La educación hoy día está situada en el centro neurálgico del cambio y precisa de uno en el que se dé cabida a nuevas propuestas que tengan en cuenta la gran diversidad de alumnos que encontramos en la sociedad. Nuestro sistema educativo clama por una nueva organización de la formación continua en la que se aprenda a mirar de otra manera, desde otra perspectiva. Los niños deben adquirir un sentido crítico ante la vida, pero nunca conseguirán ser independientes y reflexivos si tienen que hacer lo que nosotros decimos, limitándolos a ser educados bajo un sistema ausente de equidad. De ahí la importancia de la igualdad de oportunidades puesto que los alumnos respetan si aprenden a respetar contigo.
El buen docente debe hacerse preguntas y generar una inquietud por obtener respuestas a cuestiones que desbordan las limitaciones que se crean en el aula. Esta idea debe partir del cambio de configuración de la estructura de contenidos en la que lo importante no es alcanzar un nivel académico ideal, sino interiorizar aquellos conocimientos adaptados al aula que puedan ser utilizados de manera funcional en la vida diaria de la persona.
La inclusión, el tema que nos atañe, debe ir más allá, ¿está preparado el sistema educativo para un cambio? ¿Es posible hacer una mudanza de los pilares educativos a una propuesta más abierta y flexible? ¿Podríamos terminar con las barreras para que se incluya a una amplia diversidad del alumnado en las aulas?
Todas estas cuestiones nos rondan en la cabeza pero, debido a las ideas preconcebidas sobre la educación, no somos capaces de darle la vuelta al sistema. Si observamos las aulas -de cualquier índole-, podemos observar que en la mayoría se genera una organización sectaria en la que no hay cabida para todo el mundo.
Tratar de dar espacio al diálogo, al intercambio y a la construcción para una escuela inclusiva se convierte en el matiz más importante para crear una escuela equitativa, diversa, innovadora, que vaya más allá de la integración. Cabe destacar, como una característica esencial, que sea una escuela emocional, donde se realicen buenas prácticas educativas en las que el profesorado incluya, de manera correcta, al alumnado NEAE en su pirámide de prioridades. ¿Esto es posible? La respuesta es sí.
Incluir a la gran diversidad de alumnos que hay en las aulas es siempre dar una oportunidad a llevar nuestra mirada docente más allá de lo convencional. Cruzar al otro lado del río y llevar nuestra práctica didáctica a un puerto donde se exploren las capacidades individuales y se cultiven nuevos métodos de trabajo en el aula.
Y la cuestión es, ¿por dónde empiezo? Además de un inminente cambio en el sistema educativo general, es preciso incluir enfoques innovadores como el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) desarrollado por el Center for Applied Special Technology (Centro de Tecnología Especial Aplicada, CAST). Este nos da la posibilidad de enfocar un cambio en el diseño del curriculum escolar que reforme aquellos cimientos resquebrajados que dan pie a las dificultades de aprendizaje. La definición de diseño universal se remonta a la arquitectura en los años 70 cuyo objetivo principal era diseñar y construir edificios y espacios públicos pensados, desde el principio, para atender a las distintas necesidades de acceso y de comunicación. En el ámbito educativo, adaptamos este concepto en el aprendizaje, directamente relacionado con el diseño de un nuevo curriculum escolar donde haya cabida para todas las personas.
En la mayoría de ciudades españolas se están llevando a cabo programas de inclusión, desarrollados por distinas entidades, en los que se aúna el trabajo docente con el de profesionales externos a los colegios. La atención directa en el aula se realiza con el grupo clase en general, aunque de manera específica se trabaje con el alumno NEAE. Esta técnica rompe con las líneas tradicionales utilizadas con la atención a la diversidad en la que se distinguían diferentes aulas o roles para intervenir con ellos. Ahora más que nunca entendemos que la unión ideológica sobre la diversidad es necesaria para darle un vuelco a la educación inclusiva en la que, a su vez, haya una homogeneización cultural del alumnado.
La puerta abierta a la educación inclusiva nos hace reflexionar sobre las siguientes cuestiones que deberían llevarse a la práctica en el aula:
- Valorar las virtudes de los niños dejando a un lado aquellas circunstancias que dificultan su desarrollo personal y académico.
- Animar al aprendizaje para disfrutar del conocimiento exprimiendo la curiosidad.
- Crear zonas de seguridad que permitan que el niño desarrolle la resiliencia y la autosuficiencia con el apoyo del docente.
- Dar espacio para que aprendan a tomar decisiones adecuadas esforzándose por sí solos.
Este último aspecto debe entenderse como uno de los objetivos principales en el rol que ejerce el docente en el aula. Acompañar serena y confiadamente al alumnado, respetando el tiempo que se necesita para crecer despacio y tranquilo aportando confianza en sí mismo. La construcción nos lleva a la educación íntegra de la persona.
El enfoque reparador de la educación nos anima a seguir enfatizando en el derecho de una educación inclusiva, equitativa y de calidad que rompa con el estudiante promedio, y que desarrolle las cualidades, aptitudes y actitudes del alumnado.
Vivimos tiempos para reflexionar y ver cómo la humanidad pide a gritos un cambio estructural que innove desde el núcleo de la educación y que incorpore, como una de sus bases, la inclusión, para crear redes de intercambio de conocimientos que den respuesta a la diversidad en el aula.
«No puede haber felicidad si las cosas en las que creemos son distintas de las que hacemos». (F. Stark)