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En 1976, una veintena de adultos de entre 20 y 40 años y sus hijos se instalaron en una gran torre modernista en la Avenida Tibidabo de Barcelona. Así nació Ítaca, una de las primeras comunas de la ciudad. El grupo estaba integrado por profesores, periodistas, administrativos, médicos y estudiantes. Algunos de ellos eran militantes o exmilitantes de grupos de izquierdas surgidos en los últimos años de la dictadura franquista. Allí se compartía todo, incluso los ingresos, que todo el mundo depositaba en una cuenta común. La organización comunitaria también incluía la educación de los niños, que se planteaba como una especie de paternidad compartida. Y fue precisamente esto lo que decidió el destino de la comuna: «La educación de los hijos era la piedra de toque. La evidencia de nuestras diferencias, la causa de los conflictos más serios y, por último, la de la escisión del grupo», recuerda uno de los integrantes de Itaca.
La experiencia de Itaca forma parte del documental Familia no nuclear, dirigido por Joan López Lloret y producido por Frame Zero, Televisión de Cataluña y la Asociación Reds, que se preestrenó el miércoles 13 de febrero a las 19h en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
Autor de documentales tan reconocidos como Hermanos Oligor (2004), Utopía 69 (2006), Sinaia, más allá del océano (2010) o La cigüeña metálica (2012), López conoce bien las experiencias de crianza compartida. «A principios de los 70, entre mis 2 y 5 años, mis padres participaron en una experiencia de crianza compartida con otras dos parejas donde todos los niños éramos hijos únicos. Vivíamos en Barcelona y cada núcleo familiar tenía su casa pero los tres niños íbamos de una casa a la otra para poder facilitar la vida a los padres. Hoy los tres seguimos viéndonos y hay una sensación de que somos hermanos «, explica el director.
Su paternidad ha reavivado su interés en el tema. «Para mí es importante conocer de cerca estos modelos alternativos de familia y no caer en los estereotipos que a veces tiene la sociedad sobre estos temas», afirma el director de Familia no nuclear, para quien la vida comunitaria urbana tiene una vertiente ideológica, pero también práctica: «Muchas parejas en entornos urbanos se sienten solas en la crianza de sus hijos». En su opinión, si bien la temática resulta controvertida y puede remover conciencias, también es cierto que «el pilar más grande de nuestra sociedad está en proceso de cambio forzado».
El documental hace un recorrido histórico por diversos modelos de convivencia alternativa, como fue Villa Dorita, en el distrito de Horta-Guinardó. En 1985 tres parejas de ecologistas decidieron alquilar juntos la casa para criar a los hijos en comunidad y compartir económicamente las necesidades básicas. Marina, una de las niñas que creció en Villa Dorita, rememora cómo este modelo no tradicional de familia chocaba con los parámetros mentales de los años ochenta: «Un día dibujé en la escuela 6 adultos y 4 niños. La profesora dijo que era un dibujo de una familia desestructurada».
Familia no nuclear también recupera experiencias más recientes como Can Masdeu, una comuna en el parque de Collserola donde la economía sólo es colectiva en gastos básicos de la casa, pero la crianza de los niños no es compartida. En cambio, los grupos de crianza compartida de la Rimaieta y Babàlia, en Poblesec, cada familia vive en su casa pero las madres y los padres se turnan cada día en un espacio común para cocinar y ayudar a cuidar a los niños de 1 a 3 años. En resumen, un relato coral que permite conocer la evolución y la transformación de estos ensayos de alternativa familiar no nuclear en Barcelona.