Una de las propuestas del Manifiesto para una educación democrática en valores hecho público hace un año se refiere a la promoción del uso responsable y crítico de los recursos y herramientas digitales y de los medios de comunicación. Afirma que, en la actualidad, internet y los medios tienen un papel esencial en la formación de los jóvenes y que no siempre son espacios democráticos, ni los contenidos que circulan son siempre veraces y respetuosos. Hay que garantizar que la educación prepare para comprender críticamente la información disponible y tener criterio propio.
Las redes sociales nos ponen en contacto con personas de diferentes lugares, edades y maneras de pensar y hacer, nos abren a un mundo de alta diversidad. Pero también es cierto que abren un gran ventanal donde es fácil que las personas construyan convicciones y preferencias polarizadas a partir de lo que dicen o piensan los que más presencia tienen. También generando círculos de confianza mutua que sin duda pueden ser virtuosos y positivos, pero que también pueden crear relaciones de dominación, contrarias al respeto a nuestra singularidad. De lo que trata la educación en valores es de propiciar las condiciones para que cada persona pueda crear y compartir libremente valores, para que no se pierda en el «se dice» o «se hace», para que tenga criterio propio y sepa discernir. Y hay que educar de manera éticamente responsable, entendiendo el término responsabilidad en el sentido que le da Levinas: generada por la interpelación ética del otro.
Desde la educación en valores y para la ciudadanía defendemos el cultivo de la autonomía y del sentido de pertenencia, de la persona y la comunidad. Pero solo con sentido de pertenencia y autonomía, la historia demuestra que no se evitan ni los totalitarismos ni los populismos, ni tampoco los efectos perversos de las nuevas formas de represión y anulación de la subjetividad, como son los derivados, por ejemplo, de la posverdad y del biopoder. Hay que prestar especial atención a la educación de la responsabilidad para hacerse cargo y cuidar al otro y a sí mismo, respetar la dignidad y buscar el bien común.
Hay que cuidar de sí mismo y rechazar todo intento de ser tratado como objetos y de perder nuestra subjetividad. Hay que aprender a rechazar cualquier relación abusiva de poder que falte al respeto y disminuya la dignidad y la libertad que como personas tenemos. Y también a resistir ante los efectos de la manipulación informativa que muestra verdades que no lo son aprovechando la falta de capacidad crítica y de interés para saber de la ciudadanía.
Por eso es importante educar para ser agentes activos en el cuidado de sí mismos en un mundo donde, por ejemplo, las relaciones de poder abusivas entre las personas en forma de violencia supremacista están presentes desde edades muy tempranas, la falta de respeto a los derechos básicos de ciudadanía –los comportamientos de algunos colectivos y gobiernos hacia las personas migrantes– se han convertido en una noticia a la que nos hemos acostumbrado, o el ejercicio de poder político y económico que ignora la dignidad de las personas e integra la aporofobia como males menores de nuestra sociedad.
Es necesario el pensamiento crítico para desmontar los discursos y argumentos de todo lo que se presenta como verdad y no lo es, deshacer las falsas relaciones de afecto y estima que esconden relaciones de dominación y sumisión entre personas y aprender a argumentar con calidad, determinación, respeto y desafío si es necesario, para resistir y responder ante situaciones que nos deprecien como sujetos de derechos, deberes y sentimientos.
Hay que educar en valores ofreciendo recursos para denunciar la falta de derechos, indignarnos y reaccionar cuando somos víctima de un trato no respetuoso, y para ser éticamente responsables. El objetivo es formar ciudadanos atentos al cuidado de sí mismos, resistentes a todo intento de dominación que, sin debilitar su identidad ni renunciar a su autonomía, sean capaces de comprometerse en proyectos comunes.
Hay que insistir en la relevancia del cuidado de sí mismo y hacerlo desde la educación de la responsabilidad que es la clave de la educación en valores y para la ciudadanía. Educar para el ejercicio de una responsabilidad ética y reflexiva como fundamento de la educación de la autonomía, la pertenencia a la comunidad y el cuidado de sí.
Miquel Martínez. Grup de Recerca GREM Universitat de Barcelona.