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El 30 de enero, Día Internacional de la Paz, es una efeméride consolidada en el curriculum escolar. En 1964, Naciones Unidas lo estableció así conmemorando la muerte de Gandhi, y en 1993 la Unesco lo declaró “Día Escolar de la No violencia y la Paz”.
Paradojas de la Historia, también en 1964 la dictadura del general Franco proclamó en España “los 25 años de paz” en conmemoración de otra efeméride: 25 años desde el final de la Guerra Civil española. El 18 de julio de ese año, se inauguraba en Madrid el Hospital de La Paz que debe a ello su nombre: ¿cuánt@s escolares madrileñ@s de 2019 conocerán esta circunstancia?
El ejemplo no es baladí. Aquel régimen declaró 1964 como “año de la paz” porque se conmemoraban los 25 años del final de una guerra. Y era cierto: en España no había guerra, pero… ¿había paz en la España de 1964?, ¿es la ausencia de guerra condición suficiente para la paz? Éste es el debate educativo que pretendemos estimular mediante este artículo.
Gracias a la OMS y a tantas entidades y profesionales que trabajan en el campo de la salud, hemos aprendido, y así se lo enseñamos a nuestras alumnas y alumnos, que la salud no es solo la ausencia de enfermedad. Análogamente, la paz no debería presentarse en las aulas como la mera ausencia de guerra. Quienes trabajamos en educación tenemos la responsabilidad directa de superar esta visión naif de la paz que aunque bienintencionada, impide profundizar en su conceptualización.
Por descontado, la ausencia de guerra es condición necesaria para la paz. Claro que debemos impugnar aquel lapidario y fatalista aforismo romano del si vis pacem para bellum, incorporando con palabras y hechos el discurso de la no violencia a nuestra práctica educativa. Pero estos posicionamientos deben acompañarse con la misma rotundidad, de un inequívoco compromiso con la defensa de los Derechos Humanos y con la consecuente denuncia de cualquier vulneración en su efectivo cumplimiento.
No está en paz un mundo en el que se conculcan los 30 artículos de la Declaración de 1948 y las posteriores declaraciones y tratados que los desarrollan. No es objeto de este artículo exponer datos sobre el incumplimiento de los Derechos Humanos; son numerosas y accesibles las fuentes a las que se puede acudir para obtener información detallada y actualizada sobre este tema. Pero sí queremos animar a quienes lean este artículo y trabajen en educación, en cualquier nivel, ámbito o territorio, a que reflexionen sobre la cuestión planteada ahora que nos acercamos a la efeméride.
No se trata de renunciar a la antítesis paz/guerra como eje articulador de las actividades escolares en “el Día de la Paz”, sino de incorporar el binomio paz/derechos, promoviendo en nuestras aulas y centros una nueva construcción colectiva del concepto “Paz”. Desde este planteamiento, la paz se configura como un horizonte, como un objetivo deseable pero diferido por la permanente y acuciante negación de derechos en el mundo y en nuestros entornos más cercanos.
Con esta doble referencia a lo lejano y a lo más próximo queremos alertar sobre otro de los riesgos derivados de una conceptualización de la paz como ausencia de guerras: la autocomplaciente y errónea percepción del problema de la paz como algo externo a nuestra sociedad y que sólo afecta a los “países en guerra”. Es frecuente que en las actividades escolares se presente un mundo dividido en áreas en guerra y en paz, planteando en consecuencia el problema de la paz como algo que sólo nos incumbe en tanto que ciudadan@s solidari@s con “los problemas de los demás”. ¿Es correcto este planteamiento?
Indudablemente en nuestro país y en la UE disfrutamos de unas condiciones de vida más próximas a esta paz dualmente conceptualizada: ausencia de guerra y efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos. Debemos hacer consciente a nuestro alumnado de esta situación de “privilegio” en relación a sus iguales que viven (o lo intentan) en regiones del mundo azotadas por guerras y conflictos armados. Pero al tiempo que señalamos esta notoria diferencia, debemos desarrollar dos líneas de aprendizaje: nuestra implicación, histórica y actual, en la generación y el mantenimiento de esas guerras que “son de otros” y la creciente existencia de colectivos que en nuestra sociedad “en paz” viven situaciones de exclusión cuando no de vulneración de un efectivo cumplimiento de sus derechos sociales.
Finalizaremos este artículo compartiendo una modesta experiencia que desde hace tres años venimos desarrollando en nuestro centro educativo como materialización del planteamiento expuesto: la semana “No hay paz sin derechos humanos”.
En la última semana de enero, el Colegio Lourdes FUHEM (Madrid) abre sus puertas a asociaciones, colectivos y activistas que en diferentes ámbitos trabajan “a pie de calle” en la defensa de los derechos humanos. El Departamento de Ciencias Sociales y Filosofía junto al Equipo Directivo, con la colaboración del conjunto del claustro, elabora una programación que garantiza a cada grupo de ESO y Bachillerato un mínimo de dos actividades en horario lectivo con alguna de estas asociaciones y/o activistas.
El derecho a migrar, a la educación, a la vivienda, a la salud, al respeto a la diversidad sexual y a la integridad física, a un medioambiente saludable, a la información, la vulneración de derechos de los pueblos (saharaui, palestino), la denuncia de la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones, entran en las aulas provocando el diálogo y la reflexión colectiva sobre el significado profundo de la paz. La programación se completa con actividades organizadas por l@s alumn@s (este año, un concierto solidario en apoyo a las personas refugiadas), y con exposiciones cedidas por organizaciones comprometidas en la defensa de los Derechos Humanos.
La evaluación positiva de las ediciones anteriores nos anima a mantener la línea pedagógica expuesta y a invitaros a explorarla desde vuestros ámbitos educativos. Porque para transformar el mundo necesitamos que nuestr@s alumn@s se interroguen: ¿puede haber paz sin derechos humanos? Y después, que sepan encontrar las respuestas…