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Teresa es una joven de 19 años, casi 20. Como muchas otras jóvenes lleva una camisa de grandes rayas verticales, unas gafas de montura retro, los labios pintados de un potente color.
Acaba de terminar un Grado Medio de peluquería. Un oficio que le gusta, aunque cree que está poco valorado. Le gustaría montar su propia peluquería algún día. Pero antes de eso va a seguir estudiando. Ahora un Grado Superior de Integración Social. Es una joven con ambiciones, las ideas claras y la voluntad de hacer lo que cree necesario para hacerlo.
Teresa es una joven gitana a la que una vez, con 12 años, una profesora de Biología, “la recuerdo perfectamente”, le dijo que iba a fracasar como persona. Aquel día no había llevado los deberes hechos. Ante 30 compañeros Teresa lloró. Hoy le gustaría encontrarse con esa docente para hacerle una demostración de cómo no ha fracasado como persona en absoluto.
“Si hoy la viera, le diría: ‘Mira, no he fracasado como persona, no te he dado el gusto de que lo vieses y mira, me saqué el graduado escolar, mi titulación de grado medio y voy a seguir estudiando’”.
Es una de las muchas historias de éxito que pueblan el sistema educativo. Una de las no tantas historias de jóvenes mujeres gitanas que han superado la ESO y han seguido más allá. Y quieren seguir más allá. Es, o debería ser, ejemplo para muchas otras. Pero no solo para las chicas, también para sus familias.
Y más importante todavía, ejemplo para las familias payas que evitan que sus hijas e hijos estén en un centro educativo con personas gitanas y para esas administraciones que poco o nada hacen para evitar la formación de centros gueto en los que la población gitana se queda aislada dentro de sus barrios, sobrerepresentada frente a su número en el vecindario.
La de Teresa es una historia que ha servido para ilustrar el informe Una Agenda 2030 transformadora para las personas y el planeta en el que decenas de organizaciones de la sociedad civil han colaborado para repasar los retos que se le plantean a España para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) previstos para 2030.
El punto 4 de los ODS
El cuatro de estos objetivos es el de una educación de calidad e inclusiva para todas y todos. Y la población gitana, a pesar de los grandes avances que se han dado en los últimos 40 años, todavía se encuentra lejos de los estándares de sus compañeras y sus compañeros payos.
Para Teresa, entre los factores que han hecho posible su progresión dentro del sistema educativo ha sido, primero y primordial, el apoyo de su madre y de su padre. “En mi caso lo tuve por parte de mi padre y de mi madre. Un apoyo súper importante. De hecho ambos me han dicho desde pequeña que como mínimo el graduado. Siempre”.
En segundo lugar, el apoyo que consiguió de manos de la Fundación Secretariado Gitano y algunos de sus programas centrados en hacer actividades después de la escuela, apoyo al alumnado con más dificultades para seguir el ritmo o el apoyo frente a exámenes de toda índole. Ella participó en el programa Promociona, “en el que tenías un profesor que te ayudaba a prepararte exámenes, tareas y cosas que no entendieses”.
Tanto Carolina Fernández, como Mónica Chamorro, responsables de incidencia y educación de la Fundación, insisten en la necesidad de que el sistema educativo se haga cargo de este tipo de apoyos para el alumnado que así lo necesite. Ya no solo personas de etnia gitana, sino alumnado con necesidades educativas especiales.
“Todo el alumnado tiene derecho a la educación, es un derecho fundamental, que no debe traducirse solo en una matriculación”, asegura Chamorro. “Hay que poner los medios necesarios para atender a la particularidad” de cada alumno.
“Para garantizar el derecho a la educación hacen falta apoyos desde el sistema público suficientes y adaptados a cada alumno”, insiste Fernández.
Muchas cosas han cambiado, pero Teresa, a sus casi 20, y escolarizada desde los tres años, todavía recuerda desde muy al principio de su llegada al sistema educativo, el trato que recibió por parte de sus compañeros, también de algunas y algunos docentes, por el hecho de ser gitana. “No entiendo de dónde viene ese miedo que nos tienen”.
“Desde bien pequeña, desde los tres añitos que empecé el cole, notaba la discriminación por parte de alumnos como de profesores por el simple hecho de ser gitana”, asegura. Pero “primero somos personas, después soy gitana. El hecho de ser gitana no te hace ser menos o peor”.
Para ella, entre las cosas importantes que deberían cambiar del sistema educativo, son las clases segregadas en las que solo hay niñas y niños gitanos. “No sé por qué las hacen, al igual que esas clases de apoyo directamente por ser gitano. Me acuerdo, solo por ser gitano te metían. No hacían una prueba para ver qué nivel tenías, o en qué asignatura ibas peor”.
También apunta, ahora que comienza un Grado Superior, y dado que lo hará en un centro público, los estudios deberían ser gratuitos. “Hay familias que no pueden acceder” porque, a pesar de que hay becas, algunas familias no las reciben. “La educación yo creo que, además pública, no debería costar ningún dinero a nadie”.
El informe
El informe Una Agenda 2030 transformadora para las personas y el planeta es un repaso, a través de los datos y también de las personas, de la situación social en España de cara a la Agenda 2030. Trata cuestiones como el acceso a la vivienda, el medio ambiente, las violencias en la sociedad (machista, contra la infancia…) o la realidad de las personas que viven en situación de pobreza o exclusión social. Por supuesto, la educación es uno de los puntos que se tratan.
El documento repasa algunas de las debilidades del sistema educativo y señala a la calidad y la inclusión como dos elementos en los que debe mejorar.
Pone la mirada en la alta tasa de abandono escolar temprano (AET), por encima de la europea en 8 puntos porcentuales. Cifras que empeoran en el caso de estudiantes migrantes o de etnia gitana. En el primer caso su tasa de AET es del 30%; en el segundo del 63,7%. También en la tasa de repetición, que a los 15 años es del 30% del alumnado.
Las becas y ayudas también aparecen mal paradas en el informe, que asegura que tienen un bajo impacto redistributivo. Suponen el 2,2% del gasto en la educación obligatoria, mientras que en la UE la media es del 3,6%. Tienen poco impacto en elementos como el comedor, el transporte, el material escolar, el refuerzo educativo y las clases extraescolares, de manera que buena parte de la población no tiene acceso a parte de estos servicios, frente a sus compañeras y compañeras que sí.
Entre otros problemas, el documento habla del tramo de educación infantil 0-3 y la escasa oferta pública e inversión que se hace desde las administraciones públicas a pesar de su impacto a lo largo de la vida.
Por último, el informe asegura que “el sistema no es eficaz promoviendo el valor de la diversidad y la cohesión social”.
Casos como el de Teresa, de éxito, pueden ilustrar la importancia de que el sistema, las escuelas, las administraciones, la comunidad educativa, se tome en serio el paso por la educación de muchas personas que en un momento dado pueden estar con un pie fuera y otro dentro, esperando que la institución les apoye a continuar para alcanzar el mayor nivel educativo posible.
El aumento de inversión, en cualquier caso, sobrevuela por todo el documento, como parte sustancial para la mejora de las condiciones de trabajo y enseñanza-aprendizaje de toda la comunidad educativa.