Asegura Noemí Font que ni le gustan ni se siente cómoda con las situaciones de conflicto, y que sabe gestionar mejor las de sus alumnos que las propias. Nadie lo diría, visto la que le ha caído en pocos años: ha tenido que batallar para que a su hija le asistiera dos veces al día una enfermera en la escuela; ha forzado una revisión de los estándares de los parques infantiles de Barcelona, puesto que son menos inclusivos de lo que pregonan; ha impulsado unas carreras para niños con movilidad reducida que se están convirtiendo en un fenómeno de masas. Y todo esto sin ninguna asociación detrás y con el poco tiempo libre que queda tras completar la doble jornada de maestra de primaria (de música normalmente, pero también ha sido tutora y este año lo es de educación especial) y de madre de dos chavales.
“Yo podría renunciar a mis derechos por no tener que pelearme con nadie, pero los de mi hija… si no la defiendo yo, ¿quién lo hará?”, comenta Noemí Font, en conversación con este diario. Emma Joana tiene ahora siete años y está en 1º de primaria, pero cuando entró en la escuela infantil ya fue un drama encontrar la forma de que un profesional especializado (es decir, una enfermera) se pudiera ocupar de atender una necesidad sanitaria de la pequeña durante las horas que estaba en el centro. La lesión medular le causa continencia urinaria y, por tanto, sólo puede orinar mediante un sondaje que todavía no está en condiciones de hacerse ella misma. En casa lo hacen sus padres, pero en la escuela algo así no lo podía asumir ningún profesional educativo. Por eso inicialmente no la querían en la escuela infantil del barrio y, por eso, cuando llegó a P3, alguien pensó que de eso podría ocuparse… la monitora de apoyo. “Con todos los respetos –opina la maestra–, es como si cuando voy al ginecólogo me dijeran que la citología me la hará el guardia de la puerta, que es muy buena persona”.
Uno y otro tema se solucionaron, no sin antes tener que sudar mucho. Y todavía ha habido una tercera edición de esta pugna por unos minutos de enfermera al día cuando la familia ha cambiado de localidad y, por tanto, de escuela y de servicios territoriales de Educación, a los que no les constaba aquella necesidad. “Reclamar los derechos de tu hijo en la escuela genera tensiones, esto es indudable, pero a mí también me genera un malestar que no debería tener”, comenta Font. “El problema –añade– es que la escuela da la cara, pero quien pone los recursos es el Departament. Sin estos recursos, la escuela lo tiene muy difícil y la única manera de conseguirlos es que las familias seamos implacables, porque presentando instancias por escrito no se llega a ninguna parte”.
Noemí Font, que también es autora de un cuento infantil (La revolución Shiwa) en el que la protagonista es una niña con movilidad reducida, ha usado su altavoz en las redes y en los medios para dar a conocer su caso además de otros, cómo hacen otras madres con hijos con discapacidades o enfermedades crónicas. Según sostiene, todo debería ser mucho más sencillo: “Deberíamos poder ir a la escuela con los informes médicos y deberían ponerte los recursos que tu hijo o hija necesita”. Por cierto, todos los beneficios de La revolución Shiwa se destinan a la investigación sobre espina bífida en bebés y niños que se lleva a cabo en el Hospital Vall d’Hebron.
“Ningún parque infantil es realmente inclusivo”
La historia de las carreras también invita a una reflexión. Pero antes hay que hablar de la batalla previa: la de los parques infantiles pretendidamente inclusivos. “No hay ninguno que lo sea –afirma Noemí Font–, y de ahí vino mi lucha, de ver cómo el Ayuntamiento de Barcelona iba inaugurando parques que decía que eran inclusivos y accesibles, cuando lo único que había era un columpio con forma de cesta. Este es un criterio muy pobre. Para considerar que un parque es accesible como mínimo deberían serlo el 50% de sus elementos, a los niños con movilidad reducida no les puedes decir «colúmpiate aquí un rato y nos volvemos a casa», ¡quieren subir a todas partes!”.
Font se reunió con la teniente de alcaldesa, Janet Sanz, y con el arquitecto municipal jefe, Xavier Matilla, quienes se comprometieron a impulsar una comisión, con técnicos y entidades sociales, para determinar cómo debían ser los parques infantiles. Pero a continuación llegó la pandemia y el tema quedó parado. O medio parado, ya que Matilla le ha asegurado recientemente a Font que siguen trabajando en ello. ¡Pero es que pronto habrán pasado dos años! “Existe un dossier de recomendaciones realizado por la Red de Accesibilidad y Vida Independiente (XAVI), que está muy bien. Pero son recomendaciones que, por tanto, no obligan y lo que queremos es una norma que obligue de cara al diseño de los nuevos parques”, explica la maestra.
“Queremos que puedan sentir la adrenalina de una carrera”
Todas estas aventuras Font las ha ido narrando en Twitter, donde ha conectado con su cara más solidaria (si bien también ha catado su cara más oscura). Un día publicó una foto haciendo una carrera con su hija por la calle, y entre las diversas reacciones le llamó la atención la de una entidad sevillana llamada Carros de Fuego, que le decía que en la capital andaluza hace tiempo que organizan carreras para niños con andadores. Entonces retuiteó este mensaje preguntando si no sería bonito organizar lo mismo por las fiestas de la Mercè de Barcelona, idea que recogió un torrente de reacciones positivas. Y llamó la atención del programa Bàsics de Betevé. “En todo este tiempo –explica Font– he aprendido que la oportunidad de tener un altavoz debe aprovecharse, porque si no lo haces te quedarás como estás y si lo haces puede pasar algo».
Lo que pasó es que la torpeza de algún responsable municipal hizo el resto. Porque el alboroto social y mediático la empujó a unas nuevas negociaciones con el Ayuntamiento, y después de varias idas y venidas finalmente recibió una negativa como respuesta, con el argumento de que en la Mercè ya se hacía una carrera inclusiva… ¡de dos kilómetros! “Si se trata de empujar una silla la puedes hacer tan larga como quieras, pero si queremos que hagan la carrera de forma autónoma y darles la oportunidad de sentir la adrenalina en el cuerpo, debe ser de 40 metros como máximo”, comenta. Entonces Font explicó la negativa por Twitter “y el alud de mensajes fue alucinante, y me vuelven a entrevistar en Bàsics, y todo esto anima el cotarro, y comienzan a aparecer asociaciones de vecinos que se ofrecen para organizar la carrera dentro de los actos de la fiesta mayor de su barrio”.
Los primeros en ofrecerse fueron el Eixample y la Sagrera. Pero la primera carrera para niños con movilidad reducida se organizó (con el asesoramiento a distancia de la entidad sevillana) en el marco de las fiestas del Barri Gòtic en agosto de 2021, ya que, por calendario, era la primera que tocaba. Fue un éxito tremendo de participación y de público. Y los medios se volcaron. A partir de ahí, se han seguido organizando más carreras, por generación espontánea. En barrios de Barcelona y fuera: Santa Coloma, Vic, Girona… La número trece tuvo lugar hace un par de semanas en Sitges. Y hay más en camino. “Tengo la satisfacción y la alegría de que cada vez que se hace una la gente me lo cuenta y yo lo revivo como si fuera una victoria propia”, explica Font. Visto con perspectiva, considera que la negativa inicial del Ayuntamiento de Barcelona fue una suerte: “Si me hubieran dicho que sí seguramente habría pasado mucho más desapercibida dentro de los actos de la Mercè, y difícilmente se habría generado todo lo que se ha generado a partir de la primera carrera”.
¿Y qué persiguen estas carreras? “Pienso que ponemos a estos niños a la vista de todos y hacemos una actividad como la que podría hacer cualquier otro niño y sin otro objetivo detrás que no sea hacer deporte y pasarlo bien. No es una actividad para recaudar fondos para una entidad ni para ayudar a una causa, no, esto es para competir y hacer deporte, y para hacerlo no en un sitio escondido, sino a la vista de todos y en un contexto de fiesta mayor”, comenta Noemí Font. Pero también admite que una carrera puntual no es lo mismo que unas extraescolares de atletismo, natación o cualquier deporte de equipo, en resumen, una actividad deportiva en el club del barrio y no en la institución especializada que te obliga a tener que cruzar toda la ciudad cada vez. “¿Verdad que hay deportistas paralímpicos? Pues para los niños también hacen falta adaptaciones y que los monitores se sienten y rumien un poco cómo se pueden hacer”, opina Font.
Y habrá más batallas, esto parece inevitable. Porque los niños como Emma Joana no deben ser menos que nadie, en ningún ámbito ni en ningún caso.