Médica de formación, la vida y sus propias decisiones han llevado a Karoline Fernández de la Hoz a la dirección del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe). Hasta aterrizar en el observatorio, Fernández había desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Salud Pública. “Aparentemente no puede no tener mucho que ver, pero desde Salud Pública el objetivo del trabajo es la población general y los grupos vulnerables”, explica. De ahí saltó al Oberaxe: “Filosóficamente, este sitio era apropiado y me interesaba mucho”. Entre las atribuciones de este organismo está vigilar el mundo educativo reflejo, dice, del racismo “inherente a la sociedad”.
¿Hay racismo en las aulas de España?
Hay racismo en todas partes. El racismo, la xenofobia, de alguna manera son inherentes a la sociedad, y por tanto también existe en las aulas. Si pensamos en cómo desarrollamos nuestro conocimiento, aprendemos a través de la abstracción, la generalización y la clasificación de objetos en categorías. Clasificamos el mundo y a las personas, y depende de cómo se aplique, si se utilizan indicadores como la apariencia, la nacionalidad o la religión, se pueden llegar a crear estereotipos y prejuicios y aplicar ideas generales a personas individuales en vez de las particulares de ese sujeto. Los niños en concreto aprenden primero a conocer un grupo de personas cercano que le cuida, el endogrupo, y otro lejano de gente de la que desconfía. Es otra forma de clasificación. Esto significa que al final tenemos que aprender a convivir, a aceptar a los demás, lo diverso. Y podemos aprender de una forma tolerante o intolerante.
¿Tenemos datos sobre esta materia?
Un estudio del Ministerio de Sanidad sobre discriminación revela que en la escuela uno de cada cuatro alumnos dice haberla sufrido. Los colectivos más discriminados son el magrebí y el subsahariano. A nivel general, Eurostat, en su Eurobarómetro de 2012, explicaba que la causa de mayor discriminación es el origen racial o étnico, tanto en España como en Europa. Pero la discriminación puede ser sutil, no aparente, o llegar a situaciones de acoso y violencia, que son las que sí podemos detectar. Incluso las cosas sutiles hacen daño a la persona, porque se siente humillada, maltratada, porque lo sufre por pertenecer a un grupo, y si alguien es marroquí no va a dejar de serlo. Están expuestos a que les pase algo en cualquier momento por ese motivo. Esto genera una ansiedad y un daño que es mayor que si te pegan en una pelea normal por una causa menor.
Pero los niños son un folio en blanco, ¿no? Uno piensa que no deberían tener prejuicios per se.
El folio en blanco se empieza a escribir muy rápido. Los niños, de bebés, ya diferencian quién es la gente cercana a ellos y quién no. Algunos expertos dicen que la violencia de género empieza a prevenirse en grupos de tres años ya. Hay cosas que empiezan a pasar desde que son pequeños. Todo lo que sea trabajar la diversidad, la inclusión, la diversidad de los demás, hay que enseñárselo a los niños desde muy pequeños, desde preescolar.
¿Están formados los profesores para acometer este fenómeno del racismo y la xenofobia?
Es variado. Hicimos una pequeña encuesta a los primeros participantes de los primeros seminarios que organizamos en la que les preguntábamos si pensaban que se producen incidentes racistas en sus centros educativos y el 89% creía que sí. Les preguntamos también si creían que pasan desapercibidas y el 96% dijo que sí. Sin embargo, solo el 3% piensa que el profesorado tiene suficientes herramientas para luchar contra este fenómeno. Las comunidades autónomas están haciendo un esfuerzo con protocolos y planes de convivencia, pero hay que seguir trabajando. Ante un incidente de acoso a un niño no es fácil saber qué tienes que hacer. Lo que nos puede parecer que se debe hacer -juntar a agresor y agredido y preguntarles qué ha pasado- es lo contrario de lo que hay que hacer. Hay que tener cuidado. Hace falta formación y herramientas. Por otra parte, hemos cambiado de población en España. Teníamos una población muy homogénea y ahora hay más de cinco millones de extranjeros y 632.000 son menores de 16 años. En el curso pasado había 8,1 millones de alumnos, de ellos 715.846 no eran españoles. La mayoría se concentra en las escuelas públicas, y en algunas zonas hay una gran densidad de extranjeros que requiere trabajo para integrar y convivir. La diversidad es una ventaja, aporta riqueza y como tal hay que tomarla, no como un obstáculo. Donde se toma la diversidad como una ventaja, los alumnos de esos centros van a generar más capacidades.
Los centros saturados de inmigrantes, ¿provocan más racismo o al revés?
Depende del trabajo que se haga. En los centros que tienen una proporción de alumnos extranjeros elevados, el profesorado o la dirección se sensibiliza y tienen que tomar medidas porque otros alumnos nacionales no quieren ir. En muchos sitios se han puesto a trabajar y consiguen resultados estupendos. Un ejemplo es el IES Francisco Montoya, de Las Norias (Almería). Tiene un 70% de extranjeros y ha apostado por estrategias para mejorar la convivencia y por adquirir valores y educar en multiculturalidad. Les está yendo muy bien. Utilizan alumnos mediadores que se ocupan de resolver los conflictos en primer lugar. Están entrenados y disponibles en horario escolar y hacen resolución pacífica de conflictos.
En muchos patios de colegio, las niñas en general ocupan un pequeño espacio, las musulmanas están en una esquina juntas, los niños con discapacidad en otro juntos y el espacio central son los niños blancos nacionales jugando al fútbol. A quien no se fije igual le parece normal, pero no lo es, significa que los niños no están integrados. Hay que trabajar estas cosas. En el proyecto IN-CLUDED, por ejemplo, una de las cosas que se hace son las comunidades de aprendizaje, que implican a todas las personas que tienen que ver con la comunidad educativa de manera directa o indirecta en el aprendizaje de los niños. Incluir a profesores, padres, vecinos, miembros de ONG, etc. Este tipo de actividades ayuda a mejorar la inclusión no solo en el centro educativo sino en toda la comunidad.
Ha mencionado antes que hay indicadores que adelantan que se van a producir conflictos o incidentes. ¿Cuáles son?
Son cosas que pasan, las vemos y no les prestamos la suficiente atención -este es uno de los problemas muchas veces- porque “son cosas de chavales”. Por ejemplo, conductas discriminatorias con alumnos: un chico al que sus compañeros ignoran; alumnos a los que sus profesores no les hacen caso; que lo que digan o hagan niños de ciertas minorías se ignore; niños que son rechazados de algunas actividades; que cuando hay algún incidente siempre se piense en que ha sido fulanito; ser nombrado por el grupo al que se pertenece. También pasan cosas curiosas, como que hay profesores que estimulan a los niños a seguir con los estudios, pero a según qué grupos (gitanos, por ejemplo), como seguramente no van a estudiar no les estimulen. Si un niño es víctima de algo, puede haber indicadores de ello como el absentismo o que llegue sistemáticamente tarde porque no quiere entrar al colegio a la vez que los demás. Hay cosas a las que creo que se le presta poca atención, pero si a un niño le están pasando algunas de ellas, el daño que sufre es importante. Creo que todos las hemos visto, pero igual no les hemos dado la importancia que tiene.
¿Nos preocupamos más por algo que ha pasado siempre y no nos parecía tan grave o antes nos preocupábamos de menos por situaciones que deberían habernos hecho sonar alguna alarma?
Nos preocupamos más, pero creo que está bien. También nuestra sociedad es mucho más heterogénea que antes. Para integrar esa diversidad necesitamos trabajar, ser cuidadosos y prestar atención. El rechazo al diferente existe, es fácil manifestarlo. Si hay muchos diferentes es más fácil que ocurra con más frecuencia. Ocurren las dos cosas: le prestamos más atención, pero también hay más diversidad.
¿Qué hay que hacer cuando se detecta un incidente con tintes racistas o xenófobos?
A muy grandes rasgos, hay que actuar con la víctima, con los agresores y con el alumnado en general. Y hay que hacerlo de forma inmediata. Es necesario mantener la calma con todo el mundo. Una cosa que es importante es no ignorar el incidente: lo que ha pasado ha pasado. Los niños igual no lo pueden resolver solos y la víctima se va a sentir desprotegida si se dice que es una cosa de chavales. En los centros donde hay protocolos hay que activarlos. Con la víctima hay que hablar, pero hacerlo sin que sea evidente y sin hacerle preguntas que la culpabilicen. Hay que explicar qué se va a hacer, tanto a la víctima como a la familia. Hay centros que tienen establecida la figura del camarada protector, otro alumno que le acompaña. Esto es importante. Con el resto del alumnado, por un lado, es importante hacerle saber qué se va a hacer en el centro escolar. Que el centro manifieste públicamente que no acepta los incidentes violentos o de acoso. Hay algún colegio que cuando ha ocurrido algún incidente ha escrito una carta a todos los padres en este sentido. Es importante que las víctimas sepan que lo que les ha pasado no se va a repetir y que el centro será un factor protector. Con los niños que agreden hay que intentar tomar medidas para que se hagan responsables. Sanciones proporcionadas, pero educativas para que aprendan a ser responsables y empáticos, que probablemente el que lo hace no lo es mucho y necesita un aprendizaje. No hay que estigmatizarlo tampoco, debe saber que a él se le valora, pero no a sus acciones.