Según las y los responsables de Unicef que han participado en la presentación del informe de Acción Humanitaria para 2023, nos encontramos ante el reto humanitario mayor hasta la fecha. A las situaciones de conflictos enquistados e invisibilizados como Yemen o Siria, se suma la guerra de Ucrania que ha provocado una subida de precios no solo en combustibles sino también en el precio de alimentos básicos para muchos países del norte y del Cuerno de África. A esto, se vienen a sumar las consecuencias del cambio climático en lugares como Pakistán, con enormes inundaciones que han dejado anhegado un territorio equivalente al de Inglaterra, o la falta de agua potable y altas temperaturas que se viven en Oriente Medio.
Se trata, casi, de una tormenta perfecta que afecta o afectará a 110 millones de menores el próximo año. La cadena de problemas y dificultades que afronta Unicef no solo se para en lo antes descrito, sino también en el incremento de precios de algunos de los materiales que vienen utilizando para poder hacer frente a las emerfencias en las que trabajan. Como explicaba Saúl Guerrero, asesor en la entidad sobre nutrición en emergencias, el precio del tratamiento que utilizan para los casos de malnutrición infantil ha aumentado en lo que va de año un 16 % «lo que supone que habrá 600.000 niños que no podremos tratar».
El efecto mariposa que hace que una guerra en el Este de Europa suponga que miles de personas en Somalia acaben en situaciones de malnutrición porque la práctica totalidad del grano que se consume en el país africano proviene de Rusia y de Ucrania.
De los casi 10.000 millones de euros que Unicef solicita para poder hacer frente a estas situaciones, cerca del 20 %, es decir, 2.000 millones, se destinen a dar una respuesta educativa en terren a millones de estos niños y niñas. Criaturas que acuden a las escuelas de campos de refugiados como uno de los pocos lugares seguros en los que estar, según relata Lorena Cobas. Lugares que sus familias también sienten como seguros y que, además, les permiten tener cierto tiempo para poder poner sus vidas en cierto orden.
Ese dinero, entre otras cosas, se invierte en que pueda darse formación a docentes que, bien pueden ser otras personas desplazadas que fueran docentes o cualquier otra persona. Se les da una cierta formación sobre educación no formal ya que, uno de los peores problemas es la imposibilidad de seguir el currículo escolar del país del que han salido ni del país de acogida.
«La educación es supervivencia», aseguraba Cobas durante la presentación del informe. Lo es en su vertiente de aprendizaje, de protección y seguridad para la infancia. Más allá de los espacios como las escuelas en centros de refugiados, Unicef tiene otros materiales como la «Escuela en una maleta» con cuyo material puede darse clase hasta a 80 niños. En cualquier caso, según Cobas, el objetivo es mantener la educación lo máximo posible, aunque sea mediante el uso de dispositivos como la radio.
Joana Pérez Martorell, asesora de movilización de recursos de Unicef en Oriente Medio y Norte de África ahondaba en la importancia del acceso a la educación de estas chicas y chicos para que puedan alcanzar determinados límites formativos y tener la posibilidad de acceder a trabajos con los que construir unas vidas. Sin estas salidas llega la frustración y con ella el conflicto como resumía esta asesora ubicada en Jordania, uno de los países con mayor número de personas refugiadas per cápita del mundo.
Cobas también puso el acento en el intento que la organización está realizando mediante la Declaración Save School que, por ejemplo, ha firmado España, para que las escuelas dejen de ser objetivos en los conflictos armados, tanto por parte de los grupos como de las fuerzas armadas. Son objetivos entre otras cosas para utilizar los edificios como centros de mando ya que suelen estar bien equipados y tienen acceso a suministros. «El ataque a las escuelas, afirmaba Cobas, genera una violación contra los derechos de la infancia».
De hecho, según el reparto de los 10.000 millones de euros que Unicef prevé necesitar para 2023, la educación, junto a lo relacionado con el agua, el saneamiento y la nutrición, es la mayor partida.
La cifra de 10.000 millones de euros es, según los diferentes expertos que han participado en la presentación, la mayor de la historia y triplica a la que se solicitó en 2015, que era poco mayor de 3.000 millones.
Las situaciones a lo largo y ancho del planeta son extremadamente complejas, con risis climáticas interrelacionadas con crisis económicas y afectadas por conflictos armados y guerras que causan millones de desplazamientos al año. En gran medidas, de menores.
Saúl Guerrero lo ejemplificaba con lo que vivió en su último viaje a Somalia, al campo de refugiados de Dolo, al que están llegando decenas de personas cada día, pero no para instalarse en el campo, que ya no puede recibir a más gente, sino en los alrededores de esta instalación. «Es difícil imaginar cómo se va a desarrollar la vida en esta comunidad el año que viene». De ahí la petición de ayuda de la organización tanto a gobiernos como a entidades privadas y particulares de todos tipo.