La convivencia en los centros educativos es uno de los asuntos que nunca dejan de preocupar. Este inicio de curso, particularmente, con los casos de Melilla y de Almendralejo, en donde se mezcla violencia y abuso de la imagen (sexualizada) de chicas y chicos. Es, además, el segundo año de implantación de la figura de la coordinación de bienestar y convivencia en los centros educativos en un momento en el que Olaguíbel cree que «la pregunta no es qué les pasa a los niños en mi centro, sino qué les pasa a los niños de mi centro».
Hablamos con estas experta de Unicef España sobre la situación de los centros, sobre los límites y responsabilidades que deben asumir quienes han recibido el encargo de ser coordinadora o coordinador en sus centros y cómo crear red con otras entidades.
Este es el segundo curso de implantación de la figura de la coordinadora de convivencia. ¿Qué análisis hacéis de su papel en las escuelas?
El colegio está centrado en la protección. En los últimos años han pasado muchísimas cosas, tanto casos de acoso como de intentos de suicidio, de suicidios. Los niños están realmente pasándolo mal. Por supuesto, no es la labor única de la escuela, ni de este coordinador, pero nos parece que la escuela sí es un factor importante de protección como se vio en la pandemia, ¿no? Cuando la escuela faltó, muchos niños se quedaron desprotegidos. Nos parecía que era un momento muy oportuno para volver a señalar que la Lopivi establecía unas cosas, unas medidas muy interesantes. Es verdad que son muy nuevas en nuestro ordenamiento jurídico y en nuestra sociedad, con lo cual llevan su tiempo que la gente entienda qué un coordinador en este tipo de protección.
Llevamos trabajando tres años ya en establecer una regulación, sus roles, unas pautas, unos principios básicos de actuación.
El curso pasado pareció pillar por sorpresa a las administraciones, ¿cómo está ahora esta regulación de la figura de la coordinación?
Las comunidades autónomas lo han hecho en mayor o menor medida, a través de sus instrucciones de principio de curso, pero de una manera bastante desigual. Es normal también, porque la competencia educativa está transferida.
Nosotros nos hemos esforzado por establecer unos mínimos tanto de competencias como de regulación de su rol, de coordinación con otros actores.
Coordinador de bienestar: la falta de recursos lo deja sin fuelle
Tengo la sensación de que siguen sin estar demasiado claras estas competencias, que el curso pasado hubo mucha confusión…
Sí, exactamente. Quizá todavía hay desconocimiento o falta entender que educar también es proteger a los niños. La pregunta no es qué les pasa a los niños en mi centro, sino qué les pasa a los niños de mi centro. Yo creo que es un poco el cambio que queremos hacer; además de que lo dice la Lopivi y es donde queremos poner el foco. Es una labor de prevención y de protección con los niños.
La Lopivi es bastante exhaustiva en relación a unas funciones muy claves. Nosotros las hemos agrupado para hacerlo un poco más sencillo. Hablamos de que el coordinador tendría que trabajar la prevención primaria, que es toda la que va dirigida a toda la comunidad escolar. Aquí, por ejemplo, habría un plan de uso de móviles en la escuela, uno de excursiones. También un plan de recogida de niños y niñas a la salida…
Luego está la prevención secundaria, cuando hay ciertos indicios ya de malestar. Cuando se detectan casos de abandono, negligencia, divorcios conflictivos en los que los niños están en medio, abusos, acoso escolar, ciberacoso, uso problemático de las tecnologías… Esta prevención aparece cuando se identifican ese tipo de cosas y hay que establecer unas medidas, sobre todo, de coordinación.
Lo que queríamos lanzar con la rueda de prensa era que, como coordinador, no te tienes que poner la mochila de la protección. Es decir, no eres el único responsable. Hay profesionales estupendos que están para eso. Tu labor, como dice el nombre, es el de coordinarles. Es decir, cuando tienes el menor indicio o un profesor habla contigo, serás quien coordine las actuaciones: informo a servicios sociales, tengo una entrevista con los padres, ese tipo de actuaciones, de protección. Porque el coordinador no hace intervención, la hacen los servicios sociales, el sector sanitario, la policía… Estamos hablando siempre del ámbito preventivo.
Y hay que minimizar el daño que han sufrido los estudiantes para que no haya una disrupción educativa. Imagínate un caso donde intervienen servicios sociales, la policía o está en el juzgado. Yo ya he cumplido mi deber, yo no soy juez, no soy policía… Pero ese niño sigue en mi centro, aprendiendo. ¿Qué medidas tengo tomo para que siga aprendiendo? Para que al resto no le acosen por lo que ha hecho; para ver cómo está bien… Estas serían las tres patas de la coordinación.
Desde Unicef nos parece que están muy solos los coordinadores, por eso fomentamos que haya una red de coordinadores. Y que hagan red con todo el resto de personas que trabajan en la protección de la infancia: sus referentes servicios sociales, con el policía que acude para dar charla. Que conozcan quién es su referente del centro de salud. O sea, que hagan una red; es fundamental para su trabajo.
Pensando en quiénes han asumido la tarea en los centros (equipos directivos o docentes del claustro) y escuchándote, me imagino que les faltan como muchas herramientas. Entiendo que lo óptimo es que sean estos profesionales, pero parece complicado con las cargas de trabajo habituales que tienen, ¿no?
Sí, está claro. Lo que proponemos nosotros es que se haga primero un mapeo de riesgos en la escuela, porque no es lo mismo tener un instituto de 1.000 chavales que una escuela infantil de 30. Nuestras herramientas también incluyen unos indicadores para hacer este mapeo. Conforme a eso podrás ver qué horas necesitas.
Nosotros somos partidarios de que sea alguien del centro porque nos parece que esa coordinación. En su día hubo varias propuestas como la de una figura externa que se repartiera entre varios centros. Pero nos parece que es importante que esté en el centro. No tiene por qué ser docente.
Nosotros no hablamos de una carrera específica, pero si quizá deben tener ciertas habilidades. Es decir, más que sea profesor u orientador, sí que tenga ciertas habilidades y, por supuesto, cierta formación. De hecho, pedimos que tenga formación habilitante establecida por cada comunidad autónoma. Necesitan mucha formación, mucho acompañamiento. Y a parte, la ley dice que también coordinen la formación de sus compañeros.
Todo el mundo tiene que estar formado, por lo menos en algunos conceptos básicos de protección y violencia contra la infancia
Nosotros trabajamos con el British Council, que son pioneros porque en Reino Unido, en los países anglosajones, tienen esta figura desde hace muchos años y la consideran fundamental. Es una parte fundamental de su colegio.
Entonces, en el caso del British Council, que es el ideal, dan una o dos horas de formación a todo el personal del colegio porque cada uno tiene su propio papel. Desde la persona que está en la entrada que puede detectar cosas, ve cómo los padres dejan a los niños. O el personal de comedor, el auxiliar, los profesores… Todo el mundo tiene que estar formado, por lo menos en algunos conceptos básicos de protección y violencia contra la infancia. ¿Y qué podemos esperar? Cuando sabes que puedes detectar cosas, identificar estadios precoces de malestar, y que tienes una figura a quien comentárselo y que va a tomar cartas en el asunto, yo creo que tranquiliza mucho. Yo creo que todo el tema de protección nos asusta; pensando que, claro, como dice la ley, tienes que denunciar, asusta. Por eso se trata más de comunicar, de coordinarte.
En el informe de inicio de curso de CCOO se habla de la contratación de 18 o 19.000 personas para este puesto, para desarrollarlo con garantías. No sé si desde UNICEF habéis hecho un cálculo, ni si os parece razonable la contratación de perfiles específicos.
En Reino Unido, por ejemplo, es un puesto independiente, no es profesor, no es personal docente, pero sí del colegio. Si es externo o interno todavía no está resuelto; podríamos ver cuál es la mejor opción, sobre todo porque es algo nuevo, ahora mismo no hay los recursos adecuados.
Sí nos preocupa es que pueda ser tema de diferenciación entre centros educativos, o sea, va a haber centros que se lo van a tomar más en serio y van a poder contratar a una persona porque tienen más recursos o van a poder liberar a un docente ciertas horas a la semana, mientras otros no podrán. Nos parece que esto puede generar que haya centros en los que el niño está más protegido y otros en los que no.
Por esto apelamos a las administraciones públicas a que hagan una regulación con sus principios básicos, a que hagan esa formación habilitante y también les pedimos algo importante: el registro de datos. Se trata de situaciones muy delicadas y la información hay que protegerla muy bien, pero a la vez tiene que estar disponible para rendir cuentas. La ley establece un registro central de información sobre casos de violencia y pedimos que se ponga en marcha porque los datos de los alumnos es algo muy delicado.
Entonces, proponemos esa regulación de las funciones y principios básicos de actuación, su formación habilitante, recursos y, también. Ver cómo hacemos todos para que los datos sean registrados, haya privacidad y revisión de cuentas.
Hace un año me quedé con la sensación de que la ley se aprobó pero no había llegado al sector educativo. Las consejerías de educación no sabían que esto estaba pasando y era responsabilidad suya hacer algo al respecto. Se ha asimilado esta figura a la de la coordinación de convivencia, pero no es lo mismo. ¿Quién ha cometido el error ahí? No sé si el gobierno central no ha sido capaz de comunicar bien a las consejerías de educación lo que se les venía encima.
Es verdad que la Lomloe también contempla esta figura. Se metió porque era algo que afectaba. Sabemos que la Administración ha convocado su Conferencia Sectorial, a las comunidades autónomas, y les ha hablado de esto. De hecho, nosotros hicimos una guía, bueno, María Ángeles Espinosa, una patrona, hizo una guía sobre cómo hay que regular esta figura y se les compartió. Yo creo que ha sido falta de tiempo. Es una figura muy nueva. Pasa lo mismo en el deporte, que también establece esta figura. Está todo el mundo poniéndose ahora en marcha porque realmente es difícil de entender. Cuando nunca la has visto y no has vivido con ello y en tus colegios nunca ha habido esto, es muy complicado de entender el porqué hace falta. Si ya está el coordinador de convivencia, si ya está el de igualdad…
Yo creo que se han dado pasos adelante. Pero ha faltado tiempo, pero vamos dando los pasos. Ahora mismo todas las CCAA lo han regulado, han identificado a las personas que lo van a hacer. Trabajamos con alguna en planes de formación de sus coordinadores.
No sé qué perspectivas tenéis de cómo va a ser este segundo año de implantación. Me decías que ya había comunidades autónomas con las que estáis trabajando para formación y demás.
Formaciones, sí.
Entiendo que queda muchísimo todavía por hacer, pero…
Sí, queda mucho por hacer, pero yo creo que la concienciación de que esto es necesario creo que ya ha calado. O sea, nadie cuestiona la necesidad porque todo el mundo se siente muy apelado por todo lo que está pasando en los colegios. Ya hay cierta masa de profesionales que han acudido a formaciones, tienen ya esa mirada de “esto es violencia, esto es protección, esto es bienestar, esto es malestar”. Este año, bueno, se va a seguir avanzando.
Se ha avanzado mucho en el discurso que les damos los adultos sobre violencia de género, respeto entre los iguales, etc. pero eso es contradictorio con las cosas que ven
Mientras tanto, hemos tenido un inicio de curso duro, entre el caso de Almendralejo, y el de hace unos días de unos chavales de 12 años que le pegaron una paliza en Melilla. No sé cómo interpretas todas estas situaciones.
Antes de que se aplicara la ley quisimos hacer un mapeo de nueve comunidades autónomas para ver qué recursos tenían en marcha para prevenir la violencia y para responder. Con la hipótesis de que si se trabaja más en prevención habrá menos que invertir en protección. Y los investigadores, lo que nos decían, era que la situación actual de las familias, de los trabajos, no ayuda a una presencia de los padres y madres en casa y que sean capaces de contener emociones, de guiar. Es decir, el sistema de trabajo no está ayudando. Hay chavales que se sienten un poco solos y tienen acceso a ciertas tecnologías, herramientas muy potentes, con una edad muy temprana.
Por otro lado, se ha avanzado mucho en el discurso que les damos los adultos sobre violencia de género, respeto entre los iguales, etc. pero eso es contradictorio con las cosas que ven, que siguen en redes, que escuchan de sus cantantes favoritos, en sus series favoritas, en videojuegos. Se encuentran con unos discursos absolutamente contradictorios.
También es verdad que muchos casos los conocemos porque lamentablemente todo se graba y todo se comparte. Las tecnologías, por un lado, son una causa de algunos de esos problemas y por otro son la vía por la que los adultos tenemos constancia de lo que está pasando.
Además, los expertos en psicológica nos alertan de los problemas de salud mental que ven tras la pandemia. Depende de las edades, por ejemplo, los más chiquitines lo que ha pasado es que sus ventanas de oportunidad de desarrollo no se han visto obstaculizadas: gatear, interactuar… En los preadolescentes sus oportunidades de desarrollo de tú a tú, también se han visto mermadas, han tenido mucho miedo, ha habido situaciones en casa muy conflictivas.
Los expertos que trabajan en los colegios dicen que estamos viendo ahora, en algunas ocasiones, los efectos de la pandemia y del encierro. Ojalá hubiera una sola causa para poder atajarla.
En este mapeo les preguntábamos a los chavales, y veíamos que identificaban la escuela y a los profesores como personal a quien le podrían pedir ayuda. Es verdad que un gran porcentaje decía que en su clase no sabría a quién pedir ayuda cuando se encontrara con un caso de violencia, pero sí que identificaban tanto a monitores deportivos y a algunos profesores como unas figuras clave. Los chavales les ven como figuras protectoras, como figuras de confianza, de referencia. Entonces, hay que estar dispuestos a ello, hay que formarse. La escuela creemos que tiene una oportunidad para ayudar en esto. Porque así es como le ven los chicos.
Te quería preguntar precisamente por temas de violencia de género, de abusos o de violencias contra la libertad sexual de la infancia después del caso de Almendralejo y la dificultad que tenemos con la educación afectivo-sexual.
Por nuestra experiencia cuando hablamos con las comunidades autónomas, tenemos relación con todas ellas, vemos que no está en debate, por lo menos hasta donde yo veo o sé, que todos los niños tienen que recibir un cierto tipo de educación afectiva, o afectivo-sexual, como queramos llamarlo, según las edades. Cuando hablas de ello hay que hilar muy fino, porque hay es cierto malestar por algunos contenidos o por ciertos miedos. Pero de verdad creo que todo el mundo es consciente de que la educación afectiva y de relación, no solamente sexual en ese sentido, sino la relación entre iguales, la relación con tus compañeros, la relación con los adultos, cómo cuidarte, cómo protegerte, que tu cuerpo es tuyo es importante… Yo creo que eso no está en debate.
Lo que está en debate, lo que ha generado quizá estos desencuentros, han sido formas de ver, de entender o de interpretar cómo se estaba impartiendo, quién lo estaba haciendo y de qué forma. Pero no soy una persona experta que pueda responderte a cuál sería la manera de hacer esto.
Volviendo a los estragos de la pandemia. Una jefa de estudios en Madrid me comentaba que tenían 16 o 17 protocolos abiertos de otros tantos jóvenes, por intentos de suicidio o autolíticos. Esto les suponía crear una red en el propio centro para vigilar y proteger a estos jóvenes. Mucho profesorado está asumiento una responsabilidad sobre la vida de estas personas que me parece excesiva. Entendiendo el papel protector de los centros, no sé hasta qué punto pueden asumir esta labor.
No te puedo responder. Justamente lo que a nosotros nos preocupa es el tema de salud mental y estamos trabajando a diferentes niveles. Pero la escuela nos parece que la figura aliada para trabajar salud mental, pero para detectar indicios de malestar. Estamos hablando de casos que tienen que llevarse con sanidad, en intervención.
Pero nos parece que esos indicios precoces de malestar son tan importantes. Por eso es tan clave esa prevención secundaria.
No hay una varita mágica para solucionarlos, pero los estadios precoces son las alertas que nos van dando los chavales. Y si estamos atentos, pues quizá se pueda evitar alguno de esos casos o rebajar la tensión. Pero no tengo una respuesta.
Quizás tenemos trivializados ciertos comportamientos, o hay mucho pudor para hablar de lo que pasa, de meterse en la vida ajena
Por estas situaciones pensaba en la posibilidad de la contratación de perfiles específicos para la coordinación de bienestar, con tiempo suficiente, con recursos.
Sí, es muy importante que tengan los recursos, el tiempo y la formación suficientes.
¿Protegemos bien a la infancia en España?
Creo que a todos nos horroriza cuando escuchamos casos de agresiones, de abusos o de malos tratos a la infancia por parte de quien sea. Pero creo que quizás tenemos trivializados ciertos comportamientos, o hay mucho pudor para hablar de lo que pasa, de meterse en la vida ajena.
A eso se suman elementos como las nuevas tecnologías. Siempre va a haber gente que quiere hacer daño a los niños, pero si podemos construir entornos protectores en los que haya profesionales que sepan hacer las cosas, que estén vigilantes, pues quizá consigamos que esto no pase.
Yo creo que la sociedad española realmente quiere ser protectora. Yo sí que veo la sociedad española se vuelca. Pero todavía nos falta quizá mucho por entender qué es violencia hacia la infancia y qué no se puede tolerar.
Pensaba en el paralelismo con la violencia de género, en donde se ha caminado mucho, aunque nos queda muchísimo por hacer. Pero ya ha dejado de ser un problema que pasa dentro de una casa, ya no son el problema de esa familia. Con la infancia tengo la sensación de que todavía es un problema doméstico.
Sí, y todavía se justifica cierta violencia hacia la infancia o cierta negligencia no está mal vista. Pero sí que yo confío en que lo estará, porque la Lopivi ha seguido los pasos de la Ley de violencia de género, se han creado los juzgados especializados que mandaba la ley. Yo creo que los pasos se van dando, pero todavía no estamos en ese punto.