Lo primero que debemos tener claro es que lo que se evalúa no es tanto el producto como los aprendizajes que desarrolla cada uno mientras hacen (o intentan hacer) el producto. Por ejemplo, pueden aprender mucho y que luego el producto no se pueda presentar por algún incidente: una maqueta que se cae, una impresora que no funciona, un miembro del grupo enfermo el día de la presentación oral… En los trabajos individuales debería regir el mismo principio: se evalúa lo aprendido, no lo producido.
Es muy común perder de vista los objetivos de aprendizaje. Imaginemos que tomamos una competencia específica del currículum de Biología y pedimos a los alumnos que hagan una investigación en grupos y, como producto final, realicen una presentación digital. Le damos importancia a la creatividad o la estética de la presentación y se nos olvida el objetivo de biología… Tener siempre presentes los criterios específicos de la competencia en cuestión nos ayudará poner el foco en los aspectos más importantes y a detectar distractores, ladrones de tiempo o cosas de cara a la galería. Hay que evaluar lo que cada uno está aprendiendo de cada uno de los objetivos marcados. Por ejemplo, una propuesta didáctica rica puede incluir competencias asociadas a distintos ámbitos; en nuestro caso: una de comunicación y otra de biología, que habrá que dotar de sentido y desarrollar… sin que ninguna de ellas eclipse a la otra. ¿y si revisamos nuestras rúbricas para comprobar que se ajustan a los objetivos iniciales?
En los trabajos en grupo, los estudiantes hacen las cosas juntos o de manera coordinada. Solo podemos acompañarlos si los hacen en el tiempo lectivo y si los pautamos según la autonomía de cada uno, para lo cual es imprescindible una exploración cuidadosa de los conocimientos previos de cada estudiante.
Aunque el trabajo se haga en grupo, el aprendizaje es personal, por lo que desde mi punto de vista no tiene sentido poner una nota de grupo (cosa que yo misma he hecho por inercia). Ponerles una nota conjunta y que el grupo se reparta los puntos es otra propuesta que genera mucho malestar ya que se los reparten por compromiso y resulta profundamente injusto. De hecho, no tiene demasiado sentido poner una nota a unos aprendizajes que se van a seguir trabajando a lo largo de un curso o de un ciclo, porque una nota se interpreta como un final de proceso. Lo que interesa para mejorar el aprendizaje es una evaluación formativa que detecte errores, reconduzca lo que sea necesario y anime a los estudiantes a hacerse nuevas preguntas. Y, por eso, la evaluación se hace mientras están desarrollando el trabajo.
Finalmente, en lugar de agobiarnos anotando datos y observaciones de cada estudiante a lo largo de todo el proceso, me parece más interesante que sean los propios alumnos quienes seleccionen los momentos más relevantes de su aprendizaje y los reúnan en un porfolio, que puede servir de base para entrevistas personales y de evaluación, tanto formativa durante el proceso como sumativa al final del curso o del ciclo, siempre tomando como referentes los criterios específicos de evaluación competencial.
2 comentarios
«Es muy común perder de vista los objetivos de aprendizaje.» Quizá deberíamos añadir que, en ocasiones, no somos capaces de que el alumnado los entienda y, en la peor de las situaciones, de que los docentes, los hayamos definido claramente.
Estoy de acuerdo Christian, y creo que se debe a que se le da poco tiempo al «objetivo». Los docentes no suelen dedicar tiempo a explicar y entregar tiempo a la comprensión del objetivo a los estudiantes. Pareciera que el objetivo de la clase es algo que los docentes desean cumplir, pero no realmente los estudiantes.