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El 22 de mayo se celebra el día de la Diversidad Biológica. Sin embargo, a pesar de decenios de acuerdos, convenios y normas que instan a la necesidad de proteger la naturaleza, las investigaciones científicas nos alertan de que estamos en la sexta extinción masiva de especies y que ésta, a diferencia de las cinco anteriores, es debida causas antropogénicas. El papel de la educación es central para construir sociedades que valoren la biodiversidad en toda su dimensión, que se sientan parte de la compleja red de seres vivos del planeta y que tengan un papel activo en su conservación y expansión.
La LOMLOE, ley educativa vigente, supone un avance en el desarrollo de las temáticas ecosociales, entre ellas, la relacionada con la diversidad biológica. Tras su aprobación, en FUHEM hicimos un exhaustivo análisis del texto legal con el fin de identificar los aprendizajes ecosociales clave, que promueven una educación más sostenible y justa, y facilitar su conexión con el marco legal y también con el trabajo en las aulas. A continuación, destacamos los aprendizajes ecosociales que tienen mayor relación con la biodiversidad y su conservación, y que pueden dar pie a reflexionar sobre esa diversidad biológica en peligro:
- Interiorizar la ecodependencia humana. Es central ser conscientes de que dependemos de la biodiversidad, desde las minúsculas bacterias o el fitoplancton, hasta las grandes ballenas azules o las milenarias secuoyas, pasando por las lombrices, las medusas, las algas, los cultivos del huerto escolar o nuestras mascotas. Todas las especies tienen un papel en la trama de la vida y aportan algo valioso al conjunto, Homo sapiens es una especie más de los millones con los que compartimos el planeta.
- Venerar la biosfera. La naturaleza merece ser respetada y apreciada de una forma intrínseca. Nuestra existencia está unida a diversidad biológica, no podemos seguir alentando la idea de que es posible (y sensato) someter y explotar la Tierra a nuestro antojo. Para ello necesitamos transitar hacia una cultura ecocentrista, que aprecie la biosfera como un todo y que se maraville de todo lo que acontece en ella. En este sentido, es imprescindible volver a reconectarnos con la naturaleza, ya que se ama lo que se vivencia y siente.
- Comprender que la biosfera (y las sociedades) son sistemas complejos, con interrelaciones y realimentaciones que hacen difícil prever y entender la vida en toda su dimensión. Un engranaje de vida que funciona como un todo, en el que los continuos ajustes, la cooperación y las simbiosis tiene un papel trascendental.
- Conocer cuáles son las bases del funcionamiento de la Tierra y comprender el papel de la biodiversidad en las funciones vitales que nos permiten subsistir. Por ejemplo, conocer el papel de las bacterias, hongos e invertebrados en la fertilización de los suelos y el cierre de ciclos; de las plantas y algas fotosintetizadoras que usan la energía del Sol para producir materia orgánica; las relaciones de cooperación que aseguran los equilibrios dinámicos y facilitan la expansión de la diversidad y de múltiples formas de adaptación a los nichos ecológicos, etc.
- Entender la sexta extinción masiva como parte de una crisis civilizatoria que hace que sea urgente construir un nuevo pacto con la naturaleza y hacer propuestas transformadoras que vayan a la raíz de los problemas que causan la pérdida de biodiversidad.
- Asumir la incapacidad humana para controlar la complejidad de la vida del planeta y tener una actitud crítica hacia soluciones de “final de tubería” de carácter tecnocientífico, que están sujetas a limitaciones. Por ejemplo, los bancos de semillas o la cría en cautividad de especies en peligro de extinción pueden tener utilidad, pero no serán eficaces si no se conservan los ecosistemas de los que dependen y en los que deberían poder desarrollarse.
- Valorar soluciones a la pérdida de biodiversidad y deterioro de los ecosistemas que vayan a la raíz de los problemas, generando estilos de vida que coexistan en armonía con todo lo vivo. Para ello necesitamos cuestionar lo que comemos, lo que consumimos, la energía que usamos o como nos transportamos, poniendo en el centro el cuidado de la naturaleza.
- Valorar la biomímesis (imitar la vida) como estrategia resiliente, que permita seguir las enseñanzas de las soluciones que ha encontrado la naturaleza para expandirse, adaptarse y transformar el entorno, a lo largo de millones de años de coevolución entre las especies y el medio físico. Por ejemplo, valorar la agroecología, la arquitectura bioclimática o la economía ecológica como propuestas integrales biomiméticas.
Se están llevando a cabo muchas iniciativas en los centros educativos que van en la buena dirección. Entre ellas, los huertos escolares, las renaturalizaciones de patios, mirar de cerca los “bichos” que sorprenden al alumnado de primaria o las acciones en favor del medio que se desarrollan en plena naturaleza, son actividades indispensables para recomponer los vínculos rotos con la trama de la vida, desde las emociones y lo vivencial.
Necesitamos construir un nuevo pacto con este planeta singular que habitamos, un pacto entre la naturaleza y la sociedad. Un cambio cultural que venere la vida, que dé gracias a todo lo recibido, que reconozca nuestra ecodependencia y que admire la belleza de la diversidad biológica. No podemos poner en riesgo este bagaje maravilloso y acompañar al alumnado para que admire y se apasione con los aprendizajes que nos da la naturaleza, promoviendo una actitud humilde ante la trama de la vida y una actitud crítica ante lo que causa su deterioro.
1 comentario
Estupenda narración que nos induce y anima a avanzar para mejorar nuestras relaciones biológicas a través de aprender socialmente entre tod@s