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“Finalmente, en el cuarto curso de la ESO, se inicia al alumnado en las grandes teorías que han permitido el desarrollo más actual de esta ciencia: la tectónica de placas, la teoría celular y la teoría de la evolución”.
Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato
La ciencia se construye sobre teorías. En el lenguaje cotidiano, utilizamos la palabra ‘teoría’ para referirnos a una ‘especulación’, una ‘conjetura’, en definitiva, algo para lo que no tenemos pruebas y que no nos permite hacer predicciones. Sin embargo, el significado de ‘teoría’ en ciencia es diametralmente opuesto. Una teoría científica es una explicación contrastada de algún aspecto del mundo que nos rodea basada en pruebas, en hipótesis que se han comprobado con éxito una y otra vez (y, por tanto, se consideran hechos). Además, una teoría científica nos permite hacer predicciones y validarlas. Construimos teorías y modelos para, en definitiva, comprender y explicar cuanto nos rodea.
Prácticamente a todo el mundo le suena que la materia está hecha de átomos, y que estos se unen de distintas maneras entre sí para formar todo lo que vemos (también lo que no vemos, como la materia del aire). Esta es una de las principales conclusiones de la teoría atómica. También estamos familiarizados con la gravedad, esa fuerza que hace que dos partículas se atraigan, y que depende de la masa de ambas y de la distancia entre ellas. Esto, muy resumidamente, es gran parte de la teoría gravitacional (físicos y físicas, tengan clemencia).
Ambas, la atómica y la gravitacional, son teorías en el sentido científico del término, es decir, están basadas en pruebas, en hipótesis comprobadas y validadas, en leyes naturales. Son teorías y son hechos a la vez, entendiendo ‘hecho’ como una hipótesis que se ha comprobado tantas veces, de tantas maneras diferentes, que podemos considerarla cierta. Ambas nos permiten hacer predicciones: cómo generar o romper una molécula sabiendo cuánta energía necesita o desprende ese proceso, cómo un objeto caerá al suelo o cómo orbitan los planetas alrededor del Sol. Nos permiten explicar el mundo. La teoría atómica constituye la base de la Química, y la teoría gravitacional es también uno de los cimientos de la Física. Se consideran el conocimiento fundamental, más básico, que cualquier ciudadano o ciudadana debería tener sobre Física y Química, parte de esa ‘cultura científica’¹ básica que intentan transmitir docentes de ciencias y también, en otros foros, divulgadores y divulgadoras.
Respecto a la Biología y la Geología, hay otras dos teorías que constituyen su base, sus cimientos. Son, respectivamente, la teoría de la evolución y la teoría de la tectónica de placas. La primera describe cómo la vida en la Tierra ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años, dando lugar a la increíble biodiversidad que vemos en nuestro planeta (pese a nuestros intensos esfuerzos por reducirla). La segunda describe cómo se formaron las grandes cordilleras, cómo se han movido los continentes o cómo se producen terremotos como los que mantuvieron varias noches en vilo a Granada hace muy poco. Por tanto, es razonable pensar que estas dos teorías deberían tener, al menos, el mismo estatus que las teorías atómica y gravitacional como conocimiento que cualquier ciudadano o ciudadana debería tener, como parte imprescindible de esa ‘cultura científica’.
¿Dónde podría adquirirse este conocimiento tan fundamental? Parece razonable pensar que en la etapa donde muchas personas tienen su último contacto con la ciencia: la educación secundaria obligatoria. Tal y como está organizada la ESO, hay dos grandes asignaturas obligatorias en los primeros tres cursos: Biología y Geología (ByG), que se imparte en 1º y 3º, y Física y Química (FyQ), en 2º y 3º. A partir del cuarto curso, son optativas. Sería esperable pensar que las cuatro grandes teorías científicas mencionadas anteriormente estarían incluidas en el currículum de estos cursos, teniendo en cuenta que los alumnos y alumnas que prefieran estudios relacionados con las ciencias sociales y humanidades seguramente no tendrán más asignaturas de ciencias a lo largo de su vida académica.
Sorprendentemente, no es el caso para la evolución y la tectónica de placas. Estas se dejan para la ByG de 4º de ESO que, recordemos, no es obligatoria. Esto quiere decir que muchos ciudadanos y ciudadanas dejan el instituto sin que les hayan hablado sobre las teorías más importantes de la Biología y la Geología, que explican la diversidad de vida en nuestro planeta y su funcionamiento interno. Muchos adquieren conocimientos muy escasos de Geología en general, puesto que los vastos contenidos de Biología suelen ser priorizados y los profesores se quedan casi sin tiempo al disponer de sólo dos horas a la semana en el tercer curso.
Esto debería hacernos reflexionar. Entre los amplios contenidos de Biología a los que hacía referencia se encuentran descripciones más o menos detalladas de cada órgano del cuerpo humano, que ocupan gran parte de la asignatura en 3º de ESO. Quizá sería interesante resumir ese contenido, tan antropocéntrico y descriptivo. Por poner solo un
ejemplo, seguramente se puede explicar para qué sirve nuestro aparato circulatorio sin detallar los nombres de las válvulas del corazón. El tiempo que se ahorre se podría dedicar a introducir la evolución, a hablar sobre cómo se han ido adaptando los seres vivos a los cambios que ha habido en nuestro planeta a lo largo de miles de millones de
años, sobre nuestro encaje en el árbol (que no escalera) de la vida.
Para entender los cambios del planeta, es imprescindible hablar también de la tectónica de placas. Estas dos teorías dan sentido a lo que pasa a nuestro alrededor, y ese sentido, esa relación con nuestro mundo percibido es lo que estimula la curiosidad y el interés de los estudiantes por las asignaturas de ciencias. Un aprendizaje memorístico lleno de tecnicismos es una forma eficiente de generar rechazo hacia la ciencia en los alumnos y alumnas, algo que no nos deberíamos querer permitir.
El genetista ucraniano Theodosius Dobzhansky resumió la importancia de la evolución excepcionalmente en su famosa frase: «Nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la Evolución». El problema no puede o no debe resolverse mediante la actuación individual de los y las docentes, sino a través de un cambio en la planificación global de la educación. ¿Qué hará al respecto el currículum que desarrolle la Lomloe? ¿Le dará a la ByG una hora semanal más? ¿Reducirá la ingente cantidad de contenidos que tratar?