El reconocido divulgador Dr. Román Gubern, catedrático emérito de comunicación audiovisual de la Universitat Autònoma de Barcelona, exponía en su célebre libro Historia del cine (1969, edición revisada y actualizada en 2016), que «con Nanuk el esquimal el cine documental trasciende de mera apariencia de las cosas para convertirse en drama, en drama veraz, sin trampa ni cartón». Nanuk, el esquimal (Nanook of the North, 1922) es la primera obra dirigida por Robert J. Flaherty (1884-1951), considerado un pionero de la etnografía y del cine documental, en el que muestra la vida cotidiana de los inuit, después de pasar dos años conviviendo con ellos en el Ártico y después de grabarlo por segunda vez, al perder todo el material en un incendio, sin contrariarse, al pensar que era una oportunidad para hacerlo mejor.
La etnografía es una rama de la antropología que se dedica al estudio descriptivo de las costumbres y tradiciones de los pueblos. La investigación requiere de una gran sensibilidad y de una robusta documentación y tiene el peligro de que la información recogida sea subjetiva. En los albores del cine, algunos de los primeros directores de cine planteaban que, en el cine documental, debían de filmar la realidad tal cual la encuentra y debe, posteriormente, organizarla en la fase de montaje. Los principales detractores de Flaherty le acusaban, precisamente, de alterar este principio, puesto que el cineasta reconoció que lo que mostraba su documental era ficcionado, las secuencias tenían un guion previo y estaban preparadas de antemano, ni siquiera la pareja del protagonista lo era en la realidad, de hecho, era la amante del mismo director. Pero, a su manera, Flaherty mostró las costumbres de los esquimales, unas costumbres ancestrales que estaban, literalmente, desapareciendo. De ahí el acertado comentario del maestro Gubern.
«En aquella época estaba de moda retratar cinematográficamente a los pueblos “exóticos” como si fueran monstruos de feria, recurriendo al sensacionalismo, la escabrosidad, la compasión y la moralidad con el fin de satisfacer los gustos morbosos del público occidental. Sin embargo, Flaherty comprendió que, para captar la esencia de su objeto de estudio, era necesario hacerse a un lado, escuchar y observar desde la distancia para no perder la autenticidad de los gestos y comportamientos del orgulloso pueblo inuit», exclama el profesor de antropología cultural, Renato Giraldi, un personaje de ficción, secundario pero transcendental, de la novela gráfica Cuerpecito (Corpicino, 2013), de Tuono Pettinato, que publica en castellano por primera vez el sello Dibbuks, con traducción de Manuel Manzano, en octubre de 2024, un año después de que se reeditara en italiano, con un emotivo prólogo de Silvana Ghersetti, fundadora de la editorial GRRRzetuic, donde se publicó por primera vez esta obra maestra.
Tuono Pettinato es el nombre artístico del añorado autor italiano Andrea Paggiaro (1975-2021), que falleció a los cuarenta y cuatro años tras una larga enfermedad. Polifacético y prolífico creador, considerado un erudito a través de sus tiras de prensa, sus publicaciones cómicas y sus biografías. En 2014 obtuvo el Premio al Mejor Autor Individual en el certamen Lucca Comics & Games, el más importante en Italia, un reconocimiento explícito a su contribución en el sector y, especialmente, por la novela gráfica publicada el año anterior, Corpicino, un trabajo que reconoció le llevó más de dos años de preparación, en paralelo a dos trabajos destacados, publicados justo antes y después, como son Enigma. La extraña vida de Alan Turing (Enigma. La strana vita di Alan Turing, 2012), con guion de Francesca Riccioni (única obra publicada hasta ahora en castellano del autor, en concreto, por Norma Editorial en 2015), y Nevermind, la biografia a fumetti di Kurt Cobain (2014).
«Tuono Pettinato» es el nombre del «mejor volumen de los muchos hexágonos que administro», tal y como exclama el narrador en el célebre relato corto La biblioteca de Babel (1941), de Jorge Luis Borges (1889-1986), y es el seudónimo que adoptó Paggiaro para firmar su obra, muy influenciada por sus lecturas y visionados, y Corpicino es un buen ejemplo de ello. El mencionado personaje ficticio, Renato Giraldi, está inspirado en el Dr. René Girard (1923- 2015), uno de los antropólogos y filósofos más importantes del siglo XX, en especial por sus publicaciones sobre la violencia, considerándola como un dato social esencial para analizar el comportamiento humano. Con una dilatada y extensa producción científica, destaca especialmente su primer ensayo, Mentira romántica y verdad novelesca (Mensonge romantique et vérité romanesque, 1961), donde presenta por primera vez su teoría mimética del deseo, y lo hace a partir del análisis de diferentes novelas históricas.
Tuono Pettinato utiliza al ficticio Giraldi para explicar la teoría del Dr. Girard que, de forma resumida, identifica que el hombre es incapaz de desear por sí solo, necesita que el objeto de su deseo le sea designado por un tercero. De esta manera, Girard escribía en su ensayo que «Don Quijote configura su deseo imitando el modelo caballeresco representado por Amadís de Gaula; no solo desea lo que desea, sino porque él, Amadís, lo desea», y añadía, además, que una dimensión esencial del deseo triangular es su carácter contagioso. En Corpicino, entre otros, observamos lo que sucede cuando nuestro modelo es alguien famoso, y todos queremos aspirar a esa gloria, compitiendo con el resto de los ciudadanos que, previsiblemente, aspiran a la misma fama. De ahí que la novela gráfica muestre, de forma hiriente, el comportamiento de las masas ante una tragedia, con unas dinámicas hipócritas y morbosas y, lo que es peor, explotadas por los medios de comunicación, conocedores de esos deseos, un público más interesado en aparecer ante las cámaras y tener un protagonismo a su manera, aunque sea opinando sobre posibles culpables según su criterio y sin fundamento alguno. Como hacen la mayoría de opinadores. Como lo hacen los turistas de lo macabro. Demoledor resulta la esquemática presentación en la web de una influencer que se define de la siguiente manera: «Me gustan los gatitos y las víctimas de los abusos».
«¿Qué haría Flaherty ante la pregunta que me haces?» es la respuesta habitual del personaje ficticio del profesor Renato Giraldi ante las preguntas de su antiguo alumno, el periodista Gianni Martinelli, responsable de las secciones de política interior y exterior del periódico El Gavilán del Norte. Martinelli, el verdadero protagonista de la novela gráfica, acude a pedir consejo a su profesor, ante las quejas del redactor jefe del medio de comunicación en el que trabaja, cuando le recrimina la forma en que está escribiendo los artículos relacionados con el suceso del asesinato de Marcellino Diotisalv de ocho años, estudiante de tercero de primaria, encontrado en el bosque sin pistas sobre su posible asesino. Tanto el redactor jefe como, posteriormente, el director del periódico, le reprochan que no sea lo suficientemente descarnado en sus artículos, como ansía el público.
Esos directivos están claramente inspirados por sus homólogos de la película italiana Noticias de una violación en primera página (Sbatti il mostro in prima pagina, 1972), dirigida por Marco Bellocchio y protagonizada por Gian Maria Volontè, Fabio Garriba y Carla Tatò, que a su vez, se basaba en una noticia real, del asesinato de una joven estudiante, Milena Sutter. La película trata sobre la manipulación mediática de los propietarios del periódico, cuando deciden incriminar del asesinato de una joven a un militante de izquierdas, con el fin de obtener rédito político, debido a la proximidad de las elecciones. El joven periodista descubre el verdadero asesino pero el director retrasa la publicación de la nueva noticia hasta después de conocer los resultados electorales. La opinión pública se exaspera y exige un culpable, y la prensa le ofrece uno, como ocurre también en la película coetánea de la anterior, Girolimoni, il mostro di Roma (1972), dirigida por Damiano Damiani y protagonizada por Nino Manfredi, Gabriele Lavia y Guido Leontini, en la que Mussolini, que había prometido orden y disciplina, se encuentra con la necesidad de encontrar a un culpable, un chivo expiatorio, para encubrir al verdadero asesino, protegido por su familia.
Cuando llaman a Martinelli en la madrugada para avisarle de que han encontrado el cuerpo de un niño en el bosque, el tono que suena en su móvil es el de la canción Shiny Happy People (1991) de R.E.M., incluido en su disco Out of Time. La letra principal fue escrita con una doble intención, como un himno político encubierto de protesta. La canción fue lanzada justo dos años después del levantamiento de la Plaza de Tiananmen, cuando el gobierno chino reprimió a los manifestantes estudiantiles, matando a miles de personas y dejando un gran clima de tensión en la zona debido a la represión realizada. La letra era una parodia de un póster chino de la época en el que no aparecían ni los tanques, ni los militares, ni los heridos, ni los muertos de la plaza de Tiananmen, sino un grupo de gente feliz con sonrisas brillantes, que se cogían las manos. Con esta canción, el grupo quería poner de manifiesto esa farsa que la propaganda del gobierno chino estaba compartiendo. Una positividad ficticia que servía para ocultar la incómoda realidad. Michael Stipe, uno de los integrantes del grupo, dijo en una entrevista que el tema era «una especie de canción de chicle afrutado», y admitió que se sentía un poco avergonzado cuando se convirtió en un gran éxito debido a su sonido alegre y superficial, la antítesis del verdadero mensaje que querían denunciar.
Este comentario explica el color chicle, literalmente, con el que es dibujado el título y la cara del niño en la portada de la novela gráfica, sobre fondo completamente negro. Y es el color también de una franja informativa que aparece en algunas viñetas, como si fueran imágenes de un programa de televisión, en el que mientras se habla de los detalles escabrosos o se entrevista al padre de la víctima para preguntarle qué se siente al perder a su hijo de esa manera, aparece una franja de color chicle con textos aleatorios, introduciendo un toque de humor al compaginar noticias habladas y escritas con un contraste brutal, dotando de una pátina frívola una noticia trágica. Por cierto, algo habitual en los programas de hoy en día. Además, con la participación de pseudoperiodistas como presentadores proclives a la enfatización, de ahí, precisamente, el título de la novela gráfica: «cuerpecito», o corpicino en italiano, «hace referencia a los términos utilizados en estos casos por reporteros cínicos para impactar emocionalmente a los espectadores, como angelito y similares», como explicaba Tuono Pettinato en una de sus entrevistas promocionales.
«¡Oh, pobre cuerpecito! ¡Te han matado! ¡A ti, que eres un santo!… Y, precisamente, es a través del verdugo que has sido santificado» sentencia el profesor en antropología al ser consultado, mostrando lo que el Dr. Girard proponía como la paradoja del rito del sacrificio: es un crimen matar a la víctima, porque es sagrada, pero la víctima no sería sagrada si no fuera asesinada. Los dos, víctima y verdugo, se convierten en objetos simbólicos, ofreciendo en cada caso, de muy diferente manera, consuelo a la sociedad: uno convertido en santo involuntario, idolatrado por la comunidad, el otro, juzgado sumariamente y despreciado colectivamente, ya no es uno de los nuestros. La elección del chivo expiatorio es importante, es necesario que sea alguien con un rasgo diferencial a quien la gente pueda ver como la causa de todos los males. La novela gráfica evoca en sus páginas las escenas de la película Fury (1936), dirigida por Fritz Lang y protagonizada por Sylvia Sidney, Spencer Tracy y Walter Abel, cuando el protagonista es falsamente acusado de secuestrar a una niña a partir de una serie de bulos por parte de los vecinos, en una bola de nieve imparable hasta un desenlace inesperado.
«Odiar a un asesino es lo más fácil del mundo, sobre todo si ha matado a un niño, símbolo de la pureza». En Corpicino, el autor representa ese símbolo de la pureza con el mítico protagonista de Las aventuras de Pinocho (Le avventure di Pinocchio, 1882), de Carlo Collodi (1826-1890), la marioneta tallada por Geppetto que aspira a convertirse en niño gracias a la ayuda de un hada de cabello azulado. El relato se convierte en un viaje plagado de penurias en el que Pinocho deberá aprender a partir del infortunio y las malas compañías, en una construcción del carácter inusual para su época, por la representación de la extrema violencia sufrida (solo hay que recordar que en uno de los encuentros acaba ahorcado). Su temperamento y perseverancia le permiten sobrevivir y aprender de todas esas experiencias escabrosas.
Hoy en día, el protagonista de esa novela no sería Pinocho. En la novela gráfica Corpicino de Tuono Pettinato se muestra como un joven se hace famoso tras autoinculparse del asesinato sin ningún motivo, convirtiéndose en una gran estrella mediática una vez se demuestra la mentira, y forrándose después de aparecer por todos los platós de televisión y escribiendo un libro «contando la terrible verdad de que no tenía nada que decir sobre ese crimen». Y sí, es récord de ventas, naturalmente. Ese libro, no la novela gráfica. Eso es también terrorífico.