Llegan noticias de China sobre el aumento del número de divorcios después de las cuarentenas por el Coronavirus. No me sorprende: después de las vacaciones de verano en las que la convivencia se alarga e intensifica, siempre se produce un pequeño boom de divorcios. Otro circunstancia similar a la de ahora, se da cuando las parejas llegan a la edad de jubilación y se encuentran una persona frente a la otra, con todo el tiempo del mundo por delante.
¿Qué no puede pasar entonces después de una cuarentena forzada y estresante como la actual? Convivir intensamente con la pareja suele ser poco habitual, y la convivencia normalmente se dosifica con la actividad laboral. Si la pareja está en un buen momento, quizás la pausa sea una oportunidad, pero si está en crisis, lo más probable es que estar las 24 horas del día compartiendo espacio y tiempo, puede hacer que salten chispas.
Y ¿qué pasa en casa, si hay discusiones? Que el ambiente es tenso, y aunque los hijos e hijas no las presencien, sienten lo que está pasando, y lo sufren. Como también sufren algunos de los hijos e hijas de familias divorciadas que, estos días, están viendo como no se ponen de acuerdo sobre con quién deben quedarse, o bien, si pueden o no, seguir haciendo las visitas y los intercambios como siempre.
¿Qué deberían hacer las familias en este momento? Estamos en un escenario inesperado y poco habitual, los juzgados están casi cerrados, aunque puedan atender casos urgentes, no sirve el recurso ni la amenaza a los tribunales para poner las cosas en su sitio. Para los que trabajamos en resolución alternativa de conflictos es un momento especial. Se impone el sentido común, la creatividad y la paciencia para llegar a los acuerdos necesarios.
Sobre todo es obligado pensar y priorizar el no perjudicar a los hijos e hijas y ser conscientes que no debería afectarles la incompetencia de sus progenitores a la hora de gestionar conflictos con la pareja o la ex-pareja. Escuchar con calma lo que se dice, intentar comprender lo que la otra persona intenta pedir, intentar ponerse en el lugar de la otra persona, entender que el momento es complejo y que no habrán soluciones simples, y sobretodo velar porque la salud de nuestros hijos e hijas y la de la sociedad en general no se vea afectada por nuestras discrepancias, eso, simplemente es lo que las familias deben hacer en este momento.