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Estudia los factores psicobiológicos, familiares, socioeconómicos y culturales que influyen en un bajo rendimiento escolar y que motivan alteraciones de conducta en niños y jóvenes de entre 6 y 18 años. Los resultados vinculan la contaminación atmosférica y la escasez de áreas verdes con la aparición de síntomas que podrían desarrollar problemas emocionales y de conducta.
¿Cómo influye la contaminación ambiental en los trastornos emocionales de niños y jóvenes según este estudio?
Hemos observado que la presencia de una partícula contaminante en suspensión muy específica –la PM10– aumenta la probabilidad de tener más síntomas de índole emocional, como ansiedad o depresión, en el grupo poblacional que va de 6 a 18 años. Si nos centramos en los conocimientos adquiridos en esta investigación, observamos dos tipos de variables. Por un lado, existen estas variables que favorecen la presencia de problemas de salud mental; por otro lado existen variables que protegen, que son los espacios verdes. En este sentido, también hemos detectado que la ubicación de centros educativos a menos de 100 metros de un entorno verde disminuye la probabilidad de tener trastornos de conducta o síntomas de agresividad.
¿Entonces es correcto decir que el entorno puede enfermar?
El entorno te ayuda a enfermar, pero hay muchas variables que debemos tener en cuenta. Nosotros hacemos estudios con la parte genética y, probablemente, en un futuro sabremos si tendremos más probabilidades de tener problemas de salud emocional en función de la predisposición genética, de los niveles socioeconómicos o sociales, del tipo de escuela y de estas variables contaminantes… En salud mental, todo es un puzzle, no es una causa directa. Y las variables medioambientales forman parte de esa ecuación; lo que debemos hacer es mucha más investigación para saber qué peso tiene cada cosa.
¿Estos resultados podrían trasladarse a la edad adulta?
En adultos ya existen estudios que lo confirman, y también en personas con autismo o TDAH. Lo innovador de nuestro estudio es que es el primero que se realiza con población infanto-juvenil donde se ve esta relación entre medio ambiente o contaminación y problemas de salud mental o salud emocional. Cuando trabajamos con sintomatología de salud mental es complicado hacer relaciones muy directas, porque hay muchas variables que influyen… La contaminación es una variable más que añadimos, y vemos que ésta es independiente de las otras que ya sabíamos (el nivel socioeconómico, edad, género…); por tanto, debemos dar importancia a las políticas de prevención medioambientales.
En salud mental, todo es un puzzle, no es una causa directa
Por lo que a políticas prevención se refiere ¿qué podría hacerse?
Deberíamos incorporar en nuestro día a día las variables de las que ya tenemos datos científicos. Por ejemplo: hace tiempo que conocemos la relación entre el consumo de tabaco durante el embarazo y el TDAH; por lo tanto, deberímos evitar que la gente con más predisposición a tener síntomas de TDAH fume durante el período de embarazo… En el caso que nos ocupa, debemos favorecer entornos medioambientalmente más saludables; y eso es algo que tenemos claro, pero que quizás todavía no le hemos dado la importancia necesaria. Deberíamos ubicar los centros educativos lo más alejados posible de lugares con muchas partículas en suspensión y, si esto no es posible, favorecer al máximo las salidas al aire libre y las zonas verdes, porque van bien para respirar, pero también para la salud mental.
¿Podría decirse así que los niños y jóvenes que viven en entornos rurales son más saludables?
En base a nuestro estudio no podríamos decirlo así, pero sí hemos visto que, a mayor contaminación ambiental, más probabilidades tendrán de sufrir problemas de salud mental como ansiedad o bajo estado de ánimo. Los estudios son muy costosos, y en cada investigación damos respuesta solamente a algunas preguntas. Tenemos que hacer muchas y realizar más investigación. De todas formas, si existe un impacto de la contaminación ambiental en la presencia de síntomas, la mejora de esta contaminación probablemente lleve a disminuir esta sintomatología.
Es el primer estudio que se realiza en población infantil y juvenil donde se ve esta relación entre medio ambiente y problemas de salud mental o emocional
¿La población infantil y juvenil sufre más los efectos de la contaminación?
Un niño se desarrolla desde que sus padres lo conciben hasta que cumple 20 años, aproximadamente. Y es importante todo aquello que tiene que ver con antes de quedarse embarazada, durante la gestación, en los primeros años de vida… porque no es lo mismo introducir un tóxico en el cerebro de un adulto que en el de un niño. Con ellos debemos ser mucho más cuidadosos: cualquier variable impacta mucho más en el cerebro de un niño. A nivel de contaminación, también; por eso es prioritario tener los centros educativos preservados de la contaminación o con espacios verdes.
Por lo que se refiere a las zonas verdes, es complicado saber de qué depende la clara disminución de los problemas de agresividad que hemos observado; quizás la presencia de estos espacios verdes purifican el ambiente de alguna manera, o puede que el hecho de disponer de zonas verdes cerca de la escuela facilite que se frecuenten tras las clases y esto favorezca la relación con los compañeros….
¿Qué más preguntaría o cuáles serían los próximos pasos a seguir?
Cuando estás investigando siempre piensas que podrías preguntar más cosas. En este caso, como nuestro estudio no es específicamente de efectos contaminantes, la parte de contaminación estudiada es muy reducida, y seguro que se pueden preguntar muchas otras cosas… también surgen cada vez más cuestiones sobre cómo cocinamos, qué comemos… pensamos que la dieta es interesante de estudiar, y todo lo que haga referencia a los componentes más contaminantes, a los plásticos etc. Nosotros hace años que preguntamos a las familias qué tipo de campana extractora tienen en casa, si fuman… Son variables que analizamos y analizaremos aún más en los próximos años, porque pueden impactar a muchas partes de la salud.
Pero el nuestro es un proyecto que estudia la salud mental y el rendimiento académico; hemos incluido también la variable de la contaminación y estimamos cómo puede afectar a la salud mental y al rendimiento escolar. Se trata de incluir estas nuevas variables en nuestras ecuaciones, tanto la parte genética, como la social y ahora también esta parte más medioambiental, pero son estudios muy costosos, porque son a largo plazo, y muchas veces no se dispone de financiación para realizar estas investigaciones. Ahora se trata de ampliar más estos resultados y dotarlos de más conocimiento científico.
Cualquier variable impacta mucho más en el cerebro de un niño
En los últimos años, los problemas de salud mental han aumentado entre los jóvenes y adolescentes. ¿Cree que el factor ambiental puede haber influido de algún modo?
Podría ser, sí, son variables que deben tenerse en cuenta. Pero también les han pasado muchas cosas: un efecto de aislamiento durante el confinamiento, dejar de socializar de la forma clásica… La contaminación es una variable más y es importante. Y de nuevo vuelvo a este rompecabezas del que debemos tener todos los datos. Es muy importante entender las cosas no con causas únicas, sino en un entorno mucho más complejo que debemos ir favoreciendo.

¿Cuál sería la solución a los problemas de salud mental que viven las grandes ciudades donde hay un nivel alto de contaminación?
Es un tema complicado y que no depende de nosotros; es más una cuestión de políticas; por ejemplo, en Barcelona –que probablemente es la ciudad catalana con más partículas en suspensión– hace tiempo que se ha implantado la medida de emisiones cero en el área metropolitana de la ciudad y, en determinados momentos, cierto tipos de coches no pueden circular por la ciudad. Las políticas ambientales de los gobiernos deben ir dirigidas a reducir este tipo de partículas y a favorecer la presencia de espacios verdes. Y creo que esto ya lo están trabajando.
¿La sobreexposición a las pantallas sería también uno de los factores que favorecería la aparición de problemas de salud mental en niños y adolescentes?
Creemos que es otra variable que debemos tener en cuenta. Ya estamos viendo cómo el consumo de pantallas en menores favorece dificultades en el lenguaje y en la capacidad de desarrollo. O, en niños más mayores, las redes sociales pueden influir ciertos aspectos de relación. Están empezando a salir estudios. Pero debemos analizar si se trata únicamente de esto o si hay también predisposiciones genéticas, factores ambientales, culturales, etc. El problema es que son estudios muy costosos de realizar y las redes han llegado demasiado rápido; los que investigamos vamos más lentos, no tenemos tiempo de recoger muestras y seguramente ha habido un impacto diferente en los últimos años, post-pandemia, que deberíamos estudiar.
Estamos viendo que el consumo de pantallas en menores favorece dificultades en el lenguaje y en la capacidad de desarrollo
¿Qué síntomas deberían alertarnos?
Aquí estamos hablando de problemas de ansiedad; niños y jóvenes que se preocupan mucho, que tienen muchos miedos, les da vergüenza hacer las cosas, están más tristes, con menos ganas de actuar. Esto no tiene por qué ser un trastorno psicopatológico, pero hemos visto que tienen una mayor probabilidad de tener síntomas.
Hace ya unos años que palabras como ansiedad o depresión forman parte del vocabulario habitual entre los jóvenes. ¿Esto es banalizar un poco la salud mental?
No, creo que en salud mental es bueno que podamos hablar sin estigma, y veo que los jóvenes son los que más están favoreciendo que se hable de este tema que no tenemos del todo resuelto. Reconocer que estás nervioso, angustiado, o que tienes un examen y no sabes cómo afrontarlo, son variables emocionales que deben tratarse. No con un psicólogo ni con un psiquiatra, pero sí debemos poder dar herramientas para afrontarlas y que no nos paralicen, no debemos esconderlas. Hablarlo hace que lo podamos tratar de la manera más normal con nuestras familias, con nuestros compañeros, tenerlo en cuenta y, si se complica, pedir ayuda sin tener la percepción de que tienes un problema estigmatizado. Es bueno que estas cosas se normalicen. Y que los adolescentes hablen de ello está bien; es mejor hablarlo que no hablarlo. La salud mental es una parte más de nuestro funcionamiento, debemos cuidarla, no debemos estresarnos, procurar dormir bien…
Los jóvenes son quienes más facilitan que se pueda hablar de salud mental sin estigmatizarla
¿Cree que deberíamos consultar más a los especialistas en salud mental?
Hay muchas cosas que pueden tratarse desde el día a día, y es lo que debemos favorecer. Por ejemplo, cuando tratamos niños con ansiedad, con miedos etc.,. damos pautas para sobrellevar esta ansiedad, que les acompañará, y muchas veces consiste en tratarlo en ese momento, que es muy sencillo. Hay gente que se pone más nerviosa, que tiene más vergüenza, que es más pausada, son formas de hacer y de ser. Si alguna de estas partes puede generar problemas, resolvámoslo de pequeños, ofrezcamos pautas para que esto no vaya a más y evitaremos que, cuando sean mayores, tengan más problemas. No todo esto es salud mental de consultas especializadas, pero sí que forma parte de ese bienestar de cada uno.
Como sociedad, ¿tenemos una mala educación en salud mental?
En las escuelas se trabaja mucho a nivel emocional, cosa que no hacíamos nosotros cuando éramos más pequeños. Se habla más y se hacen más cosas. Y el hecho de que se hable es ya un gran avance. Se llevan a cabo muchos proyectos en las escuelas. Siempre hay cosas a mejorar, pero vamos por el buen camino.
¿Cuándo cree que podréis dar por finalizada esta investigación que comenzó hace ya 14 años?
Ui, según mi compañera de genética del VHIR, todavía nos quedan 10 años para ir analizando datos; porque tenemos 14.000 variables de todo tipo reportadas por padres, maestros, jóvenes; variables de salud mental, de diagnóstico, de rendimiento académico, de genética, ambientales… Yo creo que nosotros no la terminaremos. ¡Pero es que se trata del cerebro, que es un órgano muy complejo!