Figuras del flamenco rupturista como Eva Yerbabuena, Fina de Ángeles o Antonio Patrocinio hijo. Dos artistas visuales con una larga trayectoria de intervenciones con impacto social: Cecilio Puertas y Antonio Pérez Gil. Representantes de la nueva literatura andaluza (Diego Reche, Yolanda Ortiz…). Todos ellos han desembarcado ya en 26 centros de la red pública y concertada de Andalucía con una misión: co-crear junto a alumnas y profesores piezas artísticas en las que cada una de las partes aporte. Por encima del resultado, de en qué y dónde vaya a parar el trabajo conjunto, se alzan los aprendizajes que se extraigan del propio proceso y, como fin pedagógico último, el fomento del pensamiento creativo.
Artistas en el aula se enmarca en una línea —consolidada y afortunadamente inmune a los vaivenes políticos— de apuesta por la innovación por parte de la Consejería de Educación de Andalucía. Esta ha diseñado (y está implantando) el programa en estrecha colaboración con la Consejería de Cultura de la región. A principios de año, entre ambas (en concreto su Dirección General de Formación del Profesorado e Innovación Educativa, y su Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, respectivamente) seleccionaron al elenco de artistas y a los centros participantes. También se decidió —para cada IES, colegio o escuela de arte— un coordinador o coordinadora que liderara el proyecto y extendiera entre sus compañeros su vocación interdisciplinar. Entonces echó a andar esta experiencia piloto nacida con la ambición de ser escalada en próximos cursos.
Poco después se puso en marcha una formación ad hoc, para artistas y docentes, a cargo de Planea. Una red estatal que aúna arte y escuela en sus muchas iniciativas por toda España. Uno de sus coordinadores, Pedro Jiménez Álvarez, explica que, para esta aventura, se ha creado “una metodología que incide en dos aspectos no siempre fáciles de entender”. Por una parte, aclara, “no es una actividad de educación artística, sino que [la iniciativa] tiene un carácter transversal”. Quizá más importante, ha resultado esencial transmitir a los artistas que no se trata, continúa, “de una clase magistral o charla esporádica, sino de construir una propuesta en la que ellos pongan su conocimiento y forma de hacer artística para co-crear con alumnos y docentes”.
El director general de Formación del Profesorado e Innovación Educativa, Antonio Segura, señala que la propia Consejería está “investigando y experimentando” con Artístas en el aula, aunque el programa no es, sin más, “un salto al vacío”. Segura cuenta que el “germen, la chispa” surgió de una pregunta que, entre todos, están tratando de responder: “¿Qué pasa si ponemos a trabajar juntos a profesionales de las artes y de la educación, y, por supuesto, alumnos?”. Y apunta a una referencia clara: “Las residencias artísticas, habituales en ciudades con un importante anclaje cultural como Amsterdam, París, Madrid o Barcelona”, aunque no tanto a escala regional, incluyendo localidades de distinto tamaño.
Diluir fronteras
Además, el aterrizaje del programa está resultando más suave al haber asociado cada uno de los tres ámbitos artísticos elegidos para este curso (flamenco, artes plásticas y literatura) a sendos programas de innovación ya existentes en Andalucía: Vivir y Sentir el Flamenco, ALDEA (enfocado a la sostenibilidad ambiental) y ComunicA. El próximo curso, teatro, cine y danza añadirán opciones al surtido.
En principio, el encaje curricular del proceso de co-creación goza de altas cotas de flexibilidad. Pueden participar docentes de todas las asignaturas. Y la dinámica (como en cualquier trabajo por proyectos) se presta a la fusión y a la permeabilidad de tiempos y espacios. Segura explica, mediante un importante matiz, la máxima que condensa el espíritu transformador de esta y otras iniciativas de la consejería andaluza: “No son programas de, sino para la innovación educativa. Se trata más de acompañar en los proyectos de centro, ofreciendo herramientas, pero procurando que sean los propios centros quienes vayan allá donde no llega el currículum, diluyendo las fronteras de horarios, disciplinas, muros…”. A Jiménez Álvárez se le ocurre, a bote pronto, una posible vía de exploración artístico-pedagógica : “¿Se puede aplicar la matemática espacial a los movimientos del flamenco?”.
Profesora de Diseño de Interiores en la Escuela de Artes de Guadix (Granada), Irene María Ramírez López está acostumbrada a involucrarse en todo tipo de retos en la órbita de la renovación metodológica. Este curso, admite, no tenía especiales ganas de implicarse en una nueva aventura. Al final le picó el gusanillo y solicitó para su centro el programa ALDEA. Se lo concedieron y, hace escasos meses, la Consejería de Educación le comunicó que su escuela también había sido seleccionada para participar en Artistas en el aula, programa del que es coordinadora.
Ramírez López sospecha que en Sevilla (sede de la Consejería) llamó especialmente la atención una obra de arte que realizaron coincidiendo con Halloween. “Nuestra escuela está en un antiguo palacio, un edificio precioso, pero la fachada es muy plana, así que decidimos intervenirla colgando arañas que habíamos hecho rellenando bolsas de basura con exámenes triturados de ex-alumnos”, cuenta. La idea fue simplemente “utilizar materiales reciclados para convertir la fachada en escaparate del centro”, y así promover su apertura al entorno. Aunque no resulta descabellado pensar que alguien en la Consejería viera, en esta original propuesta, también una sutil crítica a los modelos tradicionales de evaluación.
Otros prismas
Sea como fuere, la escuela se ha volcado con el nuevo proyecto. En las últimas semanas se han sucedido reuniones y encuentros de Ramírez López con los más de 20 docentes subidos al carro, con el artista (Cecilio Puertas, multidisciplinar con una atención especial a la fotografía) y con los alumnos. En el aula, en la sala de profesores y en los bares de Guadix. “Quedamos un día Cecilio y yo para tomarnos una cerveza y aluciné con la energía de transmite y los proyectos tan interesantes que ha puesto en marcha, muchas veces con colectivos en riesgo de exclusión”, narra esta profesora.
El proyecto en sí (el cómo se ha de concretar artísticamente) se haya aún en plena “lluvia de ideas”, continúa Ramírez López. Han hablado de reutilizar —en las plazas de la localidad granadina— mobiliario que los vecinos abandonan al lado de los contenedores. De recopilar objetos antiguos relacionados con los ciclos formativos que imparte la escuela (alfarería, bordado…, pero también del ámbito audiovisual y el diseño) con el fin de hacer un “banco de documentación gráfica”, dice. De impactar en la limpieza de la ciudad y en su gestión de residuos. “¿Será un proyecto integral de todo el centro con bifurcaciones? Lo cierto es que no sé dónde va a parar”.
En medio de la incertidumbre actual, la coordinadora de Artistas en el aula en Guadix tiene claras dos cosas. “Que los alumnos y alumnas serán los verdaderos protagonistas”, siendo docentes y artista guías en el proceso. Y que todo culminará en un gran evento en la plaza de la Catedral, donde se ubica la escuela. Habrá escenografía en la fachada, talleres de reciclaje… “Vamos a montar un buen pollo”, resume.
El coordinador de Planea, por su parte, confía en que Artistas en el Aula sirva para que fluya más y mejor el diálogo entre instituciones culturales y escuela, trascendiendo el enfoque habitual: ese que busca meramente aumentar la afluencia de público a museos, teatros etc. Ampliando la perspectiva, Jiménez Álvarez confía en que siga aumentando el peso de las artes en los centros educativos: “Están minusvaloradas, y los chavales muchas veces aprenden más a través de estas actividades. No es solo cuestión de incrementar la atención y motivación; estoy convencido de que el arte permite abordar cuestiones complejas desde otros prismas, encontrando soluciones creativas”.