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La dura contienda entre quienes apuestan por la enseñanza competencial y quienes lo hacen por la enseñanza basada en una gran cantidad de conocimientos sólidos amenaza con volver a levantar polvaredas.
El Miniterio de Educación y FP celebra estos días unas jornadas sobre el cambio curricular. Empezó esta misma semana y se alargarán, durante cuatro jornadas, para intentar dar los primeros pasos en la búsqueda de consenos no solo ante la necesidad de un cambio curricular que muchos reclaman, sino en el enfoque competencial de ese cambio.
Desde organizaciones educativas progresistas, profesionales, la escuela concertada o, incluso, la CEOE, pasando por expertos en evaluación o Movimientos de Renovación Pedagógica, el Ministerio ha escenificado una puesta en común de ideas en la búsqueda de un amplio consenso sobre el que trabajar la reforma del currículo que prevé tener lista ya para el inicio del próximo curso, al menos, para las cursos iniciales de las diferentes etapas.
Una carrera contra el reloj que durará los próximos meses de 2021 y que, según fuentes conocedoras, ya ha empezado a dar sus primeros pasos con la búsqueda de docentes «a pie de aula» para trabajar en los desarrollos.
Las jornadas del Ministerio han utilizado un documento base al que ha tenido acceso este periódico en el que se justifica la necesidad del cambio curricular, también la de un acercamiento mucho más profundo al desarrollo competencial frente a lo memorístico, encapsulado, estructurado y rígido.
Desde hace tiempo se escucha hablar, con bastante insistencia, desde el Ministerio, la importancia de recortar unos temarios «enciclopédicos» que, entre otras cosas, ayudan al descolagamiento y deserción del alumnado. Se ha generado una opinión más o menos extendida sobre la necesidad revisar su extensión. En muy diferentes esferas, incluidos muchos claustros que ven, año a año, cómo han de correr a lo largo del curso para llegar lo más cerca posible del final de los temarios. Con mayor o menor suerte.
Como hemos ido conociendo durante la tramitación de la Lomloe en el Congreso, el texto hará concesiones a las comunidades autónomas y, como novedad, al profesorado (o a los centros), para que puedan desarrollar un porcentaje de los currículos para que se acerquen a las necesidades de su alumnado.
Una reforma que mira, sea directamente o de reojo, a algunos de los elementos que en su momento adoptó Portugal con su reforma. Principalmente, aunque no solo, en la definición de unos perfiles del alumnado que deben alcanzar al terminar las diferentes etapas educativas. Unos perfiles, sostiene el documento del Ministerio, que deben consensuarse entre diferentes sensibilidades y serán la base del posterior desarrollo curricular.
También ha mirado hacia Portugal en ese aumento de la capacidad de los centros educativos de determinar y definir el currículo escolar para poder adecuarse a las necesidades y posibilidades de su alumnado y de su entorno.
El documento base hace guiños, de nuevo, a la necesidad de una escuela inclusiva fundamentada en un currículo que tenga en cuenta el Diseño Universal de Aprendizaje para no dejar a nadie atrás, o la enseñanza por ámbitos, también la necesidad de compaginar los aprendizajes a las etapas evolutivas del alumnado a lo largo de los cursos y etapas.
También define la posibilidad del aprendizaje más multidisciplinar, que evite repeticiones a lo largo de los cursos, intente compaginas los contenidos de las diferentes asignaturas y materias para acompasarlos y ayude al profesorado de diferentes especialidades a trabajar de manera colaborativa.
El texto, además, tiene en cuenta las dificultades de una ruptura con el sistema curricular actual debido a las inercias propias del sistema y que apuesta porque esta reforma de los contenidos vaya en paralelo y relacionada con la de la carrera docente, con formación sobre metodologías o formas diferentes de evaluación de los aprendizajes.
Todavía quedan muchos meses para saber cómo se irán realizando los diferentes trabajos relacionados con esta construcción curricular. Sobre la mesa varias incógnitas sobre cómo se podrá ir desarrollando el consenso necesario, primero, en la creación de los perfiles del alumnado o sobre cuáles serán esos aprendizajes mínimios que más tarde tendrán que ser desarrollados más en detalle por las comunidades y los centros educativos.