Autor: Juan Carlos Yáñez
Doctor en Pedagogía por la UNAM. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana. Profesor en la Universidad de Colima
Cuidar a los enseñantes es una estrategia de sobrevivencia para el ecosistema educativo en nuestros países: sin ellos, sin buenos y suficientes profesores, se pueden desplomar los avances desiguales en América Latina.
Mientras las políticas educativas se concentran en prioridades demagógicas, la salud mental y el bienestar integral del profesorado siguen siendo relegados. El desdén es peligroso: sin maestros emocionalmente saludables no hay educación posible.
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El valor de la jubilación, en cambio, es inestimable en números o con los indicadores usuales. Cuando se va un jubilado, se lleva años de antigüedad, experiencia, grados académicos, formación, ideales, vidas; se van con él o ella, un capital valioso, irrecuperable, producto del esfuerzo personal pero también de una época en la que se invirtieron cuantiosos recursos públicos para los estudios de posgrado en el país y el extranjero. Eso que hoy escasea y se extraña.
Desde una perspectiva inspirada en la pedagogía crítica y la ética del cuidado se vuelve imperativa la urgencia de formar pedagogos que no solo sean expertos en sus disciplinas, sino también agentes de cambio comprometidos con la equidad y la democracia.
La educación superior está en crisis, pero no todo está perdido. Quizá el primer paso para salvarla sea reconocernos en ese naufragio y decidir juntos hacia dónde remar. Además, los educadores sólo podemos enarbolar la bandera de la esperanza.
En América Latina y el Caribe la educación vive un presente complicado, que amenaza con perpetuar desigualdades estructurales y ralentizar el desarrollo social y económico. La situación en distintos indicadores estratégicos exhibe rasgos que condenan posibilidades de un futuro promisorio para capas mayoritarias de la sociedad.
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