Las políticas neoliberales y populistas están frenando el avance del feminismo, cambiando los procesos de transformación de la educación, por una cultura eficiente, medible y rentable, cuyo principio es la libertad de elección del centro escolar, sin reconocer las diferencias de clase social, etnia o género.
Cuando la defensa de las libertades individuales se une a la defensa de un capitalismo financiero, ocurren dos situaciones: se pierden los derechos sociales por los que se ha luchado durante mucho tiempo y hay una desnaturalización de la vida humana que convierte a las personas más vulnerables y, sobre todo a las mujeres, en mercancía con fines de lucro, como está ocurriendo con la defensa de la prostitución —segundo negocio a nivel mundial después de la droga—, que se justifica como una elección laboral.
Actualmente el naturalismo como teoría de fondo de las diferencias entre sexos refuerza la perpetuación de los roles de género
La nueva cultura del capitalismo convierte la educación en un motor de riqueza dirigido al mundo laboral, con una falsa igualdad de oportunidades y una formación caracterizada por el cortoplacismo, la ruptura con el pasado y la ausencia de sentido en las instituciones escolares. Esto se traduce en sistemas educativos estandarizados, estereotipados y competitivos que no crean marcos de referencia para que alumnos y alumnas piensen por sí mismos contribuyendo a la desafección por la escuela, sobre todo para los niveles sociales y económicos más bajos, y al mantenimiento del sexismo.
Actualmente el naturalismo como teoría de fondo de las diferencias entre sexos refuerza la perpetuación de los roles de género. Por un lado, la lucha contra la “ideología de género” en la escuela, como la llama la nueva derecha cristiana, promueve campañas, como el “Pin parental”, en contra del aborto, de la protección de la violencia sexual, del matrimonio homosexual, en las cuales participa el Papa, supuestamente progresista, Bergoglio, el partido ultraderechista de Vox y la asociación “Hazte Oír” en España, y en muchos países las campañas de la iglesias cristianas, católicas y pentecostales, además de sectores conservadores. Este determinismo ideológico, se está introduciendo en muchos centros privados-concertados de ideología católica.
Por otro, los estereotipos sexuales actúan hoy día de forma más potente que nunca, porque se promociona el determinismo biológico como la línea de pensamiento más moderna y rompedora, sin tener en cuenta su larga historia anterior múltiples veces desmentida. Por ello cuando se trata de explicar las diferencias entre los sexos recurriendo a la biología, la divulgación científica colabora sin ningún cuestionamiento.
Detrás de la defensa del determinismo, a la que se adscriben a menudo los centros escolares más conservadores, hay planteamientos ideológicos y un sexismo disfrazado de ciencia
Por ejemplo, hay diferencias morfológicas entre el cerebro masculino y el cerebro femenino; el cerebro masculino es más grande y el cerebro femenino muestra una mayor actividad en las áreas relacionadas con el lenguaje. Pero ningún estudio hasta la fecha ha podido mostrar que los procesos específicos de género intervengan en la construcción de redes en el cerebro durante el aprendizaje (OECD, 2009). No han considerado que, hagamos lo que hagamos la experiencia crea la actividad neuronal que altera el cerebro o, en otras palabras, el cerebro no está determinado. No debemos olvidar que detrás de toda la defensa del determinismo, a las que se adscriben a menudo los centros escolares más conservadores, hay planteamientos ideológicos y un sexismo disfrazado de ciencia.
Junto con estos planteamientos, en educación hemos pasado a una escuela mercantilista que solo busca el éxito profesional y fortalece la competitividad, con el aumento del control externo (burocratización y evaluaciones), mientras se aleja de un modelo educativo personal que considere las necesidades del alumnado, y desarrolle las emociones, el pensamiento, la creatividad y la educación de género y derechos sexuales reproductivos. La fuerte especialización, los aprendizajes “neutrales” y los exámenes externos nos convierten en una profesión que se concibe al servicio del capital y de la demanda de los mercados laborales y que es fundamentalmente femenina.