Esta entrada ha sido publicada en el blog Educa.Barcelona
Los entornos naturales y al aire libre son de vital importancia para el desarrollo integral de los niños y adolescentes, por su bienestar físico y también social, mental y afectivo. No sólo gracias al contacto con la naturaleza, sino también por el tiempo de juego y relación al aire libre. Hace tiempo que lo sabemos y que desde el ámbito de la investigación se han generado evidencias sobre estos beneficios en la infancia, pero en los últimos meses, con la pandemia de la Covid19 y las restricciones de movilidad para hacerle frente, se ha hecho más evidente que nunca. Muchos niños y adolescentes han sufrido -y están sufriendo todavía- las consecuencias de no poder disponer de este espacio exterior que permita el juego y el contacto con la naturaleza. Especialmente durante el confinamiento absoluto de la infancia la primavera de 2020 se evidenció cómo el espacio público garantiza necesidades vitales de la infancia e iguala oportunidades de juego y salud.
Es cierto que con el desconfinamiento, muchas grandes ciudades han reforzado las políticas de recuperación del espacio público quitando más sitio a los coches y poniéndolo a disposición de la ciudadanía, lo que ha favorecido el juego espontáneo al aire libre por parte de los niños. Pero seguimos en un contexto de confinamientos municipales o perimetrales intermitentes, en el marco de los cuales muchos niños y adolescentes, especialmente quienes viven en espacios urbanos densamente poblados, siguen teniendo restringido este acceso a los espacios verdes y naturalizados que tantos beneficios reportan en su salud, su desarrollo y su bienestar.
Además, el mayor riesgo de aislamiento que conlleva vivir en espacios urbanos no sólo es perjudicial durante una pandemia como la actual, sino a lo largo de toda la vida, sobre todo si añadimos la grave emergencia climática en la que estamos inmersos a nivel mundial, donde también las ciudades densamente urbanizadas salen peor paradas que las zonas más rurales.
La falta de juego libre lleva a la sobreprotección y la disminución de posibilidades de aprendizaje, ya que los espacios ricos en estímulos favorecen un juego diverso y las competencias para la vida que como mejor aprenden es jugando
Los perjuicios de todo ello no sólo se hacen evidentes en la salud física de las personas (con consecuencias como la falta de ejercicio físico, el aumento de la obesidad o sistemas menos reforzados), sino que también se traducen en problemas de salud mental o emocional (mayor aislamiento social, adicción a las pantallas y dificultades para relacionarse, entre otros) que afectan a toda la ciudadanía y también los niños. Además, hay que considerar las consecuencias específicas en la infancia y la adolescencia como la falta de juego libre, la sobreprotección o la disminución de las posibilidades de aprendizaje, ya que los espacios ricos en estímulos favorecen un juego diverso, que por sí solo se convierte en fuente de aprendizajes: hay competencias para la vida que como mejor se aprenden es jugando.
Por otra parte, hay que tener presente que las oportunidades de juego al aire libre y contacto con la naturaleza terminan siendo muy diversas entre los niños y adolescentes, en función de las características del municipio de residencia, de las características de la propia vivienda y/o del contexto socioeconómico y cultural en el que crecen y se desarrollan los niños y las niñas.
Así pues, si el hecho de disponer de espacios de juego al aire libre que permitan el contacto con la naturaleza es una necesidad para el desarrollo integral y saludable de todos los niños y adolescentes; y si, en el contexto de las grandes ciudades -y aún más en tiempos de pandemia-, estos espacios no están garantizados para todos los niños y niñas, ¿qué podemos hacer para revertir esta situación?
Los patios escolares, una oportunidad que no se puede dejar escapar
Las vías para avanzar hacia una ciudad con más oportunidades de juego al aire libre son muchas, y una de ellas la ofrecen los patios escolares. Los niños pasan más de 2.300 horas en el patio de su escuela, como lugar de juego libre, entre los cursos de P3 y 6º de primaria (780 horas en caso de que vayan a comer a casa). A estas horas, debemos sumar las de Educación Física y las actividades de aprendizaje curricular que hacen al aire libre. Entre la comunidad educativa hay un claro consenso en que el patio es un espacio educativo muy relevante donde, además, convergen (o pueden converger) juego, naturaleza y aire libre. Desgraciadamente, según una estimación del Consorcio de Educación de Barcelona de 2019, sólo un 30% de centros educativos tienen patios adecuados a criterios de jugabilidad, género y sostenibilidad. Así pues, hay trabajo que hacer todavía.
Esta mirada del patio no es nueva en ciudades como Barcelona: colectivos vinculados a la educación y la arquitectura como el grupo de trabajo ‘Cómo está el patio’ de la Asociación Rosa Sensat hace años que trabajan. Además, se han hecho transformaciones con perspectiva de género, como la de la Escuela Drassanes, la Escuela Baró de Viver (premio Ciudad de Barcelona 2018) o la Escuela La Farigola del Clot. También ha habido patios mejorados a iniciativa de la comunidad educativa, tanto por los equipos docentes como por las AFA (la mayoría con subvenciones municipales). Es el caso de las transformaciones de la Escuela Dovella o la Escuela la Maquinista (premio Barcelona Innovación Educativa 2018).
Por otra parte, se han transformado recientemente 11 patios escolares de la ciudad a partir del proyecto de Refugios Climáticos (escuelas Cervantes, Los Laureles, Ramón Casas, Itaca, Poeta Foix, Rius y Taulet, Font d’en Fargas, Can Fabra , Poblenou y Villa Olímpica, y el instituto-escuela Antaviana), unas transformaciones, que se enmarcan en el Plan Clima y que han aportado soluciones técnicas relevantes para aprovechar los espacios exteriores de las escuelas como palanca de cambio para la lucha climática.
En estas transformaciones hay que destacar el papel de la Red de escuelas más sostenibles del Ayuntamiento de Barcelona, que hace más de 20 años que trabaja para que la naturaleza y la sostenibilidad formen parte de los proyectos de centro. Con formación y acompañamiento para las transformaciones de los patios, ha sido una de las impulsoras del programa y también apoya la iniciativa estatal Patios por el Clima, que pone también el foco en el rol de los patios en la lucha contra la emergencia climática .
En general, los patios escolares son pobres en espacios, diseños y equipamientos; menudo poco confortables y estimuladores y muy alejados de la naturaleza
Aprovechando todo el bagaje y conocimiento generado en las experiencias previas, el Ayuntamiento de Barcelona y el Consorcio de Educación de Barcelona están impulsando una transformación de los patios escolares de la ciudad. De esta manera se pone en marcha uno de los proyectos tractores del Plan del juego en el espacio público de Barcelona y se amplían las actuaciones del programa refugios climáticos a más escuelas. El proyecto ‘Transformamos los patios’ se impulsa con el objetivo de alcanzar, en 2030, la meta de que todos los patios escolares de los actuales centros educativos de primaria de la ciudad sean espacios naturalizados, coeducativos, inclusivos y enriquecedores para la diversidad de juego libre que ofrecen. Así se explicó el pasado 15 de diciembre en la jornada Transformamos los patios: más naturalizados verdes, coeducativos y comunitarios, que reunió cerca de 200 personas.
Con el fin de transformar los patios de la ciudad, el Ayuntamiento de Barcelona ha definido los 6 criterios para un buen patio a partir de una investigación documental sobre experiencias de transformación a nivel local e internacional hecha por el Instituto Infancia y Adolescencia, y con el consenso y validación de una cuarentena de personas expertas del mundo educativo, la arquitectura, el juego, el medio ambiente, el deporte, la accesibilidad, la perspectiva de género, la acción comunitaria y la salud.
¿Cómo debe ser un buen patio? 6 criterios para orientar las transformaciones
Los patios escolares deben ser espacios adecuados para el juego, educativos y de aprendizajes al aire libre, espacios de salud y bienestar, de socialización, comunitarios y verdes que mejoran la ciudad. Pero hace tiempo que diferentes estudios (desde la arquitectura, la pedagogía o la antropología), así como las asociaciones de familias, están poniendo de relieve que los patios no son suficientemente diversos ni adecuados para el juego. No sólo en cuanto a los elementos naturales de los que disponen (muy pocos) sino que su diseño no contribuye a romper con los roles de género, ni son suficientemente inclusivos.
En general, los patios escolares son pobres en espacios, diseños y equipamientos; a menudo poco confortables y estimulantes y muy alejados de la naturaleza. Su aprovechamiento como espacios de educación y crecimiento de la sociabilidad, convivencia, curiosidad, descubrimiento y creatividad es poco significativo si se compara con su potencial. Las pistas deportivas ocupan la parte central y mayoritaria del patio y, en el resto de lugarers, la propuesta de elementos de juego variados es muy escasa.
Fruto de un trabajo de investigación documental a nivel nacional e internacional y del contraste con personas expertas, los criterios que la ciudad adopta como marco para la transformación de sus patios, son los siguientes:
1) Debe ser un espacio valioso de aprendizaje, coeducación y convivencia dentro de la escuela, integrado en el proyecto educativo de centro, con equidad de género en el juego, favoreciendo la gestión positiva de los conflictos, la inclusión y buena convivencia entre niños de diferentes capacidades, géneros, edades y orígenes; que busque hacer corresponsables a los niños en la toma de decisiones y en el mantenimiento y cuidado del patio.
2) Debe ofrecer diversidad de ambientes y actividades lúdicas, creativas y con retos; que garantice poder realizar el máximo de actividades lúdicas identificadas en los siete criterios para una ciudad jugable: deslizar, saltar, balancearse, correr y rodar, esconderse, experimentar, explorar, expresarse, entre otros. Asimismo, debe ofrecer espacios para el juego activo, semiactivo y tranquilo, con espacios y materiales atractivos, estimulantes y con retos para todas las edades y capacidades, estimulando el juego autónomo y diverso sin dirigirlo.
3) Debe garantizar el contacto con la naturaleza, con el verde, la tierra y el agua: debe tener más espacios para la tierra y la arena que para el cemento, ofrecer contacto con la vegetación ya sea con árboles, cubiertas ajardinadas, jardines verticales, jardines comestibles y de olores, o bien jardineras y huertos. Tiene que haber presencia de agua, no sólo para beber, sino también para jugar y experimentar. Y las estructuras de juego que haya deben estar hechas con elementos naturales.
4) Debe ser confortable, funcional y conectado con el entorno: debe tener espacios soleados en invierno y sombra en verano, debe tener fuente, bancos y papeleras, entre otros. Además, debe permitir una buena circulación entre el patio y las aulas y, siempre que sea posible, facilitar un acceso a los aseos sin tener que entrar en el edificio de la escuela para facilitar la logística cuando el patio se abra el barrio fuera del horario escolar.
5) Debe tener una distribución equilibrada de los espacios donde todos los juegos y actividades tengan espacios de calidad y con perspectiva de género, para que convivan actividades con diferentes niveles de movimiento e intensidad. El patio debe poder combinar estructuras fijas y material lúdico móvil y garantizar la accesibilidad -tanto física como comunicativa- para todos los niños, también los que tienen diversidad funcional, sea del tipo que sea.
6) Debe ofrecer usos diversos para toda la comunidad y el vecindario: además de ser un espacio de juego libre por excelencia, debe ser versátil para muchas actividades como la educación física, aula al aire libre, deporte extraescolar, fiestas, etc. Abierto el barrio tanto por las tardes como los fines de semana, para favorecer la vida comunitaria y compartir los beneficios de un buen patio con todos los vecinos y vecinas.
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Referencias
Evidencias desde la investigación:
ISGLOBAL (2018) 5 Claves para ciudades más saludables. Espacios Naturales.
Dadvand, P. y otros (2018). The Association between Lifelong Greenspace Exposure and 3-Dimensional Brain Magnetic Resonance Imaging in Barcelona Schoolchildren. En Environmental Health perspectivas Vol. 126, No. 2
Payam Dadvanda, P. y otros (2015) Green spaces and cognitive development in primary schoolchildren (2015) en PNAS
The Natural Learning Initiative (2,019). Impact of Naturalized Early Childhood Outdoor Learning Environments: Research Brief. The Natural Learning Initiative. NC State University.
Roslund, M. y otros (2020) ‘Biodiversity intervention Enhancer inmune regulation and health-associated commensal microbiota among Daycare children’ en Science Advances Vol. 6 nº42
Serra Garcia, A.
Sierra García, A. (2018) ¿Cómo afecta el tipo de patio al juego y en las relaciones entre niños? en El diari de l’educació.
Whitebread, D. (2017) «Free play and children’s mental Health» en The Lancet Vol.1
Ball, D. Gill T. Yates, A. (2020) Covid-19 and children’s play. Play Safety Forum
Shackell, A. Butler, N., Doyle, P. Ball, D. (2008): Design for play: a guide to creating successful play spaces. Play England
Grupo de Salud Medioambiental de la Sociedad Catalana de Pediatría. (2020) Posicionamiento sobre salud y medio ambiente de la infancia y adolescencia en tiempos de Covid-19
Hueso, K. Jugar al aire libre. (2019). Plataforma Actual
Varios autores, coord. Freire, H. (2020) Patios vivos para renaturalizar la escuela. Octaedro editorial
Experiencias de transformación de patios:
Refugios climáticos en las escuelas (Ayuntamiento de Barcelona)
¿Cómo está el patio? Red en acción por los espacios exteriores a la escuela (Coordinan: Carme Cols Clotet y Josep Fernández Quiles)
Transformación del patio de la escuela Baró de Viver en clave de género