La reinvención del multilateralismo como concepto y como práctica es uno de los mayores desafíos que enfrenta la comunidad internacional de cara a tomar las decisiones requeridas para sostener un planeta más habitable. Bajo este tamaño desafío, se vienen dando pasos significativos con el fin de sentar las bases para avanzar hacia una humanidad más cooperadora y solidaria a través de un multilateralismo propositivo, componedor y generoso.
Un paso de alta relevancia a escala mundial es la aprobación por consenso por los Estados miembros de la Unesco de la “Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible”, en el marco de las deliberaciones de la 42ª reunión de la Conferencia General de este organismo en noviembre de 2023. Dicha recomendación no solo constituye una actualización de la adoptada en 1974, sino esencialmente implica el compromiso de una humanidad concienciada en forjar futuros mejores y sostenibles para las nuevas generaciones.
Más recientemente, en febrero del 2024, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) puso en marcha la Red Iberoamericana de Educación en Derechos Humanos y para la Ciudadanía Democrática con el objetivo de contribuir a la convivencia democrática y la mitigación de factores como la polarización y la desafección alrededor de la democracia en la región, en un momento social complejo y de diversas crisis transicionales como la política, la digital, la cultural, la migratoria o medioambiental.
Esta iniciativa configura una prueba del liderazgo de la OEI en la región para abordar temas candentes que están en la agenda pública regional y buscar tender puentes, acercar sensibilidades y asumir la hondura y complejidad de estos temas desde una pluralidad genuina y una convergencia efectiva de ideas, enfoques y paradigmas.
Durante el lanzamiento de la red, surgió un intercambio que resultó por lo demás estimulante y propositivo que marcó la necesidad de profundizar en los asuntos relacionados a los derechos humanos y la democracia desde enfoques universalistas y plurales, así como un claro reconocimiento de que se trata de un tema a todas luces controversial. Uno de los riesgos radica en que su abordaje puede dividir más que integrar a la región en torno a ideales y aspiraciones compartidas. Al hilo de estas acotaciones identificamos cinco posibles ejes de discusión.
El primero tiene que ver con reafirmar una noción comprehensiva, interconectada y vinculante de los derechos humanos como tema transversal del currículo y de la pedagogía a lo largo de todos los ciclos educativos y bajo visiones de formación a la largo de toda la vida. Los derechos humanos, que engloban aspectos políticos, sociales, económicos, culturales o de género se deberán poder ejercer y efectivizar en la sociedad, para que la educación en derechos humanos tenga legitimidad y sostenibilidad, y en todo caso, reduzca las brechas entre, por un lado, lo que se pretende educar y, por otro, las realidades que distan mucho de reflejar lo que se predica.
El segundo de los ejes radica en resignificar el poder transformador de la educación para combatir los peligros que trae consigo el cuestionamiento de la democracia y que contribuyen a minar las bases de convivencia. Alternativamente a posturas que llevan a la desafección en derechos y a la erosión de la democracia, una educación transformadora asume decididamente el desafío de educar, por una parte, a partir de los diálogos e interdependencias entre los humanos construyendo en base a sus coincidencias y diferencias, y, por otra, conformando con la naturaleza un ecosistema protector y solidario.
El tercero de los ejes alude a desarrollar una ética del respeto y del cuidado intergeneracional en valores y referencias comunes que se sustenten en principios de justica social. También una ética de reparación de situaciones de inequidad y desigualdad que provienen de larga data y que, en particular, penalizan severamente a los más vulnerables. La empatía intergeneracional es clave para identificar y construir sobre bases y espacios comunes, de convergencia en torno a visiones solidarias y componedoras de la sociedad, y de recorrer sendas que nos reafirmen en un sentir democrático apropiado. No es solo cuestión que los jóvenes sean consultados, sino que sean empoderados, participen y se hagan responsables por sus presentes y futuros.
El cuarto de los ejes tiene que ver con la necesidad de argumentar, convencer y evidenciar que la democracia es gobierno del, para y por el pueblo. Que en efecto la democracia es a la vez, y de manera interconectada, control del ejercicio del poder, deliberación y participación en la arena pública, apego al pluralismo, tolerancia al que no piensa igual a uno y apreciación de la diversidad desde un amplio espectro de afiliaciones y vivencias. Que cada elección en democracia no debería implicar poner en riesgo su existencia e identidad, y evitar que sea entendida y dramáticamente vivida como cambios de régimen, como parece suceder en diferentes regiones del mundo.
El quinto de los ejes plantea el debate entre las narrativas sobre el devenir de las sociedades. Planteamos la posibilidad de espacios comunes, que se erigen sobre un universalismo, que distanciándose de posturas ilustradas que definen como universal y hegemónico lo propio de una región o de un país, conjugan la coexistencia armónica y constructiva de credos y valores particulares con el reconocimiento y el apego a valores universalistas.
En resumidas cuentas, la OEI pone a disposición de la región la red antes mencionada, que se entiende como un espacio que, desde el compromiso ético con una visión comprehensiva de los derechos humanos y de apuntalamiento de la democracia como modus vivendi, reafirme la identidad y vocación inclusiva, solidaria y pacífica de Iberoamérica a partir del activo más valioso que tenemos: la educación.