Comienza una nueva legislatura de la mano de un gobierno progresista y plurinacional, con la promesa de hacer posible una nueva vivencia de la convivencia, basada en las identidades múltiples de tantas españolas con adjetivos igual de importantes: nuestras facetas como hablantes de lenguas y variantes connacionales, sujetos de diversas maneras de vivir el género y la orientación sexual, nuestras biografías como inmigrantes y emigrantes internos con las raíces al aire, visibles y conmovidas; nunca más ocultas y prohibidas, como les pasaba a las “otras lenguas”, hasta ahora, en el Parlamento democrático.
El Colectivo DIME, como su propio nombre indica, ha surgido con el propósito de devolver la libertad de expresión a todas las personas —docentes mediante—, que tenemos algo que enseñar, bastante por compartir y mucho que aprender en cada comunidad educativa. Durante demasiado tiempo ha habido voces expertas que han hablado desde fuera de la educación y mentes burocráticas que han legislado sobre lo que debíamos hacer en las aulas “sin haberlas pisado”. Reconozcamos ese hecho, que ha reivindicado la Marea Verde y ha hecho suyo cierto corporativismo docente, hasta convertirlo en el quid pro quo del discurso conservador.
Muy de otro modo, DIME reivindica un replanteamiento de abajo a arriba de la política educativa, a través de procesos de participación en cada escuela pública, como los que se vivieron en los momentos más brillantes de la revolución educativa durante la anterior década. El mejor ejemplo, probablemente, fueron Les Illes per un Pacte. Hablar de pacto educativo adquiere un sentido totalmente distinto cuando está en boca de docentes, alumnado y familias que quieren hacer realidad el sueño pedagógico, sobre el terreno y en el espacio de nuestra vida cotidiana. Nuestro compañero Manuel Fernández Navas ha colocado la piedra angular para ese borrado y cuenta nueva en el reciente artículo “Cambiar cosas para que todo siga igual” (El Diario de la Educación, 17/10/23).
Somos mucha gente quienes deseamos convertir la educación en un abanico diverso y plural de prácticas de libertad
No estamos pensando en cuatro amiguetes, sino en la mayoría de las AMPA, los sindicatos de estudiantes y los Movimientos de Renovación Pedagógica que han cobrado nuevos bríos: Teachers For Future – Profes Por el Futuro de España (TFFS), herederas directas de la Institución Libre de Enseñanza (en palabras de María José Parejo, El bosque animado), la Red/Xarxa de Educador@s per a la Ciutadania Global (RECG), las redes de aprendizaje docente y de escuelas en aprendizaje permanente (CdeA, Escola Nova 21, plataformas de ABP y ApS); en tanto en cuanto estamos de acuerdo en anunciar un cambio de era educativa: el retorno de la pedagogía exiliada. No nos referimos solamente a los modelos centenarios de la Escuela Moderna y la ILE o la escuela republicana, que constituyen un patrimonio malbaratado; sino a las experiencias francamente ninguneadas por una reforma educativa adiestradora de leguleyos, en vez de formadora de maestras y docentes capaces de rehacer los modelos educativos.
Así pues, somos mucha gente quienes deseamos convertir la educación en un abanico diverso y plural de prácticas de libertad, que amplíen las oportunidades de toda la infancia y la adolescencia, comenzando por menores que han sufrido exclusión e incluyendo a quienes han sido expulsados, de hecho, del sistema educativo, a consecuencia de una biografía plagada de fracasos. Culpar a la infancia y la adolescencia de la brecha que separa a ricos y pobres educativos es todavía más injusto que acusar a los pobres por su pobreza en cualquier sociedad.
Al contrario, el diseño universal y el paradigma de la inclusión nos obligan —ya está escrito en las leyes: la sección IV de la Lopivi, además de la Lomloe— a detectar, prevenir y eliminar los obstáculos contra el aprendizaje: las dinámicas culpabilizadoras y los sesgos académicos que amenazan el bienestar de la infancia y la adolescencia más vulnerable en territorios de exclusión: los barrios de renta baja, las zonas rurales desagregadas y desescolarizadas, en grupos segregados o en zonas de marginación dentro del aula, allí donde tienden a sentarse chicos y chicas que han perdido toda esperanza (Dante, Divina Comedia, canto Tercero) y experimentan su estancia como un tormento, entre absentismo y expulsiones.
Dicho en plata: es imposible la inclusión si no comienza por enseñar y practicar la pedagogía de los cuidados. Ese será nuestro objetivo como Colectivo DIME durante el próximo año, en colaboración con la RECG y el concepto de Buen Vivir que viene de la América originaria; y con TFFS, porque el cuidado de nuestros cuerpos inteligentes (embodied minds) es inseparable de una auténtica reconexión con los biomas y con el futuro de nuestra especie, aquí y ahora: las demandas anticipadas de las próximas generaciones contra el cambio climático.
Para conseguir ese cambio de paradigma necesitamos recursos humanos: equipos de educación social inclusiva, docencia compartida, apoyos en el aula
Ahora bien, ¿cuáles son los deberes que le encargamos al nuevo gobierno? Para conseguir ese cambio de paradigma necesitamos recursos humanos: equipos de educación social inclusiva, docencia compartida, apoyos en el aula. Pero no estamos pensando en una carta de los Reyes Magos, a pesar de las fechas. No queremos que nos compren ni nos regalen, sino que abran un debate participativo y plural por un nuevo pacto, gracias a la escucha atenta y el reconocimiento de la realidad en cada comunidad educativa.
Creemos en la utilidad de la tecnología educativa, pero no confiamos en que el capital tecnológico por sí mismo pueda conquistar nuevos espacios de libertad. Para hablar con esperanza de un Aula del Futuro, habría que diseñar escuelas democráticas de abajo arriba, donde el alumnado mediador y ayudante haga innecesaria una disciplina basada en el Panóptico, como denunció hace 60 años Michel Foucault. No hay futuro deseable que no se fundamente en el diálogo y el reconocimiento de cada ser humano en ciernes. La IA tiene mucho que aportar a las prácticas pedagógicas, como herramienta de una retroalimentación sencilla, clara y comprensible a los productos finales del alumnado. Así lo viene anunciando nuestra compañera María del Mar Sánchez en diversas publicaciones.
Tampoco queremos una nueva ley. Debido al exceso de burocracia, las leyes en favor de la inclusión han dificultado la mejora del sistema, paradójicamente, porque no contemplaban la necesidad y la viabilidad de los nuevos modelos: ecoescuelas, CdeA, círculos de aprendizaje, talleres, laboratorios educativos, clubes de lectura y escritura creativa, proyectos realmente interdisciplinares gracias a un horario generoso para la coordinación docente y la formación en el propio centro, a través de la práctica y la reflexión racional sobre esta.
Pedimos con una sonrisa que nuestra representación política se aproxime a la realidad, en vez de hacer generalizaciones bienquedistas sobre la meritocracia y el sistema de becas, como ocurrió en el reciente debate de investidura. Ni estamos de acuerdo con las supuestas ventajas de la meritocracia, ni creemos que un sistema de becas basado en las calificaciones aporte oxígeno para la recuperación del alumnado víctima de la exclusión, dado que no está en condiciones de acceder a notas altas. Con ese principio no llegaremos a otra parte, sino a la misma realidad.
Nuestra esperanza para salir del laberinto burocrático y de las dinámicas excluyentes se funda en un retorno de la pedagogía, sin disfraces burocráticos, sobre la base de las 51 propuestas que realizamos en periodo preelectoral. Las hemos debatido y ampliado con ocasión del I Encuentro DIME (Magisterio, 23/09/23), a la espera del nuevo gobierno, en torno a siete capítulos. Os invitamos a utilizarlas como detonador del debate en torno a un nuevo pacto social sobre la educación que queremos. Soñar es de gente sabia y de mentes despiertas.