La lectura es llave de muchas cosas. La primera, y seguramente la más importante, es el conocimiento, el aprendizaje. Saber leer y comprender lo que se lee, acceder a la información y, con ella, al conocimiento, es clave. Es, o debería ser, la máxima preocupación de administraciones, de educadoras y de familias.
Pero no todas las personas tienen las mismas posibilidades de acceso a la lectura. Como PISA viene diciendo desde hace años, la importancia de la lectura en el hogar sobre los resultados en la prueba es clara. Esto se mide, principalmente, mediante el número de libros que hay en las casas. En muchas no hay suficientes, las familias han de trabajar innumerables horas para llegar a final de mes y, desgraciadamente, atender a la lectura no está dentro de las prioridades.
Por algunos motivos similares nació hace una década en Cataluña el programa Lecxit de la mano de la Fundació Bofill que busca hacer un acompañamiento individual a niñas y niños, mediante el voluntariado y el apoyo de entidades sociales para la mejora de la lectura, la comprensión lectura y el amor por los libros.
Jornada y premios de fomento lector
Después de una década de trabajo, Marta López, coordinadora del proyecto en la Fundació, explica que han querido dar un paso más allá. Han organizado una jornada que se celebrará a final de noviembre en la que se darán a conocer 10 proyectos de fomento de la lectura. De entre ellas, un jurado elegirá a tres como ganadoras para recibir 500 euros para la compra de libros. El objetivo es premiar el fomento de la lectura, la búsqueda de la igualdad de oportunidades entre el alumnado con mayores necesidades y, todo ello, aderezado con la colaboración comunitaria.
Estas son las patas del proyecto y es el motivo que les ha llevado a mirar más allá de las fronteras de Cataluña en un intento por conocer otras realidades a nivel estatal con las que intercambiar experiencias y conocimientos, al mismo tiempo que dan a conocer el proyecto.
Hasta la fecha, según Carles Nieto, responsable en la Fundació de la organización de la Jornada, Lecxit se ha implantado en, al menos, tres puntos diferentes en España. Por un lado, el Ayuntamiento de Pamplona lleva colaborando con ellos cerca de una década. Desde sus responsabilidades, ofrece a los centros educativos de la ciudad el acompañamiento necesario para la puesta en marcha del programa después de haber recibido, en su momento, formación y asesoramiento de personal de la Fundació.
También se subieron a este barco, la ONG gallega Fundación Meniños dedicada a la intervención familiar y el acogimiento familiar y Fundación José Manuel Lara en Andalucía, más dedicada a la promoción de la cultura.
En el momento de escribir estas líneas, habían recibido, explican Niego y López, cerca de 40 proyectos diferentes, «más de los que esperábamos», dicen casi a la par, dedicados al fomento de la lectura. Todavía no habían podido leerlos en profundidad, pero habían recibido, en gran número, proyectos liderados desde bibliotecas públicas o entidades sociales, más que de centros educativos.
«La idea de los premios era juntar estas vertientes: comunidad, igualdad o equidad y lectura», explica López. Según creen, no habrá demasiados, de entre las decenas recibidos, que conjuguen los tres elementos que dan sentido a Lecxit.
Tanto Nieto como López se muestran optimistas porque han visto que había proyectos que iban más allá de ese fomento de la lectura desde una entidad, fuera el colegio o la biblioteca. «Hemos visto algunos que apuestan por el sentido comunitario, que se vinculan con la ciudadanía, con alguna entidad o con voluntariado».
Y, aunque es pronto, «creemos que tendremos cosas interesantes», expone Nieto, quien explica que han recibido, por ejemplo, proyectos de centros muy pequeños que mueven a la ciudadanía de la localidad u otros casos en los que varios municipios pequeños trabajan juntos para movilizar los libros de una escuela a otra.
Lecxit
El proyecto, que según Marta López, suma, solo en Cataluña, 400 iniciativas (unos 190 centros educativos, 90 bibliotecas públicas y, el resto, entidades sociales), busca el fomento de la lectura y la mejora de la comprensión entre las y los estudiantes con mayores dificultades.
Estos son identificados por las escuelas. De ahí que sea necesario que siempre haya un centro educativos implicado. «Los centros son los que prescriben, los que seleccionan a las y los participantes y hablan con las familias para comentarles cómo les favorecería que sus hijas e hijos participasen», explica López.
A partir de ahí, se genera un espacio, ya sea en el colegio, en una biblioteca pública o en una entidad social o corporación local, en el que cada chaval pueda leer acompañado por una persona voluntaria que le ayudará cuando tenga alguna dificultad.
Aunque la evaluación que han podido hacer hasta ahora no arroja una mejoría reseñable en la comprensión lectora, los docentes que han participado en las diferentes encuestas encuentran que chicas y chicos le han perdido el miedo a la lectura, se atreven en mayor medida a ser voluntarios para leer en alto y muestran mayor interés por esta actividad.
Una de las claves, cree Carles Nieto, está en la propia metodología de acompañamiento 1 a 1 del voluntario. Esta figura «no te juzga, está ahí por ti, si el chaval falla lo vuelve a intentar…». «Ese 1 a 1 que el profesional en el aula no se puede permitir es el que provoca este cambio más cualitativo, por ejemplo, de interés de querer ir a la biblioteca».
Además, aunque el programa no lleva aparejada intervención directa con las familias, Nieto sostiene que la relación entre el voluntario y estas en el momento de la recogida de las y los chavales es interesante porque el primero da información a las segundas sobre los logros alcanzados, al mismo tiempo que anima sobre la posibilidad de trabajar la lectura en otros momentos, o para ir a la biblioteca pública para hacerse socio.