El Abandono Escolar Prematuro (AEP) (1) es uno de los principales retos con los que se enfrenta el sistema educativo español. Con un 20% de jóvenes de 18 a 24 años que han adquirido como máximo la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y que no siguen ningún otro tipo de estudio o formación, España se sitúa a la cola de los países europeos en este ámbito. Así, a pesar de la importante disminución de las cifras de AEP a consecuencia de la crisis -pasando de un 31,7% en 2008 a un 20% el pasado 2015- sigue presentando unos niveles muy por encima de la media europea (UE-28 11%) y de la meta establecida para España en la estrategia 2020 de la Comisión Europea (15%) (Eurostat, 2016).
El AEP, por tanto, es un problema de primer orden no solo por los efectos negativos que tiene en los y las jóvenes que dejan los estudios prematuramente sino por el efecto que genera en las oportunidades de desarrollo económico, social y cultural del conjunto del país.
A menudo el AEP se ha explicado (y justificado) como un fenómeno vinculado con factores externos al sistema educativo y frente al cual, por tanto, no se puede hacer nada desde la política educativa. Los factores pull (asociados fundamentalmente a las características del mercado laboral y a la estructura productiva de un determinado territorio) serían desde esta perspectiva los principales causantes del abandono. Si los jóvenes dejan de estudiar es porque ‘les llama’ una incorporación laboral inmediata con sueldos relativamente elevados. Esta explicación, evidentemente, tiene parte de razón. No se puede entender de forma global el AEP sin aludir a las características del mercado laboral. Sin embargo, adolece de dos grandes omisiones. Veámoslo.
En primer lugar, es imprescindible señalar que el AEP se vincula directamente con patrones de desigualdad social y que su explicación, por tanto, no se puede desligar de los mismos. De hecho, todos los datos ponen de manifiesto que las probabilidades de abandonar el sistema prematuramente son altamente desiguales en función del género, el origen migratorio y el estatus socioeconómico y cultural de los estudiantes (Eurostat, 2016; IVIE, 2013). Así, los chicos, de nivel socioeconómico bajo, extranjeros y provenientes de minorías étnicas son los que más abandonan el sistema educativo. Y ello, no se explica solo por las oportunidades que tienen diferentes grupos sociales para integrarse en nichos laborales con distintos niveles de cualificación sino también, y sobre todo, por una distribución ampliamente desigual de las posibilidades de éxito escolar.
En segundo lugar, pues, es fundamental tener en cuenta que el sistema educativo español adolece de una serie de debilidades estructurales en términos de igualdad de oportunidades para que todos los alumnos alcancen el éxito educativo.
El reciente informe que hemos elaborado para Save the Children muestra claramente los déficits del sistema educativo español tanto en términos de equidad como de calidad educativa. A modo de ejemplos: el gasto público en educación se situa sistemáticamente por debajo de la media de los países de la OCDE, las becas y ayudas para el estudio están infradotadas económicamente, las tasas de repetición siguen siendo de las más altas de la OCDE y lo mismo sucede con las competencias académicas del alumnado. Es más, los datos existentes ponen de manifiesto que las probabilidades de repetir curso, de adquirir elevadas competencias académicas o de conseguir el graduado de ESO están, de nuevo, marcadas por el perfil social del alumnado: según datos de PISA 2012, al mismo nivel de competencia en matemáticas, lectura y ciencias, un alumno de nivel socioeconómico bajo tiene 4 veces más probabilidades de repetir que un alumno de nivel socioeconómico alto. Asimismo, un alumno de nivel socioeconómico bajo obtiene 90 puntos menos en matemáticas que un alumno de nivel socioeconómico alto; y lo mismo ocurre con el perfil social de las tasas de graduación en ESO, si bien los datos oficiales no disgregan esta variable en función del estatus socioeconómico del alumnado.
Podemos afirmar, pues, que más allá de los factores pull, existe un amplio margen de maniobra para intervenir sobre el sistema educativo español y elevar sus niveles de equidad de forma que abra posibilidades de éxito para todos los estudiantes.
El AEP, sí se explica por factores push, por factores internos del sistema educativo que, de modo agregado, reproducen los patrones de desigualdad social. Así, garantizar las oportunidades de éxito educativo para todos los estudiantes implica intervenir sobre el conjunto del sistema educativo, actuando especialmente sobre aquellos aspectos que refuerzan las desigualdades iniciales entre el alumnado, fomentan su desvinculación escolar y amplian, en suma, los riesgos de abandono escolar de los grupos sociales más desaventajados.
Solo con una política educativa integral diseñada en clave de equidad podremos luchar contra el abandono escolar. Evidentemente, garantizar un sistema educativo socialmente justo pasa también por actuar sobre las condiciones sociales y económicas sobre las cuales se construye la desigualdad social. Este, sin embargo, será objeto de debate de otro artículo.
Aina Tarabini. Geps-uab.cat
(1) El argumento del artículo se desarrollan en profundidad en el informe ‘Los principios de un sistema educativo que no deje a nadie a atrás’ elaborado por miembros del GEPS-UAB para Save the Children-España (https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/los_principios_de_un_sistema_educatico_que_no_deje_a_nadie_atras.pdf)