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«Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo», afirmaba el filósofo George Santayana. El contexto actual, con el auge de ideas contrarias a la democracia, invita a preguntarnos hasta qué punto hemos sabido recordar y, sobre todo, explicar ese pasado, especialmente entre los más jóvenes.
En el 50.º aniversario de la caída del régimen, los medios de comunicación se han hecho eco de cómo el franquismo despierta el interés entre el alumnado. Una idea que también sostiene un estudio de la revista Clío: «El franquismo y, más significativamente, la Guerra Civil, son temas que suscitan el interés del alumnado». El último barómetro del CIS, sin embargo, revela que más de un 20 % de los jóvenes entre 18 y 24 años realiza una valoración positiva de la dictadura. Entre los chicos, el apoyo es todavía más elevado. ¿Qué ha hecho que el alumnado ensalce estas ideas? ¿Cómo se les ha explicado el pasado para que entiendan así el presente?
El relato sobre el franquismo sigue abierto, disputado y, sobre todo, vulnerable a la desinformación, con las plataformas digitales como principal altavoz de las narrativas que lo distorsionan. Los vídeos que convierten la dictadura en un «período plácido inundan las redes y llegan a un público generalista», señala a Verificat Fernando Hernández, historiador, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y autor del libro Francofacts, desmontando los bulos sobre el franquismo. Para el historiador, desmontar los mitos que circulan en torno al discurso de que «con Franco se vivía mejor» es la manera de entender que, lejos de ser un período de prosperidad, el franquismo significó represión, desigualdad y la negación sistemática de derechos. Se puede acceder a los argumentos para combatir estas narrativas en el aula en este artículo de Verificat.
Esta mirada indulgente sobre el franquismo no es solo un síntoma de la desinformación que prolifera en el entorno digital, sino también la prueba de que la historia sigue siendo un campo de disputa. Si esta se explica de manera «superficial y solo a través de números, no se entiende desde el pensamiento crítico y la reflexión», explica a Verificat Tania Riveiro, profesora del Departamento de Didácticas Aplicadas de la Universidad de Santiago de Compostela y coautora del artículo Memoria histórica y pensamiento crítico, donde se reivindica la pedagogía crítica como herramienta para influir en la enseñanza de la historia al servicio de la democracia.
La dictadura desde una visión «reduccionista» y «superficial»
En España existe una fosa común a menos de cincuenta kilómetros de cada municipio, pero según un estudio de la Universidad de León, solo el 29,3 % del alumnado español asegura haber abordado este tema en las aulas.
El tratamiento que se hace del franquismo en los centros preocupa a la comunidad educativa. Una investigación de la Universidad de Valencia, basada en el análisis de los principales libros de texto, concluye que la dictadura suele explicarse de manera «reduccionista» y «superficial», donde se resalta el supuesto «progreso» de los años sesenta y setenta sin abordar sus costes sociales ni la opresión que lo hizo posible. Esto lleva a relegar elementos como los campos de concentración, el trabajo forzado, la represión económica, cultural, lingüística y moral, o la implicación de ciudadanos e instituciones —como la Iglesia católica— en la persecución de los denominados rojos.
El coautor del informe, Néstor Banderas, defiende en Verificat que «un joven de 16 años debe entender la dictadura como una etapa de represión y no como una historia de progreso», y critica que los manuales sigan transmitiendo una imagen «triunfalista» del crecimiento económico sin contextualizarlo con la explotación laboral, la falta de derechos o la represión que lo sostenían.
En Cataluña, como en general en el resto del Estado, el franquismo y la transición se explican en la educación obligatoria, en cuarto curso de la ESO, a menudo al final del temario. Esto provoca que, «en muchos casos, no haya tiempo suficiente para abordarlos y que algunos alumnos terminen sus estudios sin haber trabajado estos episodios», explica el docente de la UAM Fernando Hernandez. En segundo curso de bachillerato, el tema vuelve a aparecer, pero también al final del temario, siguiendo el orden cronológico de los hechos. Para Banderas, este es un «problema estructural del sistema educativo» en el que se evidencia «una falta de priorización de aquello que es importante para abordar el presente», como el franquismo. Esta es una queja recurrente entre el profesorado.
Todos los académicos y académicas consultados coinciden en que el currículo está muy «sobrecargado» y deja poco margen para trabajar ciertos aspectos que deberían tratarse desde posiciones más reflexivas, sobre todo en el actual «contexto de polarización».
¿Y qué se puede hacer desde el aula?
«Es necesario realizar un ejercicio de memoria democrática a través de una aproximación más personalizada de los hechos», explica Riveiro, de la Universidad de Santiago de Compostela. Para la académica, trabajar las historias desde las vivencias personales, las emociones y la reflexión crítica es la manera de provocar una «revelación» entre el alumnado y hacerles darse cuenta de que esta historia «no solo no debe repetirse, sino que debe ser recordada».
Banderas, de la Universidad de Valencia, propone introducir en las aulas «investigaciones historiográficas» que atiendan aspectos como la perspectiva de género o la explotación laboral. «Temas que puedan hacer que los jóvenes conecten con la historia y les lleven a cuestionar las narrativas que circulan», añade.
Herramientas para aprender a cuestionar los relatos
El informe del Instituto de la Juventud de España (INJUVE) insiste en que cualquier transformación real pasa también por reforzar la alfabetización mediática y el pensamiento crítico del alumnado, para que disponga de herramientas para formarse opiniones propias e identificar discursos manipuladores. El estudio evidencia que el fomento de la educación en derechos humanos, la reflexión crítica y la alfabetización digital es absolutamente central en el contexto actual.
Es aquí donde entra en juego «Past-Continuous», un proyecto internacional que cuenta con la participación de Verificat, a través del programa educativo Desfake, y que pretende reforzar la alfabetización mediática e histórica entre el alumnado, ofreciéndoles herramientas para comprender la propagación de la desinformación, analizar los ecosistemas mediáticos actuales y contrastar la historia con datos rigurosos. Como explica a Verificat el coordinador del proyecto y docente de la UB, Sergio Villanueva, «la infoxicación hace que desconfiemos en exceso de ciertas creencias, pero al mismo tiempo refuerza nuestras creencias previas», y por ello es «necesario entrenar el espíritu crítico, cuestionando siempre las fuentes de información que utilizamos».
El proyecto pone a disposición del profesorado ejemplos de actividades en materia de historia, también sobre el franquismo, para que puedan trabajar en el aula a partir de casos reales que fomenten el pensamiento crítico, la verificación de fuentes y la comprensión contextualizada del pasado. El caso de Guernica, por ejemplo, ¿puede dar lugar a más de un relato? «Ver qué ha sucedido en el pasado y cómo la desinformación ha tenido un papel central nos ayuda a comprender mejor la realidad», concluye Villanueva


