«Nos conformamos, más que con reiniciar la universidad, con hackearla». Con estas palabras Jorge Barrero, director general de COTEC, abría la rueda de prensa de presentación de la campaña que han lanzado bajo el nombre de #Reiniciarlauni. Con ella pretenden acercar a las universidades innovaciones que se están llevando ya a cabo por todo el país. Además, se ha construido un decálogo con dichas innovaciones
Un decálogo que no quiere ser un libro de recetas ni ser cerrado. «Buscábamos el referente interno», aseguraba Ainara Zubillaga, responsable de Educación dentro de la Fundación. El objetivo: mostrar que a pesar de todo, hay universidades en España que están haciendo ya innovaciones y que estas pueden replicarse.
Para Zubillaga, además de que la administraciones, así como la sociedad, puedan y deban realizar cambios para facilitar la innovación en la universidad, de alguna manera, el decálogo que han desarrollado es la demostración de que debe ser la propia institución universitaria la que ha de hacer también los esfuerzos.
«Quien más inventa no es la universidad que ahora está copiando» elementos y actuaciones de las que ocurren y se desarrollan en los centros de primaria y secundaria. Al menos, así lo entiende Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense e invitado a la presentación del decálogo de COTEC.
Para Enguita, donde la universidad sí consigue innovación, por lo menos hasta ahora, es en la investigación que realiza. El reto, pues, es innovar en sus formas de enseñanza «y también en relación al aburrimiento con el mismo modo de transmisión de la información» que se utiliza. Eso sí, más allá de cursos a distancia, por radio o mediante los famososo MOOC, cree que debe poder mantener el entorno que se crea en la institución, es decir, como espacio de socialización, de crecimientos, de creación de redes entre las personas que conforman la universidad. Esto lo ejemplificó con el caso de Mark Zuckerberg y la creación de Facebook: «No lo hubiera podido probar sin Harvard».
Para el catedrático «la universidad no puede inventarlo todo, pero sí ver qué se hace, ‘estar a la última’”. Desde su punto de vista, aquí es clave mirar lo que sucede en otros niveles del sistema educativo, «otros entornos en los que la gente pueda aprender, además de ser enseñada. Más autónomamente, estructuras cooperativas, con apoyo tecnología».
Preguntado más concretamente por aquellos elementos que las universidades podrían copiar de primaria y secundaria, Enguita afirmó que «lo esencial es la transformación de las condiciones materiales de la escolarización», es decir, aquellos modelos que rompen con la lógica de que todo el alumnado aprende lo mismo al mismo tiempo en todas partes, aquellos que transforman «la gramática profunca, la arquitectura metafórica del aula». «Lo que hacen muchos colegios, todavía minoritarios pero visibles, de romper haciendo grupos más grandes con dos o más docentes, rompiendo los horarios habituales, los espacios…». Lo que el propio Enguita llama «hiperaulas» en las que se rompe la lógica habitual de tiempo y espacio, en las que hay tecnología bien utilizada, en las que «se transita de los virtual a lo fíciso, de dentro afuera, con medios muy superiores al libro de texto (que no deja de ser una representación de la realidad)».
En un sentido similar, Ainara Zubillaga ponía el acento en los procesos educativos. Para la responsable de educación de la Funación COTEC, es por ellos por los que habría que comenzar realmente los cambios. «Los profesores (ella imparte docencia en la Universidad Complutense) hemos aprendido a investigar en grupo pero no a enseñar en grupo». Desde su punto de vista, se producen pocos momentos en los que los docentes universitarios compartan asignatura (más allá de repartirse los créditos de una materia) y «eso es un problema porque les digo a los alumnos que tienen que enseñar de manera cooperativa, y nosotros no lo hacemos».
Para Ainara Zubillaga, otra de las claves es abrirse a la sociedad, no solo a la empresa, y tener en cuenta, como Enguita, a otros tramos educativos. Entre ellos, le parece clave la formación profesional y la nula o escasa relación que la universidad tiene con estos otros estudios que también pueden tener carácter de superiores o terciarios.
Innovación distribuida
El decálogo pretende, además de apuntar algunas de las cuestiones que pueden mejorarse en la universidad, ser referencia de dónde se están haciendo actuaciones exitosas e innovadoras. Con ello, señalaba Enguita, se puede distribuir el conocimiento, que se produce en otros centros educativos y que, además, distribuye los riesgos que puedan correrse al implementar cambios, al tiempo que multiplica las oportunidades de quienes los observan.
«La universidad ha de estar atenta y abierta», aseguraba Zubillaga, y «lo hará cuando sea intrínsecamente innovadora». Pero no innovadora solo en la transferencia del conocimiento, que según la experta ya es una realidad, sino en otros elementos como los productos, las relaciones o las alianzas que pueda tejer. Y, además, ha de estar atenta a lo que ocurre fuera, en otras instituciones y organizaciones, en la propia sociedad, porque lo único que es seguro y constante es el propio cambio.