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«La crisis de la COVID-19 también ha afectado a más de 63 millones de docentes, ha puesto de manifiesto las persistentes deficiencias de muchos sistemas educativos y ha exacerbado las desigualdades, con consecuencias devastadoras para los más marginados». Esta frase puede leerse en el documento conjunto de los representantes de Unesco, Unicef, la OIT y la Internacional de la Educación (IE, entidad que engloba a sindicatos docentes de todo el mundo).
Un documento de dos páginas en el que exigen que la financiación de la educación se mantenga con la finalidad de mejorar la formación inicial y permanente del profesorado. Para las organizaciones firmantes, «si no se adoptan medidas urgentes y no se incrementan las inversiones, la crisis del aprendizaje podría convertirse en una catástrofe educativa». Una inversión que en España, aunque ha crecido durante estos meses, no lo ha hecho lo suficiente, al menos, según se desprende de las conversaciones con muchas y muchos docentes a pie de aula estas semanas de inicio de curso.
«Estamos solos» es una frase que desde mediados de marzo se ha venido escuchando con cierta regularidad. Docentes de todo el mundo tienen la sensación, desde hace meses, de que están trabajando en una trinchera intentando sacar adelante, de la mejor manera posible, la educación de su alumnado.
Unesco, Unicef, OIT y la IE así lo creen y lo aseguran en su documento conjunto. Algo para lo que, afirman, es necesario que «los gobiernos deberían garantizar infraestructuras y una conectividad digitales en todo su territorio, incluidas las zonas rurales y remotas». En España, por ejemplo, están pendientes todavía de repartir 500.000 dispositivos digitales para asegurar el correcto seguimiento de las clases no presenciales. De momento, hasta navidades no será posible contar con ellos.
Las cuatro organizaciones reclaman mejores condiciones laborales, mantenimiento del empleo para el profesorado, así como que se escuche al colectivo a la hora de buscar soluciones pedagógicas a las complejas situaciones que han de afrontar diariamente para asegurar el disfrute del derecho a la educación de niñas, niños y adolescentes.
«Ahora es el momento de reconocer la función de los docentes que contribuyen a garantizar que una generación de alumnos pueda desarrollar todas sus capacidades, así como la importancia de la educación para la reactivación a corto plazo, el crecimiento económico y la cohesión social, durante la pandemia de COVID-19 y posteriormente», asegura el documento presentado hoy.
Las organizaciones también llaman la atención sobre la necesidad de una mejor formación para que el personal docente pueda hacer frente, con garantías, a la enseñanza a distancia, sea o no digital. Durante los últimos meses miles han aprendiendo a marchas forzadas a utilizar plataformas digitales públicas y privadas, han dado clases por videoconferencia, enviado tareas desde el correo electrónico o el teléfono móvil personal, expandido sus horarios laborales a lo largo de los días y de las semanas.
Docentes que, en la primavera pasada, pensaban que estaban solos y, en no pocos casos, docentes que han vuelto a las clases, ahora sí presenciales, con la misma sensación de sálvese quien pueda.
La falta de previsión y de inversión en los últimos meses para hacer frente a la vuelta a las aulas de manera presencial tras el parón de julio y agosto ha sido la protagonista de esa misma vuelta, y ya lo fue también en los meses anteriores al final del curso pasado.
Mientras se solicitaba o exigía que las ratios en las aulas bajaran drásticamente para hacer esa vuelta lo más segura posible, llegamos al mes de septiembre sin un aumento suficiente. Al menos, según dicen los sindicatos. Aunque unos territorios parecen haber trabajado más que otros en esta línea.
Cada día se producen incidencias relacionada con la pandemia. Aulas que se cierran por algún contagio o positivo en PCR, ya sea de alumnado o de profesorado. Incidencias que se cuentan por miles, aunque las autoridades insisten en que, porcentualmente, son muy poco significativas comparadas con el total de la comunidad educativa.
«Ahora es el momento de reinventar la educación y concretar nuestra visión de un acceso igualitario a un aprendizaje de calidad para todos los niños y jóvenes», finaliza el documento de Unesco, Unicef, OIT e IE. Un deseo que no parece que pueda concretarse en el corto plazo si se atiende a lo que dicen quienes están en el aula diariamente.