No existe otro movimiento social que se le parezca. Las cifras que tiene el movimiento de madres y padres no pasarían de ser utopías irrealizables para cualquier otro movimiento que exista. Más de 15.000 asociaciones que abren sus puertas diariamente en todo tipo de municipios, ya sean grandes o pequeños, en la ciudad o el mundo rural. Donde exista un centro educativo público, y en gran parte de los centros privados con concierto, casi siempre hay una asociación. Y, a diferencia de otros espacios sociales y políticos, estas asociaciones no tienen un cuerpo integrante homogéneo, su diversidad interna es una de sus señas de identidad más destacadas y valorables.
Durante décadas han cubierto, y lo seguirán haciendo, las lagunas de las diferentes administraciones, en especial de las educativas. Y la pandemia, que nos ha mantenido descolocados en estos dos últimos años, ha vuelto a poner en valor su trabajo diario, realizado en un escenario que se encontraron de repente de puertas cerradas, como toda la sociedad. Obviamente, han sido meses muy difíciles, tratando de hacer lo que fuera posible por quien lo necesitara, sin ayudas extraordinarias, sin palabras de aliento, sin agradecimientos del resto de la sociedad, prioritariamente preocupada por otros espacios, en especial del ámbito sanitario y laboral.
Ahora que las urgencias parecen haber pasado, queda algo de tiempo para lo importante.
Y sin duda es importante reconocer oficialmente la dedicación callada de estas asociaciones, que no han levantado la voz reclamando ese reconocimiento, pero que lo merecen, también por ese silencio autoimpuesto. Por eso era importante que el Ministerio de Educación se lo diera por la mejor vía posible: otorgando la más alta distinción que puede entregar en el ámbito educativo a una entidad asociativa de nuestro país, la Corbata de la Orden de Alfonso X el Sabio. Y como no es posible realizar una concesión directa a cada una de las más de 15.000 asociaciones, es justo que se haga dándole dicho reconocimiento a las organizaciones que las aglutinan a nivel estatal: CEAPA y CONCAPA.
El lunes 21 de marzo de 2022 es una fecha que quedará marcada en el calendario, dedicada a hacer justicia con tantas personas anónimas que han dejado parte de su vida para que la educación en sus centros educativos sea un poco mejor cuando se marchan de las asociaciones de lo que era cuando llegaron a ellas, también ahora en plena pandemia. Con el paso del tiempo, la fecha que quedará en la memoria no será la del acto de entrega, sino la de la publicación en el BOE de la concesión o la que figure en el soporte físico en el que se entregue ésta a las entidades.
Y los nombres y apellidos de tantas personas anónimas, y el de sus asociaciones, no estarán en listado alguno ligado a la Orden de Alfonso X el Sabio. No habrán acudido al Ministerio de Educación para recoger la distinción, ni pronunciarán discursos agradeciéndola, pero este reconocimiento les corresponde por derecho.
Al Ministerio solo cabe agradecerle haber atendido con interés, y predisposición favorable desde que la conoció, la petición que recibió para que otorgara esta distinción a ambas organizaciones estatales. Ante lo justo de la petición que le llegó por el cauce establecido, sólo pensó en darle la mejor de las respuestas, y la concesión lo demuestra. Sí, no faltará -alguien ya lo ha hecho- quien les critique porque no les guste que se dé la distinción a una u otra entidad. Personas sectarias que piensan que sólo los suyos son merecedores de ser reconocidos, que viven en un mundo de rencores permanentes y odios sinsentido. Pero en un momento como el que hemos vivido, de nada sirve pensar en los orígenes y trayectoria de cada entidad, ni en la posición ideológica que cada una mantiene ahora con leyes educativas o iniciativas legislativas, porque quien esto hace solo demuestra una absoluta ignorancia hacia lo que realmente se está reconociendo -la labor de las asociaciones de madres y padres-, y una intencionalidad de crítica hacia un Ministerio de Educación y sus responsables que solo se puede entender desde la posesión de una mente obtusa y dedicada a destruir en lugar de estar orientada a buscar escenarios para construir un buen presente que nos facilite lograr un mejor futuro. La diferencia siempre la marcan los pequeños detalles, no las grandes alharacas.
Apostemos por construir escenarios de encuentro.
No podemos seguir viviendo en una sociedad que todo lo lee en la disyuntiva de los míos y los otros. Personalmente, estoy en las antípodas ideológicas de la CONCAPA, pero eso no me impide reconocer que su existencia es necesaria. Sí, en la mayoría de las ocasiones estoy en desacuerdo con lo que defienden, pero no podría tener tanta importancia el papel que desempeña CEAPA sin una organización que tire en sentido contrario. Las sociedades no se construyen desde los extremos, sino desde el acuerdo entre estos. Ambas organizaciones lo han demostrado en varias ocasiones, discrepando seriamente en el seno del Consejo Escolar del Estado y en sus posicionamientos públicos, pero capaces de votar lo mismo cuando la posición es común, de convocar juntas ruedas de prensa cuando el tema lo requería, o de realizar encuentros conjuntos para debatir y encontrar puntos comunes que poder compartir. No solo lo creo, sino que lo afirmo con la seguridad de quien lo ha vivido personalmente, puesto que formé parte de la junta directiva de CEAPA durante tres lustros, entidad que tuve el honor de presidir no hace muchos años, y fui integrante del Consejo Escolar estatal durante casi una década.
No se gana nada del rechazo absoluto del diferente; se aprende más debatiendo con quien piensa distinto que repitiendo los eslóganes propios ante públicos entregados a la causa. Lo único irrenunciable es que todas las partes defiendan sus posiciones por cauces democráticos y sus reivindicaciones no atenten contra los derechos humanos. Esto último está de moda en el pasado reciente, emponzoña nuestro presente y amenaza seriamente nuestro futuro. Pero actos así, como el del reconocimiento conjunto a CEAPA y CONCAPA, demuestra que la sociedad puede tener espacios de encuentro y que se pueden dejar a un lado las diferencias por un momento, cuando merece la pena hacerlo.
Así que debe celebrarse que los responsables del Ministerio de Educación, a diferencia de lo que otros anteriores de signo político contrario hicieron en actos y reuniones diversas, hayan entendido que no tocaba homenajear solo a una parte de las asociaciones, las que puedan estar más cerca del modelo educativo que propugnan, sino tanto a las que representa CEAPA como a las que están integradas en la CONCAPA. Y agradecer que lo hayan hecho. Siempre toca construir, pero en este momento con mayor ahínco, porque tenemos demasiados destructores sueltos. Reconocer al que merece ser reconocido, sea cercano o lejano, es una magnífica manera de construir.