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Este año 2023 tiene lugar el centenario del nacimiento de Lorenzo Milani, el maestro de Barbiana. El eco en nuestro país ha sido más bien débil; sin embargo, no ha sido así en Italia, donde un decreto del mes de abril del gobierno italiano creó el Comitato Nazionale para la celebración del Centenario della nascita di don Milani -entre cuyos miembros figura el español José Luis Corzo , un muy buen conocedor de la vida y la obra de don Milani-, encargado de organizar y ordenar las numerosas iniciativas académicas y sociales que se han programado a lo largo de todo el año.
Es conocido que en 1967, poco antes de su muerte, firmada por los Alumnos de la escuela de Barbiana, se publicó la Lettera a una profesora, que Miquel Martí tradujo al catalán en 1969 y que, a sugerencia de Marta Mata, se tituló Carta a una maestra.
Milani escribió un montón de cartas, la mayoría de las cuales se conservan y han sido publicadas. Pero, de hecho, es autor de un solo libro, de título poco atractivo, Experiencias pastorales, y de estructura compleja. El libro, ya impreso a finales de 1957, salió a la venta en la primavera de 1958, pero ese mismo año la Congregación del Santo Oficio del Vaticano (actualmente Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Inquisición) lo prohibió su difusión y, como suele ocurrir, esta censura dio a conocer a la opinión pública la existencia de aquel cura valiente y marginado. Se trata de un texto de maduración lenta: se empezó a escribir en Calenzano, en 1947, pero acabó cuando Milani ya había sido desterrado en Barbiana. Consta de dos partes: en la primera, con muchos datos, demuestra la inutilidad de las prácticas religiosas habituales (catequesis, sacramentos, fiestas, procesiones, rituales, actividades recreativas para niños y jóvenes…) para una verdadera evangelización y conversión, pensadas para una sociedad agraria, rural y analfabeta; y, en la segunda, también con muchos datos estadísticos, describe y critica las condiciones materiales y sociales (inmigración, vivienda, trabajo…) de la clase trabajadora industrial. Contiene, además, dos apéndices: una carta abierta a un predicador y otra a un cura, don Piero; y una curiosísima Carta de ultratumba reservada y secretísima a los misioneros chinos. Experiencias pastorales se publicó por primera vez en castellano en 1975 (Editorial Marsiega) y en 2004 la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) hizo una nueva versión.
A pesar de su título, Experiències pastorals es también un libro sobre la educación, sobre la escuela y sobre los maestros. Porque, si bien la finalidad de la acción educadora de Milani era hacer buenos cristianos, tenía claro que esto sólo sería posible si se contaba con un buen nivel instructivo, teniendo una cultura general que posibilitara dialogar con todo el mundo y hacerse escuchar, que haz posible una relación seria, productiva y solidaria con uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con el misterio.
A pesar de su título, Experiències pastorals es también un libro sobre la educación, sobre la escuela y sobre los maestros
Y, a partir de ahora, seguiremos algunas de las ideas que Lorenzo Milani incluyó en estas Experiencias pastorales y que me parecen de una actualidad y pertenencia indiscutibles.
Todo el mundo debería tener un mínimo de preparación lingüística y lógica. Sin embargo, cualquier esfuerzo por consolidar y sedimentar una cultura humanística y científica básica sería inútil. Pero estos fundamentos gramaticales y matemáticos requieren tiempo y una atención personalizada y cuidadosa. Llegó a esta conclusión tras comprobar que los sacramentos y las prácticas religiosas de sus feligreses eran pura rutina baladí y vacía de contenido: “La cultura religiosa de los adultos es prácticamente nula… lo que prueba que, aunque los niños hayan hecho mucho catecismo, lo cierto es que no queda nada”.
Evidentemente, unas mínimas condiciones materiales de la existencia son imprescindibles. Pero la miseria, la dependencia no se supera con sólo mejorar las condiciones materiales de vida. La dignidad de los pobres requiere también alcanzar un nivel cultural e intelectual, unas competencias básicas, diríamos en términos actuales, que les permitan sentirse seguros y capaces, con ideales y proyectos de futuro, con suficiente conocimiento y fuerza para hacer frente cuando sea necesario y para ser solidario cuando la situación lo requiera: “Querer el bien de los pobres no consiste sólo en subirles el sueldo, sino sobre todo en subirles el sentido de la propia superioridad, ponerles el miedo en el cuerpo hacia todo lo que es burgués…”.
La desigualdad acaba siendo más determinante y peligrosa que la propia pobreza
Se suele considerar que la diversión, la recreación, leer los periódicos deportivos o las revistas del corazón, los pasatiempos…, ahora diríamos: los videojuegos, chatear o tictoquear, son una prioridad para los niños y jóvenes, una necesidad deseada y placentera que es necesario satisfacer sin discusión. En esto, Milani era absolutamente inflexible: “La escuela es el bien de la clase obrera, la diversión es la ruina… El comerciante es aquél que trata de contentar los gustos de los clientes; el maestro es el que intenta contradecir y hacer cambiar los gustos de sus clientes”.
La desigualdad acaba siendo más determinante y peligrosa que la pobreza misma. Las diferencias abismales entre los sueldos que cobran determinados directivos, artistas y notoriedades mediáticas y los que cobra la mayoría de la gente; la distancia, dentro de la misma empresa, entre lo que ingresan los del bancal de arriba y los que se ensucian las manos, no tienen ninguna explicación razonable y sólo pueden ser fuente de rencores, excentricidades y prepotencias. De igual modo ocurre en cuanto a las desigualdades en los niveles de instrucción, tan vinculados a la condición de clase: “El problema de los pobres no es tanto su bajo nivel instructivo; es mucho más grave y humillando su nivel en relación al de las otras clases… Nos interesa más llenar el abismo de las diferencias que llenar el foso de la ignorancia”.
Milani tiene claro que los niños acceden a la escuela desde posiciones muy distintas en función de su origen familiar. Por eso, la escuela no debería tratar a todos por igual, sino que debería hacer todo lo posible para reducir o anular este hándicap original. Dicho de otro modo, debería volcarse al compensar esta desigualdad inicial. Pero es que, durante los años de escuela obligatoria, esta diferenciación en función del ambiente familiar sigue viva; por eso, la clave estaría justamente en el uso y la función del tiempo no escolar: fines de semana, vacaciones…: “En el fracaso de los niños pobres en la escuela, hay que tener en cuenta la incapacidad de los padres para darles una mano; la falta de libros en casa; los errores frecuentes al hablar; y la costumbre o la necesidad de estudiar en la cocina… Pero lo único decisivo es la forma de usar el tiempo libre”.
Por desgracia, muchos maestros bienintencionados consideran que lo más apropiado cuando se trabaja con alumnos procedentes de familias pobres y poco instruidas es rebajar el nivel de exigencia, las expectativas hacia sus avances, dedicar más tiempo a cultivar emociones y sentimientos, llenar el tiempo con actividades lúdicas y de baja complejidad. El maestro de Barbiana se rebela con indignación contra este tipo de respuestas: “Rechazo adaptarme a una mentalidad de retirada –aquellos que me dicen que uso un lenguaje demasiado elevado, que mis palabras producen más confusión que claridad-, de aceptación pasiva de lo que se da por supuesto: que el pueblo es inferior, que es infantil… Son ellos los que deben convertirse en mis iguales; por eso hago escuela. La escuela es el método necesario, el camino obligado”.
El currículum escolar es una selección cultural profundamente sesgada, a pesar de las correcciones que lentamente se van haciendo
Como concluyeron los especialistas, el currículum escolar es una selección cultural profundamente sesgada, a pesar de las correcciones que lentamente se van haciendo. Es evidente que todo no cabe y que hacer una selección de aquellos saberes que se consideran básicos, útiles y propedéuticos es inevitable.
El primer problema que se plantea, pues, es quien realiza esta selección. Sabemos la respuesta: las administraciones que nos gobiernan, en nombre del pueblo que les ha elegido. Pero también sabemos que los técnicos que realizan el trabajo encarnan el punto de vista hegemónico dentro de las sociedades y dejan fuera todo lo minoritario o alternativo. Por eso, el currículo oficial es descaradamente capitalista y da por hecho que la economía de mercado es algo casi natural. Igualmente es claramente occidentalocéntrica en todas sus dimensiones y disciplinas. Hemos descubierto también que es profundamente patriarcal y que ha ocultado o menospreciado el papel y los trabajos tradicionalmente asignados a las mujeres; que es racista, al sentar las bases de una concepción jerarquizada de las personas en función de su origen, del color de su piel, del lugar de residencia o de sus prácticas culturales. Por todo ello, no debería extrañarnos que el maestro de Barbiana exponga con contundencia que la cultura que quiere transmitir a sus alumnos, la cultura que quiere que vivan, debe ser diametralmente diferente a la que hoy es oficial e incontestada: “ Se trata de no ofrecerles ningún tipo de cultura, sino únicamente el material técnico –lingüístico, lexical y lógico- que les haga falta para fabricarse una cultura nueva que nada tenga que ver con la cultura de la clase dirigente” .
Hoy, que parece que los conocimientos, los contenidos, los saberes, han perdido la partida frente a las competencias, habilidades, técnicas, Milani reivindica la necesidad de una cultura mínima común, que tendría su pilar fundamental en el dominio de la lengua; aquella cultura básica que permite a personas con culturas profesionales diferentes de entenderse, de poder dialogar y discutir en pie de igualdad: “Hoy en día un abogado y un ingeniero disfrutan de un nivel cultural del que el pobre queda totalmente excluido. Entre ellos se hablan de igual a igual, aunque el abogado no sepa ni un borrador de ingeniería, ni el ingeniero de derecho. Por tanto, la igualdad humana viene dada por el patrimonio común de cultura general. Y, en esta cultura, el factor determinante es el dominio de la lengua, la capacidad de expresarse y comprender la expresión del pensamiento de los demás… No se trata tanto de hacer de cada obrero un ingeniero, sino que el hecho ser ingeniero no implique automáticamente también ser más persona”.
Milani reivindica la necesidad de una cultura mínima común, que tendría su pilar fundamental en el dominio de la lengua
Es muy conocido este fragmento de Experiencias pastorales, que habla por sí solo: “A menudo me preguntan los amigos cómo lo hago para llevar la escuela. Insisten en que escriba un método, que les precise los programas, las materias, la técnica didáctica… Equivocan la pregunta. No deberían preocuparse de cómo hacer para llevar la escuela, sino sólo de cómo debe ser para llevarla… Hay que tener las ideas claras respecto a los problemas sociales y políticos, hay que tomar partido. Hay que aspirar apasionadamente a elevar al pobre a un nivel superior… De un maestro así estarían dispuestos a aceptarlo todo: divisiones de tres cifras, verbos, dictado, historia, política, teología, reproches, mal humor. Todas las asignaturas y todas las formas de explicarlas son buenas”.
Qué fragmento tan fantástico para ponerlo a debate con los estudiantes de magisterio y del máster de secundaria; también con los maestros en activo…
Que Milani tenía las ideas claras en relación a los problemas políticos y sociales, podemos comprobarlo en estas palabras que forman parte de la carta a don Piero: “El orden, ya se sabe, no es un concepto unívoco: si lo violan los pobres es un atentado en el Estado; si lo violan los ricos es cosa de la coyuntura económica o es un complejo de cosas complicadas que nosotros, los pobres, no podríamos entender…”.
Seguro que la cancioncilla les suena, ¿verdad?
1 comentario
Excelente artículo, Xavier. Muy bien explicado para los tiempos actuales.¡Enhorabuena!