son buenas?
El control y la disciplina son la antítesis de lo que necesita un cerebro en etapas de desarrollo, lo que necesita es ética, coherencia, respeto y conexión. El control se basa en el miedo y la desconfianza, mientras que la disciplina proviene de una autoridad. Creando entonces ese ambiente en el propio hogar y normalizando las relaciones basadas en el poder y la sumisión.
Estos conceptos son opuestos a lo que implica la Educación Real, la cual se fundamenta en el respeto hacia los niños, niñas y adolescentes, en atender sus necesidades cerebrales reales y en promover sus derechos. Esta filosofía reconoce la importancia de establecer una relación igualitaria y de confianza, y está muy alejada de la “permisividad” y el libertinaje, simplemente, los niños, niñas y adolescentes son personas, y pueden aprender y vivir sus vidas sin dañar ni ser dañados, precisamente sin ser dañados.
El conductismo tampoco te parece una buena guía. ¿Por qué?
El conductismo se enfoca en la modificación de comportamientos a través de estímulos y recompensas, basados, además, en animales antes que en personas, en cerebros diferentes. Como decía, la infancia y adolescencia no funcionan a través de la manipulación, los premios o los castigos, eso es reducir a un ser humano a lo más bajo de la especie, además de una forma de violencia simbólica y normalizada, ya que implica la manipulación de las emociones y necesidades cerebrales reales de los niños y niñas y adolescentes, con el propósito de obtener los resultados deseados como adultos, en función de las necesidades adultas y sin tener en cuenta sus propias necesidades y sus derechos. Se puede enseñar sin dañar, de hecho, se debe.
Entre tus áreas de conocimiento está la violencia simbólica hacia la infancia. ¿Me podrías explicar de qué se trata?
La violencia simbólica es una forma de violencia que se reproduce culturalmente y, en consecuencia, la familia puede respaldarla y contribuir a su perpetuación. Se trata de un tipo de violencia sutil que no se percibe como tal, pero que se acepta comúnmente y es una forma más de control con sus correspondientes consecuencias negativas.
Un ejemplo de ello es cuando vas al supermercado y la cajera le dice a tu hijo o hija: “Si tu mamá dice que te has portado bien, te daré un caramelo”. A simple vista, puede parecer inofensivo, pero en realidad implica un chantaje emocional encubierto y normalizado, asumido por ese adulto que ni tan siquiera conoce al niño o niña en cuestión, donde se establece un intercambio de poder y se manipulan las emociones del niño o niña para obtener un resultado deseado. Un resultado, además, que obvia las necesidades cerebrales reales de la infancia y adolescencia, que son correr, saltar, hablar alto, moverse, expresar emociones, estar cansados, aburridos… en fin, eso no es portarse mal, es ser un ser humano en una etapa cerebral diferente a la adulta.
¿Cuántas prácticas que se entienden como educativas en la familia parten de esta violencia simbólica?
La mayoría, por no decir todas; en la educación no existen trucos, métodos o prácticas infalibles.
Muchas de las acciones que los padres y las madres intentan implementar, aunque sea de manera inconsciente, están enraizadas en esta violencia simbólica. Es decir, en la manipulación encubierta de las emociones y acciones de sus hijos e hijas para obtener lo que se espera de ellos y en función de las necesidades adultas. Solo hay que echar un vistazo al día a día, desde pórtate bien o los Reyes te traerán carbón, hasta el vete al rincón a calmarte, tienen manipulación, que no haríamos en ningún caso con una persona adulta ¿por qué sí lo hacemos con personas en una etapa en la que todo esto daña sus circuitos cerebrales dejando una huella de por vida?
Has vivido en Madrid, Barcelona y Londres. Por tu experiencia, ¿dónde dirías que se trata mejor a la infancia?
Actualmente vivo en Portugal. Y puedo afirmar que la violencia estructural para con la infancia y adolescencia está en todas partes, además, realizo investigaciones sociales por todo el mundo, y todo está contagiado, es como un virus que se ha propagado y que cada vez va a peor, silenciando a la infancia y adolescencia, teniendo como consecuencia a la sociedad desconectada de estas etapas que tenemos hoy. Es momento de actuar, cuanto antes, para salvar a generaciones actuales y venideras, así como a la sociedad en general.
1 comentario
Es muy interesante la propuesta de la educadora Tania García, en tanto que nos advierte a los adultos acerca de nuestro rol como tales, somos guías, orientadores de niños, niñas y adolescentes y no manipuladores de sus conductas.
Además de padre de un niño soy profesor de escuela secundaria en Buenos Aires, Argentina. Vivo cada día con situaciones de violencia simbólica hacia (NNA), una violencia que es estructural y parte no solo desde una porción del profesorado sino, y sobre todo, de las autoridades políticas y educativas de la Ciudad de Buenos Aires, muy cercanas en su pensamiento y políticas educativas neoliberales al PP y a Vox en vuestro país.
Siguiendo con el planteo de la entrevistada, es nuestra obligación advertir siempre que nuestros hijos, hijas y adolescentes están en un proceso de crecimiento físico, emocional e intelectual, por cual no podemos juzgarlos ni intentar «educar» sus pensamientos y comportamientos desde una mirada adultocéntrica.