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Hace unas semanas Jaume Carbonell publicó una entrada en su blog alojado en este periódico en el que hablaba del libro Escuela o barbarie de, entre otros Enrique Galindo. Este, a su vez, escribió una respuesta a dicho artículo y, nuevamente, Jaume Carbonell escribió un texto en el que daba respuestas a algunas de las cuestiones planteadas por Galindo. Entre las cuestiones de las que hablaba se encontraba una reseña al libro. Hoy publicamos en este espacio un texto del autor de dicha reseña. En los comentarios de esta pieza, las lectoras y lectores podrán leer una brevísima respuesta de Jaume Carbonell.
En su respuesta a Enrique Galindo, Jaume Carbonell hace referencia a la reseña crítica del libro Escuela o barbarie publicada en el blog de Marea Verde Málaga. Como autor de dicha reseña me veo en la situación no buscada de tener que responder. Según Carbonell, la reseña en cuestión es “una loa por todo lo alto”… “salvo alguna ligera discrepancia”.
1. Lo que Jaume Carbonell llama loa por todo lo alto, ¿de qué se trata? De una breve y sintética exposición de las, a mi juicio, tesis centrales del libro comentado, Escuela o barbarie. Es lo menos que puede esperarse de una reseña que haga justicia a su objeto y lo respete. Que haya acertado o no en dicha exposición y en la identificación de dichas tesis en un libro tan complejo, no me corresponde juzgarlo. Pero identificar las apuestas teóricas claves en torno a las que se articula la argumentación, se esté o no de acuerdo con ella, es un paso imprescindible para que la crítica se enfoque a lo sustancial del libro y no a cuestiones puramente adjetivas o a afirmaciones fuera de contexto. Es lo que, en mi opinión, les ocurre a quienes, como Carbonell, manifiestan diversos grados de enfado ante los supuestos ataques arbitrarios a la pedagogía y los pedagogos progresistas o de “izquierda” en el libro al que nos referimos. De esta forma los debates en torno al tema se convierten en agotadores cruces de malentendidos.
Por ejemplo: todo el mundo parece compartir -¡faltaría más!- la crítica al neoliberalismo y sus desastrosos efectos sobre los sistemas de enseñanza públicos. Pero incluso en ello hay un cierto malentendido, pues con frecuencia se parte de una visión bastante estrecha del neoliberalismo, entendido casi exclusivamente bajo el tópico de “más mercado y menos estado”. Por el contrario fundamental partir de una concepción más amplia y compleja del neoliberalismo para entender la contribución de la educación a las nuevas formas de constitución de la subjetividad neoliberal (el individuo empresario/a de sí mismo, móvil y flexible,…) y el papel relevante de ciertas corrientes, tendencias y prácticas pedagógicas (“las metodologías salvíficas”, “el fetichismo de la innovación”, …) Se trata de una cuestión política: bajo el neoliberalismo estamos asistiendo a la constitución de una nueva escuela… capitalista, una nueva escuela de masas sometida a la lógica del mercado y de la libre elección de centros por parte de las familias que va mucho más allá de la producción de mano de obra asalariada precaria. Y como toda “nueva escuela”, esta también tiene su “escuela tradicional”.
2. Para intentar avanzar críticamente en ese sentido añadí a la reseña lo que Jaume Carbonell llama “alguna ligera discrepancia”: plantear el problema de la materialidad y el espesor institucional del sistema escolar actual y sus funciones en la nueva sociedad del capitalismo neoliberal; conjugar la defensa de la escuela pública (que hay que conservar) con la crítica de lo que la escuela actual tiene de capitalista y de dispositivo de disciplina y control, delimitando lo mejor posible qué hay que cambiar en la escuela actual (y qué hay que conservar y defender). En definitiva: introducir una problemática sociohistórica y política (la lucha de clases en torno a la institución escolar) que, si bien no está ausente en Escuela o barbarie, al adoptarse una perspectiva filosófica, recibe una atención marginal y no siempre con la claridad necesaria.
Pues si hay una tarea que me parece urgente, preocupación que creo que comparten los autores de Escuela o barbarie, es combatir un cierto uso perverso de la sociología al que se inclina la doxa pedagógica progresista y alertar sobre el moralismo progresista de los discursos pedagógicos y sociológicos que promueven entre los enseñantes una práctica más educativa que instructiva y más afectiva que formativa, como advirtieron Cristian Laval y otros en La nouvelle école capitaliste.
La confluencia de la obsesión por las innovaciones, las mejoras, los avances,… con la lógica del capitalismo se refuerza en su fase neoliberal. Desde los lejanos tiempos y edad de oro de las escuelas de verano y en paralelo a la despolitización creciente de los movimientos de renovación pedagógica, ¿cuántas veces habremos tenido que oír o leer (especialmente en Cuadernos de Pedagogía) frases como estas, elegidas al azar entre cientos de ellas?: “El énfasis no debe situarse en la asimilación de la cultura privilegiada….” o “El propósito educativo de la escuela ha de fortalecerse en la actualidad más si cabe que en épocas anteriores”. En pleno proceso de aplicación de la LOGSE, se llegó a abogar por una “escuela postmoderna”. Y así -postmodernidad y neoliberalismo obligan- hemos ido descendiendo por una pendiente que amenaza con llevar a niños y jóvenes, sobre todo de clases populares, a ese “auténtico ‘arresto domiciliario cultural’”: en aras del “enriquecimiento del individuo”, del sujeto de “experiencias, pensamientos, deseos y afectos”, no se trataría ya de ‘hacer intelectuales’ sino de acabar con la ‘violencia simbólica’ que se ejerce sobre los jóvenes y les impone una norma cultural extraña, para adaptarse a su “cultura propia” acorde con su “medio”.
Puede que a Jaume Carbonell y, en general, a los adalides de la innovación estas cosas les parezcan sutilezas irrelevantes y trasnochadas.
3. Me consta que a muchos compañeros y compañeras, quizás al propio Jaume Carbonell, les preocupan estos problemas. Pero sigo sin explicarme por qué misteriosas razones, en cuanto piensan-hablan-actúan en clave pedagógica, lo olvidan. ¿O creen que con las innovaciones adecuadas podrán resolverlos?
Habiendo renunciado la izquierda a combatir las desigualdades sociales con las armas de la política, sigue queriendo encontrar la solución ilusoria de dichas desigualdades -la famosa “igualdad de oportunidades” o “la equidad”- en los cambios educativos y las tecnologías. ¿Si las desigualdades sociales no se producen en la escuela, la escuela podrá combatirlas? En todo caso, si el sistema de enseñanza puede contribuir en algo a la lucha contra las desigualdades (de capital cultural), no será condenando la adquisición de conocimientos y saberes como cultura elitista, privilegiada, obsoleta y aburrida, como cosas de la «escuela tradicional», ni cediendo a la ilusión del relativismo postmoderno y el multiculturalismo, sino asegurando el acceso de todas y todos por igual al acerbo de conocimientos y saberes comunes, al disfrute y la producción cultural.
¡De acuerdo! Esta tarea es tremendamente complicada y difícil, sobre todo para el profesorado. ¡Claro que sí! Todo en la escuela y, más allá, opera en contra, especialmente desde que, gracias a la escolarización generalizada de los jóvenes procedentes de las clases populares, irrumpieron en las aulas “los excluidos del interior” (P. Bourdieu). Pero eso no quiere decir que tengamos que renunciar. Pues el sistema de enseñanza será tanto más un aparato de disciplina y control -de subjetivación- cuanto más se dedique a desvalorizar los conocimientos frente a los valores educativos, cuanto lo más importante no sea el conocer, sino el ser. Mientras que en una perspectiva que privilegie lo instructivo y la enseñanza, el foco está puesto en el conocimiento, el saber y la razón, en una lógica educativa el peso recae en la conducta y el gobierno de las emociones y afectos del sujeto.
En todo esto juega su papel la doxa pedagógica progresista y en particular la obsesión por “cambiar la escuela”… pero ¿qué escuela? Por supuesto lo que llaman la “escuela tradicional”, esa escuela siempre obsoleta y siempre inadaptada respecto a los famosos vertiginosos cambios de la sociedad… en este caso la sociedad neoliberal. Poco importa si los neoliberales son los más interesados en cambiar justamente esa misma escuela. Razón por la que se entiende que algunos elementos del discurso neoliberal formen parte de la doxa pedagógica progresista hegemónica y ello de la forma más natural.
Poco importa que esa “escuela tradicional” que tanto molesta a unos y otros casi por igual incluya los pocos elementos aún salvables de lo que merece con todo rigor el nombre de escuela pública.
P.S. Para situar al lector y que pueda contextualizar lo que acaba de leer, quizás sea necesario aclarar que Enrique Galindo, uno de los autores de Escuela o barbarie, en su respuesta a un artículo de Jaume Carbonell en el que criticaba dicho libro, aludió a la reseña crítica que publiqué en el blog de Marea Verde Málaga calificándola de “una crítica de verdad”, lo cual agradezco, obviamente. Por razones que desconozco, esto no agradó a Jaume Carbonell pues en su contrarréplica se refiere a ello en un tono de displicente y altanera suficiencia (“Vaya, que para el sr. Galindo las críticas de verdad son aquellas que les dan únicamente la razón. Sin comentarios”. Negritas de Carbonell, cursivas mías) y en unos términos tras los que parece insinuarse algo así como amiguismo, chalaneo o crítica por encargo (“las escribe un compañero que tiene previsto organizarles una presentación en septiembre”, “loa por todo lo alto”, “ligera discrepancia”). No es lo más apropiado desde luego para mantener un debate tan importante. Son estos comentarios, por lo demás sorprendentes y algo cómicos, los que me han llevado a entrar, con el presente escrito, en una polémica en que no estaba en absoluto interesado y de la que espero poco. -Por lo cual, abandono la palestra…
¡Ah! La presentación en Málaga será el próximo día 9 de septiembre a las 7 de la tarde en el local del sindicato CGT. ¡Están todas invitadas! ¡Salud y buen comienzo de curso!