¿Cuál es el propósito de la educación?
Siempre que pienso en educación, pienso en cómo esa palabra ha cambiado de significado a lo largo y ancho de nuestra historia… en cada momento histórico ha significado cosas diferentes y se ha visto influida por las fuerzas contextuales de cada momento. No obstante, si hoy quisiera perfilar el propósito de lo que significa educar a una persona, que nos sirviera para casi cualquier momento y lugar, diría que la educación tiene como misión proveer a las personas de un estado de desarrollo que les permita al menos tres cosas en el mundo: socializar: entender y formar parte activa de su comunidad; sustentarse: ser capaz de cuidar la vida y la salud en su sociedad de una forma digna; y subjetivarse: ser capaz de mirar críticamente a su entorno y trabajar por cambiarlo para mejorarlo (nada de esto se me ha ocurrido originalmente a mí, pero me parece que es una buena idea recordarlo siempre).
El mundo, la sociedad y la comunidad en la que vivimos hoy, es un mundo digital… da igual si nos sentimos más o menos influidos por él, da igual si tenemos más o menos conciencia de su impacto en todas y cada una de las cosas que nos rodean (sí, desde el amanecer que vemos cada mañana, hasta el olor del romero de la paella o el sabor del mar en Bali, ese olor, esa vista, ese sabor, están influidos por un montón de cosas que pasan en el mundo impactadas por lo digital)… lo cierto es que el mundo para el que educamos a las personas es el mundo influido por lo digital. Ni siquiera es que haya dos: el digital y el físico, es que el mundo incluye ambos (a eso es a lo que llamamos post-digital). No se trata sólo de cómo usamos la tecnología, o de si decidimos usarla o no (aunque tengo serias dudas de la capacidad de las personas para dejar de usar la tecnología), sino de que lo digital ha cambiado nuestro mundo. El mundo de la gente que aprende.
En el momento en que partimos de esa certeza, debemos empezar a hacer análisis más profundos acerca del papel de la tecnología en nuestra vida y de la educación en la vida de las personas que se educan, y por supuesto de la escuela.
Lo digital “no mejora” o “empeora” la forma en que la gente aprende. De hecho, si supiéramos que cambiando una sola cosa de la educación todo “mejoraría” o “empeoraría”, siempre, ya lo habríamos cambiado… Lo digital ha tenido tal impacto en la vida de las personas que ha cambiado radicalmente la forma en que la gente sobrevive, se relaciona y se rebela, además de cómo se genera el conocimiento y hasta la forma en que las personas aprenden. Lo que es necesario aprender hoy para una persona que quiera sustentarse, socializar y subjetivarse, no es igual a lo que tenía que hacer antes de lo digital. No es una cuestión de moda, es una cuestión de mantenimiento del bienestar, de socialización responsable y de empoderamiento ciudadano.
¿Y eso implica pantallas en las escuelas? Sí, sin duda ¿A todas las edades, en todo momento, para todas las actividades? No, seguro.
¿Y entonces? Entonces necesitamos una ciudadanía y unas familias responsables, y un cuerpo docente que, desde el conocimiento fundamentado –no solo desde la opinión de haber convivido con niños– sea competente como docente para un mundo digital. No digo que use esto o aquello en el aula, sino que sea consciente de su rol y de su responsabilidad en el mundo de hoy. Eso implica que tenga el suficiente conocimiento de su materia especialista, pero además el conocimiento pedagógico teórico y práctico que le permita tomar decisiones fundamentadas, sobre qué es lo mejor para que su estudiantado aprenda habilidades que le permitan sustentarse, socializar y subjetivarse en el mundo de hoy. Eso implica cuestiones que tienen que ver con el desarrollo de las personas, con cuestiones éticas recién surgidas o mutadas, con lo que es necesario aprender de “pongaaquieltemaqueleparezcamásrelevante” en el mundo de hoy, que puede que no tenga tanto que ver con lo que era importante para mí aprender cuando yo lo aprendí, y tiene que ver con ese mundo de hoy que es como es, y en el que la brecha de los que usan lo digital de forma eficiente y piensan en su mundo de forma global y compleja, y los que no lo hacen, es cada vez mayor.
Eludir el asunto de las pantallas en la sociedad, en las familias y en las escuelas, sacándolas de nuestra aula, prohibiéndolas de la escuela, es tan ineficaz como tapar el sol con un dedo para protegernos de sus radiaciones.
Existen intereses no educativos detrás del perverso discurso de hacer aprendizaje adaptativo con IA que prediga lo que serán las personitas de primaria en 20 años, y también detrás de aquellos que quieren poner el dedo en el sol para no verlo. “Tapando el sol”, prohibiendo pantallas y dispositivos, eludimos la responsabilidad de formarnos, de cambiar de opinión o de dinámicas de relación, de renovar nuestra visión del mundo (que entiendo que cuesta mucho trabajo), de repensar cada día lo que significa ser docente, y problematizarlo de forma realista. Pero a la vez, y seguramente sin querer, apoyando este movimiento de “sacar a las pantallas” como única meta, eludimos la reflexión profunda de lo que significa la educación y el sistema educativo en ESTE mundo en el que vivimos.
Eludiendo hablar de lo que pasa en las pantallas y tapándolas para ignorar que siguen ahí, eludimos también conversaciones y discusiones de fondo sobre los modelos de familia, de relación, modelos institucionales, de formación. También eludimos decisiones políticas que implicarían la responsabilización REAL de los gobiernos acerca del tipo de tecnologías que llegan a la ciudadanía, de cómo funcionan y operan los grandes mercados de lo digital (la tecnología en educación y en salud son de los mercados más importantes del mundo) y también de cómo opera el mercado del negacionismo (hay una importante cantidad de gente cuyo único discurso es el anti-discurso y de ese también se sacan dividendos en formas diversas).
Me preocupa mucho que los gobiernos territoriales propongan medidas y manden a hacer estudios (ignorando interesadamente los metaanálisis y los metaanálisis de metaanálisis –perdonen el galimatías– que YA HAY hechos sobre el tema) cuya única meta es acallar colectivos electoralmente “problemáticos”. En cambio, me alegro sinceramente de vivir en un supraterritorio (me refiero a la UE) que asume la carga de responsabilidad de lo que hay y lo que viene, e intenta ofrecer recomendaciones que, al menos de momento, se han puesto del lado del futuro de la ciudadanía, incluso a costa de no seguir el desenfrenado ritmo de las supuestas revoluciones (solo hay que ver nuestra legislación europea sobre uso de la IA).
Hace mucho tiempo que sabemos que la educación DEBE ser SITUADA (sí, hay investigación educativa desde hace años). Eso significa que la educación debe ser un espacio de desarrollo de las personas para su mundo. Educar con tecnología dentro o fuera de las escuelas no significa entregar un dispositivo abierto a una persona y dejarle que “se busque la vida” a toda hora, en todo momento (eso no lo hemos aprendido ahora en investigación educativa, de eso estamos hablando desde tiempos de la tele), y menos aún un dispositivo conectado a aplicaciones que tienen como objetivo la explotación de la atención de las personas. Educar HOY, es educar con tecnología y para el mundo con tecnología; pensar responsablemente en el sistema educativo implica conseguir compromisos serios para que la escuela represente un lugar donde las personas aprendan para ESTE mundo.