¿Cómo se aprende a soldar por vía telemática? ¿Y a cambiar bujías? ¿Resulta viable afinar un servicio de hostelería mediante videoconferencia? ¿Podemos mezclar componentes químicos en códigos binarios? Las repuestas rayan, en el mejor de los casos, con la ciencia ficción. En el peor (y más realista), con la imposibilidad absoluta.
La continuidad del aprendizaje durante el cerrojo escolar ha sufrido adaptaciones de toda índole. Algunas, originales y efectivas; otras, caducas y monótonas. Pero la tele-educación se ha estrellado con un escollo tozudo: la parte puramente manipulativa, física sine qua non, de la Formación Profesional. “Hay cosas que no se pueden sustituir, competencias que no hay forma de comprobar online: la pericia, la limpieza en los acabados…”, admite José Luis Durán, director de la Escola del Treball de Barcelona, el mayor centro de FP en España con 2.600 jóvenes matriculados en algún ciclo formativo.
También vicepresidente de la asociación FPEmpresa, Durán explica que su centro ha tratado de capear el temporal Covid-19 con dos líneas de acción. Primero, procurando centrarse en el aprendizaje factible a distancia, en lugar de lamentarse por no poder trasladar a los hogares de sus alumnos aquel con esencia presencial. Y segundo, en esa enseñanza práctica, exprimiendo al máximo la realidad virtual y otros recursos de simulación.
Con arraigado espíritu TIC, la Escola del Treball ha logrado una transición suave a la hora de garantizar que alumnos y docentes sigan conectados estos meses. “Trabajamos desde hace años con entornos virtuales de aprendizaje, así que organizarnos en formato digital no ha sido un problema”, explica Durán. Los simulacros de taller, sin embargo, sí han topado con sus propios límites. “Habría ayudado disponer de simuladores que no tenemos y que están a un precio inasequible”, sostiene.
Este director confía en que el confinamiento sirva para encender la bombilla de administraciones y empresas. En el horizonte, una revisión profunda de la FP. “Es un buen momento para apostar por una inversión en herramientas de simulación y realidad virtual. No con la intención de suplir las horas de taller o laboratorio, sino para que se queden como soporte tecnológico que favorezca el aprendizaje a distancia y nos ayude a reducir el consumo energético”.
La casa como taller
Otros ciclos formativos se han prestado a sendas inéditas. La mayoría tendentes a convertir la casa del alumno en aula-taller. Algo solo posible cuando el hogar dispone de materiales más o menos equivalentes a los del centro. No es habitual que una cocina particular cuente con maquinaria industrial, pero en casi ninguna falta una batería aceptable de utensilios. Menos frecuente es encontrar por casa tubos de ensayo o radiales.
Directora del Centro Integrado de FP de Hostelería y Turismo en Gijón, María José Fernández Campos describe algunas iniciativas en este curioso proceso de personalización forzosa: “Se ha tenido mucho en cuenta la situación particular del alumno, qué podía o no hacer. En la cata, por ejemplo, el profesor ha tenido que enseñar con los vinos que había en cada casa. Los docentes han colgado tutoriales, han dado sesiones prácticas por videoconferencia, pero siempre amoldándose a lo que había disponible”.
Al hacer de la necesidad virtud, la directora percibe entre su claustro un golpe de timón pedagógico con destino a metodologías activas. “Todo esto ha derivado en un enfoque individual, con el estudiante siendo más protagonista de su aprendizaje”, explica.
Existen familias profesionales en las que el confinamiento no ha supuesto un impacto traumático. Administración y Finanzas o Informática serían claros ejemplos. Ignacio de Benito, senior manager de la Fundación Bertelsmann (que apoya la expansión de la FP dual en nuestro país), se sirve de una comparación muy gráfica para ilustrar los diferentes niveles de adaptación. “No es lo mismo cumplimentar una nómina que arreglar el motor de un coche”, subraya. Cuando una traslación online óptima parecía inalcanzable, continúa De Benito, una máxima se ha impuesto: “Sustituir el tocar por el visualizar”.
Las consejerías han lanzado, desde el cierre de escuelas, multitud de recursos digitales específicos para FP. Aragón activó en marzo la plataforma moodle fpencasa, que despliega 600 módulos de 73 ciclos formativos. Muchas CCAA han dispuesto repositorios similares. Soluciones de urgencia para aligerar la carga de trabajo del profesor y agilizar el acceso a los contenidos del alumno.
FCT a golpe de decreto
La mala suerte hizo coincidir el pico de la pandemia con los preparativos o inicio de la Formación en Centros de Trabajo (FCT), normalmente reservada para el tercer trimestre del último curso del ciclo. Módulo nuclear del aprendizaje práctico, toma de contacto con entornos laborales, la FCT suele alzarse como gran hito de los estudios profesionales. Y aquí, salvo excepciones, el frenazo ha sido en seco. Para la mayoría, ni siquiera ha llegado a arrancar.
Una medida de contingencia aprobada por el Ministerio integró la FCT en el módulo de proyecto, en principio dos áreas formativas independientes. El acercamiento virtual del alumno al mundo del trabajo ha quedado al albur de la (re)inventiva docente. Está dependiendo en buena medida del empeño y creatividad de los tutores de centro. “En hostelería hay quien ha pedido a sus alumnos que desarrollen menús atendiendo a la situación actual y a las medidas de higiene y seguridad necesarias, con cartas y comandas digitales. En turismo, se está enfocando mucho hacia la reconversión online de establecimientos o agencias de viajes”, explica Fernández Campos.
Otros han apostado por escenarios de tono más plomizo. Estudiante de Carrocería en FP Básica, Samuel relata el tedio de las tareas que le llegan al email desde su instituto en una capital castellanoleonesa: “Esta semana me he tenido que leer 14 decretos-ley y una ley orgánica, y luego hacer un resumen. Nos fríen a legislación, aunque también tenemos que presentar un plan de negocio con dimensiones, maquinaria, secciones…”.
La enorme importancia de completar una FCT (valga la redundancia) en empresas reales no escapa a los centros. Muchos plantean la opción de postergarla para el próximo curso. “Así lo han decidido cursos enteros de Pastelería o Guía, Información y Asistencia Turísticas. Normalmente el alumno quiere hacer la FCT para demostrar sus cualidades, conocimiento y aptitudes”, subraya Fernández Campos. “Supone una gran oportunidad de inserción laboral”, apunta Durán.
La virtud de la alternancia
El director de la Escola del Treball detalla que el sistema catalán de FP -que favorece la alternancia centro/empresa- ha podido lidiar mejor con la crisis. Cuando el centro cerró en marzo, el 65% de sus alumnos ya había realizado las 220 horas de FCT exigidas este curso. “El virus no nos ha hecho tanto destrozo como en Euskadi o Madrid, donde las prácticas se concentran al final”, dice. La escuela barcelonesa, con una amplísima oferta, cuenta con algún ciclo -como uno especializado en seguros- que incluso ha mantenido en pie la opción FCT a distancia durante el pico de la pandemia.
Acomodos similares ha encontrado la dual, que representa cerca del 5% del alumnado de FP en España. “Muchos aprendices ya habían cubierto el tercio de horas de formación en empresas sobre el total del ciclo que marca la ley”, asegura De Benito. Más aún, “en sectores esenciales que no han llegado a parar”, continúa, “el alumno ha seguido asistiendo al lugar de trabajo, aprovechando que ya contaba con un recorrido formativo previo”. Incluso en ámbitos como la industria, que cesaron durante semanas su actividad, la asistencia del estudiante con anterioridad al virus ha permitido aprovechar esa inercia para adaptar su aprendizaje a formatos remotos. No obstante, admite De Benito, un buen número de estudiantes han tenido que continuar sus estudios en el centro acogiéndose a modalidades no duales.
En las escasas semanas que quedan de curso, algunas autonomías como Euskadi o Galicia han decidido la reincorporación (limitada y voluntaria) de alumnos de FP. Refuerzo, exámenes y algo de taller/laboratorio conforman el cóctel de los centros para el crepúsculo del curso 2019-20. Abundan incluso ejemplos -en aquellos territorios más avanzados en su desescalada- de reinicio para las prácticas en empresas. La extrañeza y los interrogantes se funden en un carrusel de ensayo-error. Planificar el próximo curso ante una realidad tan cambiante se antoja, para muchos, algo absurdo.