Hoy he participado en una concentración en la Universidad pública de León contra la explotación laboral de estudiantes como mano de obra, ya ni siquiera barata, sino gratuita. Es la nueva semiesclavitud del capitalismo uberizado que se instala, incluso, en las universidades públicas como consecuencia de los recortes en su financiación y su gestión como si fueran empresas, avanzando hacia el modelo de “ubersidad” precarizada.
Era una concentración convocada por el Frente de Estudiantes de la Universidad de León. Han sido los propios estudiantes críticos quienes se han movilizado contra estas nuevas formas de precarización y explotación sin límites que, a través de “fundaciones” (la Fundación General de la Universidad de León y de la Empresa) y otras formas de ingeniería de gestión empresarial, invaden nuestra educación superior, con el beneplácito de los equipos rectorales, cuando no su complicidad. Parece que la ideología neoliberal se ha asentado en la mentalidad y la gestión de quienes dirigen universidades públicas.
El sindicato estudiantil denuncia que el alumnado de la Universidad de León está realizando «trabajo gratuito disfrazado de formación y experiencia«, para suplir la «falta de personal» en el Hospital Universitario de la Universidad de León. Este Hospital Veterinario de nuestra Universidad pública, ya ha sufrido varias privatizaciones. Pero nunca se había llegado a esto.
El pasado mes ofertaba 30 plazas a estudiantes de los últimos cursos, ante «la falta de personal». Y, como denuncia el Frente de Estudiantes, en vez de «crear empleo de calidad contratando a nuevos profesionales, se ha optado por cubrir esos puestos con la mano de obra gratuita de los y las estudiantes de Veterinaria» disfrazándolo como “actividades extracurriculares”.
Los sindicatos de la Universidad, tanto Comisiones Obreras como UGT, les hemos apoyado en esta reivindicación de no convertir a los estudiantes en mano de obra barata, en este caso gratuita. Porque ambos sindicatos llevan ya mucho tiempo luchando por una regulación que garantice el carácter formativo de las prácticas, que se perciba una retribución por el trabajo que se realiza. Porque todo trabajo tiene que tener un salario.
Desde CCOO se es consciente de que se están cubriendo puestos de trabajo gratis. De hecho, la jurisprudencia así lo está reconociendo, pues se están ganado sentencias de jóvenes en prácticas sin ningún tipo de garantía laboral o remuneración. Porque, frente al argumento de algunos, de que esto se hace en todas partes, es necesario recordar que “el hecho de que un abuso se realice de forma general, no significa que no sea un abuso”.
Por eso se exige la racionalización de la normativa, la vinculación en todos los casos de las prácticas no laborales a la formación, el desarrollo de un estatuto de la persona en prácticas que regule iguales derechos, así como la promoción de los contratos laborales para facilitar la experiencia en el caso de personas ya tituladas.
Pero lo que más me ha sorprendido esta mañana ha sido la reacción de algunos de los 28 alumnos y alumnas que obtuvieron una de estas plazas (solo se presentaron 31 estudiantes de toda la Facultad a las 30 plazas). Me acerqué a hablar y conocer su opinión, pues estaban situados en frente de quienes participábamos en la concentración y denunciábamos esta explotación. Me contestaron que, tras haberse reunido con la dirección del Hospital y la Facultad de Veterinaria, lo tenían claro, afirmando que “todos nosotros hemos solicitado participar en este programa de prácticas extracurriculares de forma voluntaria, sin percibirlo en forma alguna como una explotación”. Así lo han publicado en un comunicado que sale difundido en algunos medios, junto a las declaraciones de la dirección. Alegando que “así se hace en el resto de Facultades de Veterinaria de España” y que son “actividades totalmente voluntarias”.
Esta reacción me ha escandalizado por la defensa que los propios explotados hacen de su explotación. Me ha llevado a preguntarme si no estamos educando a nuestro alumnado universitario para que no solo asuma, sino que incluso defienda su propia “esclavitud”. En este modelo neoliberal de mercado ultracompetitivo en el que nos obligan a vivir, donde cualquier posibilidad, aunque sea a costa de la propia explotación, puede ser considerada una ventaja en el currículum de competencias y prácticas que se tiene que acumular, para destacar frente al resto, en la carrera por un futuro trabajo, se llega al extremo de defender con uñas y dientes la supuesta “libertad de elegir” ser incluso “mano de obra gratuita” para conseguir una certificación de tener unas “prácticas”.
De hecho, estos estudiantes con quienes hablé me recriminaban que quienes nos manifestábamos en contra, “estábamos conculcando su derecho a ‘elegir libre y voluntariamente’ ser explotados”. Recurrían a la máxima esencial, al núcleo básico y fundamental de la ideología neoliberal: el libre consentimiento (Díez Gutiérrez, 2018). Como plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han (2014), la eficiencia de este sistema reposa fundamentalmente en el proceso de interiorización colectiva que asume ampliamente la lógica del mismo, que se adhiere “libremente” a lo que se le induce a creer. Lo que el capitalismo se dio cuenta en la era neoliberal, argumenta Han, es que no necesitaba ser duro, sino seductor. La explotación ya no se tiene que imponer, nos la autoimponemos y la defendemos. Al menos, afirma, en la distopía 1984 de Orwell nadie se sentía libre, pero en 2020 todos nos sentimos libres: ese es el problema.
Las sociedades tardomodernas ya no pueden describirse en términos de sociedades disciplinarias en las que se impone la obediencia. En las actuales sociedades del rendimiento, regidas por la ideología neoliberal, analiza Han (2012), se están abandonando esas formas de dominio externo en beneficio de otras más sutiles, pero no menos férreas, que trasladan la coacción al interior de las personas. Buena parte de las técnicas de poder y control del régimen neoliberal ya no vienen de fuera, ahora se interiorizan, se instalan en la propia “libertad” individual.
Hace tiempo que Gramsci (1981) comprendió que el poder dominante no se ejerce solo por medio de la fuerza física, sino también por medio de la psicología social, buscando que la gente dé su consentimiento a la dominación. Estamos ante la revolución de una “nueva moral neoliberal” que está produciendo mutaciones subjetivas de masas.
Ya no se trata de ejercer el poder mediante la coacción sobre los cuerpos, los pensamientos y los comportamientos, sino que debe acompañarse del deseo individual. Se trata de que cada persona se involucre y participe activamente en la “explotación de sí mismo”. La explotación por otros, queda interiorizada: “la explotación de sí mismo hasta la extenuación es más eficiente que la ajena porque va unida a la idea de libertad”, dice Han.
DÍEZ GUTIÉRREZ, E.J. (2018). Neoliberalismo Educativo. Educando al nuevo sujeto neoliberal. Barcelona: Octaedro.
GRAMSCI, A. (1981). Cuadernos de la cárcel (vol. 2). México: Era.
HAN, B. (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
HAN, B. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder.
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, Coordinador del Área Federal de Educación de IU y miembro del Foro de Sevilla y Uni-Digna.