Educar para la sociedad del siglo XXI. El alumnado como protagonista de su propio aprendizaje. Las nuevas -¡nuevas!- pedagogías han llegado para quedarse. Pedagogías alternativas a la enseñanza tradicional. Diez pedagogías motivadoras que todo profesor debería conocer. La escuela tradicional es aburrida. Cómo enseñar a los -ejem…- nativos digitales.
Todas estas frases podrían ser titulares de cualquier artículo sobre educación en los últimos años, todas encaminadas al cuerpo docente, dado que no sabe hacer su trabajo y requiere que un ejército de expertos, opinadores y “edugurús” le indiquen el camino hacia la verdadera docencia.
¿Y las clases magistrales?
Las clases magistrales son el demonio, matan la creatividad, están centradas en el producto y no en el proceso, son aburridas, no acompañan al alumnado en su proceso de aprendizaje, y un largo etcétera de críticas que hace que el alumnado que sale de las facultades de Formación del Profesorado y los Másters las deseche, porque le han dicho -durante una clase magistral- que si un docente imparte clases magistrales lo está haciendo mal.
Quizá el problema sea lo que entendemos por “clase magistral”. Si preguntamos a una persona nacida en los años 50 nos contestará que es un profesor subido en una tarima hablando durante horas sin parar, mientras el alumnado toma apuntes de forma incesante. Si preguntamos a alguien nacido en los años 80, nos puede decir que es aquel profesorado que explica sin parar y, en ocasiones, utiliza diapositivas para acompañar el discurso. Si preguntamos al alumnado nacido en este siglo, fácilmente nos podrá decir que es un docente que pone un power point mientras lo lee y les aburre, o algún profesor youtuber que graba un vídeo explicativo para su alumnado.
Pero, si me preguntáis a mí, tengo muy claro que eso no es una clase magistral. Eso sí que son malos docentes, pero no por la metodología que utilizan, sino porque o no saben o no quieren explicar. Para mí una buena clase magistral es aquella en que el orador te embelesa con su nivel de conocimientos y es capaz de llevarte con sus palabras a ese mundo que te narra. De vez en cuando hace preguntas a su público, interactúa con los presentes e incluso se permite hacer algún comentario jocoso sobre los hechos o la materia. Porque puede. Porque su nivel de conocimientos hace que su discurso sea ameno y los oyentes quieran saber más. Porque cuando suena el timbre que anuncia el final de la clase se apenan por tener que dejar de escucharle. Porque incluso se les ha hecho la clase corta.
Y este tipo de docentes que imparten clases magistrales las pueden perfectamente combinar con otro tipo de estrategias. Porque no son incompatibles entre sí. Porque no se trata de estar en su equipo o en el contrario. Un buen docente es aquel que consigue que su alumnado aprenda, que aprenda a hacer y que aprenda a ser. E, incluso, hay buenos docentes que no lo consiguen, porque no todo está en manos del que dirige las clases. Solo tenemos que echar un ojo a los estudios más recientes al respecto para saber que las variables del éxito educativo tienen más que ver con el nivel socioeconómico en que se encuentra el centro que con cualquier otra cosa. Pero no lo usaremos como excusa, lo dejamos aquí como un apunte que no debemos olvidar.
Un buen docente sabe que, atendiendo a lo que quiere que el alumnado consiga, sabe utilizar una u otra estrategia. Un buen docente se equivoca, rectifica y aprende durante el proceso. Un buen docente se comunica con otros de su gremio para comparar, escuchar y aprender. Un buen docente sabe decir “no lo sé” a su alumnado, e informarse para cambiar esa afirmación al día siguiente. Un buen docente es aquel que antes de utilizar una de esas llamadas “nuevas pedagogías” lee, se informa y busca que estén basadas en la evidencia. Un buen docente no se deja llevar por las modas educativas sin sentido crítico. Un buen docente sabe que no tiene la verdad absoluta y que debe escuchar otros puntos de vista, aunque no los comparta.
Un buen docente puede -y sabe- impartir clases magistrales y no, no son el mal.