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En el verano de 2024, el periodista, editor y escritor José Luis Córdoba publicaba su tercera novela, Los fantasmas de Benamira, editado por RBA. El autor se inspiraba en hechos reales para narrar la historia de los habitantes en el último siglo en la pedanía de Benamira, que actualmente forma parte del municipio de Medinaceli, en la Comarca de Arcos de Jalón, en la provincia de Soria. Las pedanías son entidades locales que dependen de un municipio central, donde se ubica el ayuntamiento. Existen más de tres mil pedanías en toda España, la mayoría producto de la reagrupación para racionalizar la administración del territorio, teniendo en cuenta que la mayoría tiene una extensión y una población muy reducida.
En Benamira vive una única persona a lo largo de todo el año, aunque los fines de semana recupera una cierta actividad y los veranos pueden llegar hasta los doscientos habitantes, la gran mayoría descendientes de los antiguos pobladores del lugar. La familia de Córdoba es uno de esos nuevos residentes esporádicos desde hace unos años, atraídos por la singularidad de lo que constituye la España vacía, con todas sus ventajas e inconvenientes. Inconvenientes asociados, como es natural, a la falta de servicios, el estado de las carreteras y la lejanía de algunas instalaciones esenciales, como la distancia al hospital o centro de salud, por ejemplo, o a la tienda de comestibles más cercana.
El autor se inspira en publicaciones reales, en la documentación propia del municipio, en diarios personales y en entrevistas con descendientes directos de los protagonistas de la novela. El detonante de la historia corresponde a un suceso real acontecido en 1983, cuando el médico Alberto Manrique tomaba posesión de su nueva plaza para atender las pedanías de Medinaceli, cuando en Benamira apenas quedaban diecisiete personas. Cuando adecentaba su nueva consulta, encontró una saca de correos datada en 1942, con cartas que nunca llegaron a entregarse. La Asociación Cultural Soria Edita publicó en su momento la transcripción de todas las cartas, aunque solo unas pocas tenían el nombre completo del autor: Nemesio era el autor de seis de entre toda la correspondencia encontrada.
Nemesio García (1881-1967) fue un campesino como sus ancestros, que tuvo la oportunidad de estudiar, consiguiendo dejar el trabajo del campo y el cuidado de los animales, para acabar ocupándose como secretario en diversos ayuntamientos y negocios. A partir de dichas cartas y diversos escritos, así como la documentación pulcra de las instituciones donde trabajó, ha permitido a Córdoba reconstruir una buena parte de la vida de Nemesio, con el aliciente de que el actual alcalde pedáneo es su nieto, Esteban García. Cuando estalló la Guerra Civil, Nemesio fue perseguido por la leve acusación de haber asistido a un mitin realizado por un conocido republicano, lo que le llevó en primera instancia a un exilio forzado a Francia, con todas las tribulaciones que supuso ese periplo, de ida y de regreso, porque, finalmente, pudo volver a su pueblo al cabo de los años, cuando los mismos vecinos que le habían denunciado años ha, ahora le reconocían como un buen hombre. Y Nemesio volvió, a pesar de que le mataron a un hijo simplemente porque no encontraron al padre cuando fueron a por él. Y con dos hijos más fallecidos durante la contienda.
Córdoba noveliza la biografía de Nemesio a lo largo del siglo XX, convirtiéndose en un relator de las tradiciones y costumbres populares arraigadas en el campo y en las diferentes épocas que le tocó vivir, incluida la peor experiencia de todas: una Guerra Civil que marcó a la familia para siempre. El libro sirve también para poner en valor lo que supone un conflicto de estas características en las personas anónimas que acababan sufriendo los avatares de la guerra sin saber exactamente qué estaba sucediendo, con acciones atroces por parte de sublevados que hasta hacía poco eran amables vecinos, y con los que tuvo que volver a convivir con el paso del tiempo, como si nada hubiese sucedido, o, mejor dicho, a pesar de lo que había sucedido.
En cierta manera, Los fantasmas de Benamira forma un díptico con su anterior novela, Suma poética (2022), también publicada por RBA, en el que ficciona en ese caso la vida de Fernando Lapi (1891-1961), un poeta que solo publicó un libro homónimo con el ahora biográfico, pero que, también a partir de cartas y documentación recuperada tras la muerte de un descendiente directo, pudo reconstruir su vida, en la que destaca especialmente su trabajo como editor. Entre la correspondencia se encontraron cartas de Gerardo Diego, Miguel de Unamuno, Jorge Guillén (con el que le unió una estrecha relación), y de Antonio Machado, del que Córdoba recuperó un poema inédito incluida en una de las misivas. Las dos novelas reconstruyen la historia de España a partir de acontecimientos reales mezclados con la cotidianidad de protagonistas anónimos, trabajadores con mayor o menor fortuna, arrastrados por la vorágine del populismo y la dictadura.
Benamira es una pedanía que pertenece a Medinaceli en Soria, un municipio de 205 kilómetros cuadrados que actualmente cuenta con menos de setecientos habitantes, lo que compone una densidad de poco más de tres personas por cada kilómetro cuadrado. A modo de ejemplo comparativo, en algunas de las poblaciones afectadas por la riada provocada por la DANA el pasado 29 de octubre de 2024 en Valencia las cifras son muy diferentes: en Mislata, la densidad es de más de veintidós mil habitantes, mientras que en Paiporta es ligeramente inferior a siete mil. Soria es un ejemplo de lo que se conoce como «la España vacía», como lo es también la provincia de Teruel, en Aragón.
En noviembre de 2024 se publica la novela gráfica Barbecho, con guion y dibujo del turolense David Sancho, editado por el sello Salamandra Graphic del Grupo Editorial Penguin Random House. La obra es la ganadora del XVII Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic, un galardón dotado de 10.000 euros para la realización del proyecto y con la publicación final de la obra por parte de la editorial. El jurado fallaba por unanimidad, escogiendo la obra del debutante autor entre los 59 proyectos presentados, destacando en el veredicto «su brillante aproximación a la España rural que desaparece con una historia que combina pasado y presente desde un tratamiento gráfico de gran elegancia y madurez narrativa y de cromatismo contundente». Y es que el color es fundamental en la historia, puesto que, además, es un recurso que utiliza para evocar diferentes momentos de la historia del pueblo y sus habitantes, utilizando la técnica de gouache (colores diluidos en agua), sobre una página horizontal que contribuye a la contemplación y a un ritmo pausado de lectura, incluso con las páginas sin texto que salpican la novela gráfica.
Nacido en 1997, graduado en Bellas Artes y con un máster de Cómic e Ilustración, Sancho dedica su obra a esa España vacía que conoce bien, puesto que es originario de Pancrudo, en Teruel, un pequeño pueblo de poco más de cien habitantes. La historia gira alrededor de Emilio: «el último habitante de un pequeño pueblo en el que vive aislado de casi todo. Un día, tras un descubrimiento inesperado, Emilio es consciente de algo perturbador: de que las casas a su alrededor están desapareciendo misteriosamente y él es el único que parece darse cuenta». De ahí el ingenioso título de la novela gráfica, haciendo referencia a la técnica agrícola que consiste en no sembrar una tierra de cultivo durante uno o varios años a modo de descanso, con la intención de recuperar los nutrientes de la tierra, cambiando su composición química para aumentar su calidad y su fertilidad.
Con la técnica del barbecho se evita el agotamiento de los suelos, aunque el símil que utiliza el autor en este caso parece un clamor de denuncia, puesto que esos terrenos parece que no reviven, como si el barbecho fuera inexorable y eterno. «No quería hablar de un pueblo en concreto, sino intentar buscar, más allá de sus particularidades y de la dureza del trabajo agrícola, los puntos en común que tienen muchos de ellos. Son historias que he oído toda la vida, cosas de mi familia, de la gente del pueblo de mis padres, Pancrudo», comenta a la agencia EFE el autor, que reside actualmente en Barcelona. El autor utiliza recursos y situaciones que ya aparecían en Los fantasmas de Benamira: las cartas, las dificultades de transporte, las tiendas que van cerrando, la marcha de los vecinos, la pérdida de oportunidades para los jóvenes o la dureza del clima, todo ello en el contexto social y político del siglo XX, con la misma Guerra Civil y la misma dictadura para todos.
Coincidiendo con la publicación de Barbecho, el 14 de noviembre de 2024 se estrenó en la plataforma Amazon Prime Video el documental El año del relevo (2024), dirigido por Laura Jou, con una interesante premisa: que en la próxima década se jubilarán más del 50% de los actuales ganaderos, sin que, aparentemente, esté clara la continuidad del negocio particular de cada caso. A partir de un análisis previo del sector, Jou comprendió que era necesario hacerse a un lado para captar la esencia del objeto de estudio, que decidió que fuera, por un lado, la imperiosa necesidad de preparar el relevo en la actividad económica familiar y, por otro lado, las inquietudes de los descendientes, previsibles herederos del negocio.
Si bien el documental enfatiza el factor de que la ganadería es una profesión que requiere de vocación, talento y formación, no es muy diferente de lo que exige cualquier otra dedicación. La diferencia estriba, sobre todo, en el entorno y las condiciones con las que se produce, aunque también es cierto que es un sector donde la tecnología ha provocado una revolución notable respecto al sacrificio con el que se ha reconocido históricamente a la profesión, aunque sin desdeñar la disciplina que requiere la dedicación diaria de la actividad. Una actividad que se produce en el ámbito rural, con muchos prejuicios y estereotipos negativos y que Jou intenta eliminar con su propuesta.
El documental sigue los pasos de dos familias ganaderas del sector porcino, una de ellas con dos hijos candidatos a seguir los pasos del padre, la familia Corominas, y la otra con dos hijas, la familia Serentill, lo que añade una dimensión singular en el relato por las connotaciones machistas asociadas a la profesión, a pesar de ser históricamente un sector donde la presencia de la mujer ha sido muy importante. Jou coloca la cámara en la intimidad de los dos hogares para mostrar las conversaciones familiares, sin perder la autenticidad de los gestos y la espontaneidad de las palabras que surgen entre los protagonistas reales de la historia. No están interpretando un papel, están hablando de su experiencia personal, de sus inquietudes y de sus aspiraciones. Unas aspiraciones que acontecen en unas poblaciones de una densidad de habitantes muy pequeña con una actividad económica fundamental en nuestra sociedad.
Uno de los protagonistas es el actor Pol Toro, que se plantea la posibilidad de continuar con el negocio familiar, la explotación agraria Mas Corominas de Begudà, con parada en el Mercat d’Olot, en Porcs Casolans Corominas. El joven reflexiona sobre las penurias de la profesión que ha escogido, la interpretación, recordando la dificultad de los castings, la imposibilidad de asegurar una estabilidad económica con trabajos muy esporádicos, y todo lo que supone vivir en Madrid (bueno, en realidad cerca de la gran ciudad, para poder aspirar a un precio de alquiler razonable), y la gran competencia existente entre todos los aspirantes a cada papel. Su reflexión recuerda a los consejos que propusieron los científicos W. Chan Kim y Renée Mauborgne en su célebre libro La estrategia del océano azul (Blue Ocean Strategy, 2005), publicado en castellano por Profit Editorial, con traducción de Adriana Hassan. Kim y Mauborgne abogaban por un nuevo paradigma en la forma de hacer negocios, buscando nuevas actividades económicas que no tengan tanta competencia (una situación indeseable a lo que ellos llaman «océanos rojos», en alusión a la sangre vertida entre los competidores en mercados muy competitivos). Y la estrategia que proponen los autores para poder trabajar en un océano azul es la de la innovación: innovar en tus productos y en tus procesos para diferenciarte del resto. Y es justo lo que le aconseja el padre de Pol Toro si decide continuar con la actividad familiar: poder aportar su propio toque personal en un negocio tradicional, e ir más allá de lo que supone el relevo generacional.