Cuando Sara Giménez empezó a estudiar Derecho en Zaragoza era la única gitana de toda la universidad. Más de 20 años después, esta abogada, directora del departamento de Igualdad y Lucha contra la Discriminación de la Fundación Secretariado Gitano sigue rompiendo barreras y acaba de ser nombrada representante española en el Comité Europeo contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo Europeo. Giménez, que creció viendo cómo sus allegados sufrían discriminaciones de todo tipo, dedica su vida profesional a perseguir los estereotipos que afectan a los gitanos y a contribuir al cambio de mentalidad que, asegura, ya se da entre el pueblo.
¿Qué significa su nombramiento como representante española en la Comisión Europea contra el racismo y la intolerancia?
Para mí es un orgullo, una gran responsabilidad y un reto que el Estado español te designe como experta para una materia en la que crees firmemente y en la que hay mucho que avanzar en España y Europa. Y como mujer y como gitana también. Que una mujer gitana esté en un espacio de responsabilidad como este da un vuelco, da un cambio en la participación de los gitanos en espacios de toma de decisiones, espacios de responsabilidad. También marca el cambio que ya hay mujeres gitanas profesionalizadas, expertas. Visibiliza el cambio del pueblo gitano.
No parece que haya muchas mujeres gitanas profesionalizadas. ¿O es una percepción solo?
Todavía no somos muchas. Aunque la comunidad gitana en los últimos 30 años ha tenido un avance muy grande. Hay que tener en cuenta el marco histórico para valorar la evolución: en los reglamentos de la Guardia Civil se decía hasta el 77: “Vigilar escrupulosamente a los gitanos”. Hemos dado en inclusión social un salto de gigante: creo que hay más mujeres y jóvenes gitanos formados y capacitados de los que la gente ve. Pasamos desapercibidos porque somos invisibles y no cumplimos un patrón que la gente tiene. Pero el 63,4% de la población gitana no termina la secundaria obligatoria. Ahí se ve la brecha de igualdad en el campo educativo y todo lo que falta por hacer al Estado y a la propia comunidad. No somos tantos y, a los que somos, no se nos ve.
El 63,4% de los gitanos no acaba la secundaria obligatoria. ¿Qué está pasando?
Hablamos del derecho fundamental a la educación. Por un lado, hay un reto pendiente en el Estado: necesita establecer medidas concretas para garantizar un derecho.Ha habido los típicos programas de compensatoria educativa o para la incorporación del alumnado, pero no dan una solución a un problema tan global. Faltan medidas específicas. Tenemos un programa que hemos puesto en marcha llamado Promociona que aborda la situación del alumnado gitano en el salto de primaria a secundaria. Y los resultados son buenos. Cuando trabajas con la familia, con el alumno y con el centro a tres bandas da frutos. Si hay buenas experiencias el Estado debe asumirlas y ponerlas en marcha. Por experiencia el entorno al que se enfrenta un niño o una niña gitana en primaria o secundaria en muchos hogares no es el mismo que en niños no gitanos. A veces no tienes unos padres formados que te puedan ayudar, o que tengan capacidad económica para llevarte a clases particulares o comprarte los materiales. Por otro lado, los gitanos han tenido a veces esa sensación de vértigo, ese miedo a la pérdida de identidad por formarse. Tenemos que romper con eso. Los gitanos que nos hemos formado y profesionalizado acabamos siendo abanderados y apreciamos mucho los buenos valores que tenemos en nuestra cultura. Creo que es un poco de todo: del entorno, de la visión de vida que hemos tenido los gitanos. En la parte educativa, en ESO, es necesario que el Estado aporte medidas concretas.
De universidad no tenemos datos. Pero yo sí he visto cambio desde que estudié. En mi ciudad yo estaba sola. Ahora hay una cantera, diez o doce chavales en ciclos superiores o formación universitaria. Estamos en una buena dirección y con impulso. En 5-6 años se ve un cambio de nueva generación.
¿Está empezando a cambiar entonces la manera de pensar de los gitanos?
El gitano español está totalmente evolucionado. Las formas de vida son distintas: las familias viven en viviendas individualizadas, y cuando empiezas a tener una independencia familiar necesitas tener un empleo y una educación que te permita vivir con dignidad. Y esta visión de vida la tenemos la nueva generación de gitanos. Se aprecia más la educación, las puertas que te puede abrir o a tus hijos. También hay un cambio en la profesionalización, en la inserción laboral. Antes la mayor parte de los gitanos se dedicaban a la venta ambulante. Ya no. Ahora hay mujeres gitanas en centros comerciales, en supermercados, hombres reponedores. No todos los gitanos van a ser universitarios de repente. Pero la profesionalización, el cambio mental, viene también por el trabajo por cuenta ajena y las vías que la educación te da para poder conseguirlo.
¿Está invisibilizado el pueblo gitano?
La realidad y la heterogeneidad del pueblo gitano, sí. Creo que hemos tenido muy malos programas televisivos, en prime time, además. Y han contribuido a tergiversar la realidad, a mostrar de manera errónea ciertos valores. Nos hace un pueblo muy desconocido y creo que eso es una de las razones del rechazo social y del estereotipo. Hemos estado muy poco en los libros de texto también, por ejemplo. Castilla Y León ha sido pionera en esto, nos han incluido en el currículo. En la educación no se habla de nosotros, se habla de muchos pueblos y orígenes, pero no del pueblo gitano. Esta ha sido una de nuestras batallas ahora y tenemos un compromiso por parte del Ministerio de Educación para que se nos incluya para que seamos visibles desde un punto de vista correcto, heterogéneo y de aporte a la historia y la cultura.
¿Usted ha sufrido discriminación en sus propias carnes?
¿Qué es discriminación? ¿Que a mis compañeros no les parezca gitana y les sorprenda que lo sea? Eso sí lo he vivido. Me dicen: “Contigo no es”, porque no lo parezco. También es discriminación que se mezcle el poder económico o el clasismo. Que me traten distinto que a mi hermana en determinados aspectos para mí es discriminación. Veo esos tratos, las sutilezas de la discriminación. En mi entorno hemos tenido problemas para comprar o alquilar vivienda por apellidarnos Giménez Giménez en una localidad en la que se identifican estos apellidos con la comunidad gitana.
¿En qué escenarios típicos se da la discriminación?
Cada año visibilizamos los casos en los que hemos trabajado en el departamento de igualdad de la Fundación. Es una media de 150. He hablado de vivienda porque, aunque tengas la capacidad adquisitiva, tienes el rechazo del dueño —es muy típico que la agencia o el dueño digan: “Ni moros ni gitanos”—. Junto a tu derecho a la igualdad y la dignidad humana están vulnerando tu derecho a la vivienda. Personas que entregan sus currículums y, por los apellidos o en la entrevista se les identifica como gitanos, no acceden al puesto de trabajo. Tenemos problemas con jóvenes en formación y tienen que hacer prácticas y un determinado encargado o empresa no quiere a un grupo de gitanos. Las mujeres gitanas en los centros comerciales o supermercados hasta cierto punto sufren el acoso del guarda de seguridad porque parece que por ser gitanas van a robar. También en el acceso a discotecas. Esto no es derecho de admisión, es racismo puro y duro. Vemos también cómo la discriminación cotidiana campa a sus anchas por las redes sociales. El discurso de odio antigitano, páginas webs antigitanas… También hay colegios que han negado plazas a jóvenes gitanos y luego resultaba que sí que había plazas para ese curso. Esta es la realidad de las personas con las que trabajamos y que se atreven a contar sus casos.
En lo educativo me preocupa la segregación escolar. Hay centros donde hay porcentajes de gitanos totalmente desproporcionados. Eso no es educación inclusiva. Ese es un problema global, incluso la segregación dentro de los propios centros. Si hay tres líneas, se aglutinan a determinadas minorías y grupos en algunos grupos.
Entiendo que no es un asunto que se arregle de un día para otro, pero, ¿por dónde van sus propuestas? ¿Es todo cuestión de educación de la sociedad?
No, no. Hablamos de defensa de derechos fundamentales. Tenemos una legislación bastante completa. La última reforma del Código Penal en materia de discriminación ha mejorado para que haya más posibilidades de aplicarlo, pero tenemos pendiente una ley integral de igualdad. Todo comportamiento de rechazo y discriminación que atenta a la dignidad de la persona pero no constituye un delito está en un in albis legislativo. Hay comportamientos racistas que nadie sanciona y quedan impunes. La medida preventiva sensibilizadora es importante, pero la legislativa y sancionadora también. Que los jueces, fiscales, abogados estemos bien profesionalizados y sensibles con esta materia también es importante. Pero ha habido avances. Se han creado 52 fiscalías de delitos de odio y discriminación. Las unidades policiales han creado servicios específicos de delitos de odio y discriminación. No nos olvidemos de las víctimas. El 90% no denuncia. De lo que yo conozco por mi trabajo, las personas que tienen asimilado el rechazo desconfían de la respuesta del sistema, a veces no conocen sus derechos. La infradenuncia me preocupa. Si no te dejan entrar en una discoteca no te vayas a otra, pide la hoja de reclamaciones, tenemos que saber ejercer nuestros derechos.
Ha insinuado antes algo, pero, ¿tiene alguna culpa de lo que le pasa el pueblo gitano? ¿Hay autocrítica?
Cualquier persona, ante el rechazo, se refugia entre los suyos. Tenemos una trayectoria histórica muy mala. Llegamos a España en 1425. Toda nuestra historia viene precedida por prácticas antigitanas. A los gitanos se les mandaba a galeras, se les apresaba, el Holocausto también afectó mucho a los gitanos. Los Reyes Católicos hicieron una política de asimilación que nos afectó mucho. La trayectoria histórica marca. Parece que hace mucho, pero hasta 1977 éramos ciudadanos de segunda. Con la Constitución empezamos a ganar ciudadanía. También creo que la sociedad ha cambiado y es más inclusiva. Hasta la crisis éramos referencia en Europa en la inclusión gitana. Ha habido programas específicos, la escolarización del alumnado gitano es plena. La sociedad, tras conocer e individualizar, ver que un gitano es buen reponedor o estudiante, rompe ese prejuicio. Los gitanos tenemos que participar y formar parte de la sociedad. Las culturas cambian, se actualizan, se adaptan al momento social en el que viven. Es lo que tenemos que hacer los gitanos; muchos ya lo están haciendo.
“Éramos referencia de inclusión gitana”, dice. ¿Hemos dejado de serlo?
La crisis afectó mucho a la construcción, peonajes, donde había muchos gitanos. Ha habido recortes presupuestarios igualmente en políticas de inclusión social. Hubo programas educativos que mejoraban las posibilidades educativas de los niños. La crisis nos vino bastante mal. Si nos comparas con otros países diría que no hemos dejado de ser referentes. Con ese trabajo que se hizo ya hemos ganado mucho. Lo que tenemos que hacer es, concluida la crisis, volver a las políticas activas.