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En el panorama educativo actual, el aprendizaje-servicio (ApS) está emergiendo como una poderosa herramienta que no solo busca mejorar el conocimiento académico de los estudiantes, sino también su compromiso con la comunidad y el desarrollo de valores sociales. Hemos preguntado a varios chicos y chicas sobre su experiencia en proyectos de ApS para descubrir cómo estos impactan en sus vidas, moldeando sus perspectivas y ofreciendo una formación que va más allá del aula. A través de sus testimonios, exploramos cómo el ApS se convierte en un motor de cambio para estos jóvenes, transformándolos en ciudadanos activos y conscientes del mundo que los rodea.
La puerta hacia una experiencia transformadora
Para muchos chicos y chicas, la participación en proyectos de aprendizaje-servicio representa un antes y un después en su vida escolar. «Involucrarse en un proyecto como los ApS es una experiencia súper valiosa que no solo ayuda a los alumnos, sino que también ayuda a toda la comunidad», afirma Teresa Rico, estudiante de 1º de bachillerato en la Comunidad Valenciana. Deja claro que el aprendizaje-servicio no se limita solo al aprendizaje académico, sino que se extiende a un impacto real en la vida de los demás.
Teresa participó recientemente en un proyecto intergeneracional en una residencia de ancianos, donde el alumnado crearon un libro de memorias con las y los residentes. A través de este proceso, los jóvenes compartieron recuerdos y vivencias con las personas mayores y aprendieron sobre la historia y la vida desde una perspectiva diferente. «Al final se trataba de una experiencia de compartir recuerdos y vida. No fue un servicio de nosotros hacia ellos, sino que a nosotros también nos hicieron un servicio enseñándonos todo aquello que recordaban», explica Teresa. Este tipo de intercambio emocional y educativo es uno de los grandes valores del aprendizaje-servicio, pues permite a los jóvenes conectar con otras generaciones y entender la riqueza que encierran las experiencias de los demás.
Construyendo ciudadanía activa
Para Clara Ferrer, de 20 años y con una larga trayectoria de participación en proyectos de aprendizaje-servicio tanto como participante y mentora, el ApS se ha convertido en una forma de vida. Actualmente, estudia Biotecnología en el IQS de Sarriá y asegura que esta metodología ha sido fundamental en su desarrollo personal y profesional. «Para mí, es una forma de estar en el mundo. Poner tus conocimientos y aptitudes al servicio de un mundo más justo y sostenible nos convierte en verdadera ciudadanía activa», comenta Clara. Esta joven resalta la importancia del ApS como una herramienta para formar ciudadanos comprometidos y conscientes de las realidades sociales.
Desde la creación de un «infantoplano» para niños visitantes en Gijón, hasta organizar un torneo de fútbol botella para recaudar fondos destinados a proyectos educativos en Haití, Clara ha visto de cerca cómo estos proyectos pueden suponer una diferencia tangible en la vida de otras personas. Además, recuerda con cariño el rodaje de un corto animado para visibilizar la situación de los niños refugiados en Siria. Para esta estudiante universitaria, los proyectos de ApS son experiencias que enseñan a las y los jóvenes diferentes habilidades técnicas y organizativas, al mismo tiempo que les ayuda a acrecentar su empatía y conciencia global.
El poder del cambio a través de pequeños gestos
«El principal aprendizaje fue ser conscientes de cómo, con un pequeño granito de arena y mucha voluntad, amor e ilusión, se pueden conseguir grandes cosas, aunque seamos pequeños». Son palabras de los hermanos Clara y Lorenzo Rodríguez, dos adolescentes andaluces que han realizado hasta nueve proyectos de aprendizaje-servicio durante su escolaridad en el colegio Malala. Ambos comparten una visión optimista y esperanzadora de esta metodología. Para ellos, lo más valioso del ApS es la satisfacción de ver cómo pequeños gestos pueden generar un gran impacto.
Uno de sus proyectos más significativos en los que han participado consistió en una campaña de donación de sangre en su colegio. El impacto que consiguieron, con 173 donaciones tras movilizar a su comunidad, les hizo darse cuenta del verdadero poder de la acción colectiva.
Otro de los proyectos que destacan ambos fue una limpieza del Río Pudio, donde comprendieron la importancia del cuidado medioambiental y cómo cada pequeño esfuerzo cuenta para proteger el entorno natural. Estas experiencias, según los propios adolescentes, no solo les enseñaron a trabajar en equipo, sino que también les hicieron más conscientes de la realidad que los rodea.
Los retos y aprendizajes del Aprendizaje-Servicio
No todo es fácil en el camino del aprendizaje-servicio. Ulises García, un psicólogo que inició su contacto con el ApS a través de proyectos de voluntariado en la escuela, destaca algunas de las barreras con las que se encontró durante su investigación para un trabajo de final de máster en Gran Canaria. Ulises menciona que una de las mayores dificultades fue la falta de tiempo y recursos. «Fue frustrante observar cómo profesoras/es con ganas de innovar pedagógicamente se sentían tan limitados y sin recursos para hacer frente a barreras como la burocracia, la escasez de tiempo disponible para esta clase de proyectos, un presunto alumnado desmotivado o la falta de incentivos y reconocimiento», explica.
Sin embargo, a pesar de estas dificultades, Ulises también reconoce el potencial transformador del ApS cuando se lleva a cabo con éxito. «Descubrí una forma práctica, realizable y útil de conciliar mis aspiraciones de activismo social con mi profesión y devoción, que es la educación y su mejora», afirma. Además, subraya la capacidad del aprendizaje-servicio para unir la teoría con la práctica y hacer que los estudiantes se sientan parte activa de la sociedad.
El impacto emocional y la construcción de valores
Los proyectos de aprendizaje-servicio no solo enseñan conocimientos técnicos o habilidades prácticas, sino que también dejan una huella emocional profunda en los adolescentes que participan en ellos. Teresa Rico destaca cómo, al escuchar las historias de las personas mayores con las que trabajó, sintió una gran nostalgia y empatía. «A veces, era complicado escuchar esas historias sin sentir nostalgia o empatía hacia el otro, porque ahí es cuando te das cuenta de lo fácil que ha sido tu niñez en cuanto a recursos y oportunidades y lo difícil que fue para muchos de los residentes», reflexiona.
«Diría que te abre los ojos, los oídos, derrumba las paredes del aula y te permite trabajar codo con codo con otros agentes y miembros de la comunidad global,» señala Clara Ferrer. Menciona, también, cómo el ApS le ha permitido derrumbar las paredes del aula y abrirse al mundo, para trabajar codo a codo con otros miembros de la comunidad y para conectar a los estudiantes con realidades más amplias y diversas.
Varios son los factores que favorecen el impacto del ApS entre los chicos y chicas consultados para este reportaje. Uno de ellos es el sentido de pertenencia y el desarrollo de una identidad solidaria. El hecho de sentirse parte de un proyecto con un propósito mayor, donde el esfuerzo colectivo se traduce en beneficios reales para la comunidad, es una experiencia poderosa que motiva a los estudiantes a seguir participando.
Otro aspecto fundamental es el desarrollo de la empatía y la conciencia social. Ulises menciona cómo el ApS le enseñó a valorar la importancia de contextualizar el aprendizaje, para que este sea más significativo al incorporar la ayuda a los demás y la pertenencia a un grupo. «Creo firmemente que cuando uno descubre una idea maravillosa, llevada a cabo por gente admirable, y puede observar o vivenciar ejemplos de ello, siempre se aprende y refuerza algo que es esencial, la esperanza», añade.
Una educación integral para un mundo mejor
A medida que el aprendizaje-servicio se integra en más instituciones educativas, se convierte en una herramienta esencial para formar no solo a mejores estudiantes, sino a mejores personas. Clara Ferrer aboga por una implementación más amplia y natural de esta metodología. «Sería fantástico que nuestro sistema educativo lo incluyera de forma natural en su ADN, que no se dieran rupturas en ninguno de los ciclos: infantil, primaria, FP, universidad, educación no formal…». Su objetivo es que el ApS se convierta en un componente fundamental de la educación, que permita a los estudiantes de todas las edades experimentar el poder del compromiso social en acción.
Los testimonios de estos adolescentes dejan claro que el aprendizaje-servicio no es simplemente una metodología educativa, sino una forma de vida que promueve la empatía, el compromiso y la responsabilidad social. Sus historias son un recordatorio de que la educación no es solo una cuestión de adquirir conocimientos, sino también de aprender a ser ciudadanos activos y comprometidos con un mundo mejor. Y en este sentido, el aprendizaje-servicio se revela como una herramienta poderosa para construir una sociedad más justa, solidaria y cohesionada.