Desde hace tiempo sabemos que el proceso de investigación-acción desarrolla las capacidades necesarias para la mejora de los procesos de enseñanza-aprendizaje y una actualización del conocimiento educativo para el aprendizaje inicial y permanente de los profesionales educativos.
Se trata de trabajar dentro de los procesos de enseñanza de manera colaborativa con quienes participan en ellos. No solo comprender las situaciones problemáticas y definir sus prioridades, sino también participar activamente en su resolución, en una reflexión constante sobre el proceso y orientar la mejora del sentido y la profundidad de los aprendizajes, siempre con una clara vocación de transformación social y educativa.
Recuperar la investigación-acción crítica es crucial actualmente, en este mundo complejo e incierto, en el que vemos el auge y extensión de movimientos, en muchos países, no solo que reproducen e impulsan el modelo neoliberal, sino cercanos al neofascismo. Movimientos que exigen una vuelta hacia atrás con una mirada reaccionaria y retrógrada. Por eso es más urgente que nunca volver a recuperar esa mirada crítica que posibilita la investigación-acción participativa y democrática, no como un proceso técnico, sino como un desarrollo de análisis crítico desde la práctica de forma colectiva dentro de un enfoque de enseñanza crítica.
Volvemos a dar importancia a la investigación como una herramienta necesaria para la mejora del proceso de la enseñanza-aprendizaje y que debería formar parte de la función docente, dado que el profesorado siempre somos agentes investigadores y sujetos en formación, que impulsamos la transformación.
La investigación desde la práctica (con y desde la perspectiva del propio profesorado) debería ser una función fundamental de la enseñanza. Constituye un elemento esencial en el proceso educativo para generar conocimiento y, además, vincula la enseñanza con la realidad social y educativa para transformarla y mejorarla desde los valores y principios que guían la acción educativa.
La investigación-acción crítica ha sido, en buena medida, olvidada por la racionalidad técnica imperante en la educación durante mucho tiempo, impulsada por organismos y entidades de orientación economicista y mercantil. Bienvenida sea la lucha por recuperarla, potenciarla y defenderla. Actualmente, la comunidad educativa y los centros escolares la van recuperando, para desarrollar y mejorar los valores en los que se forman las futuras generaciones (democracia, solidaridad, justicia social, cuidado del ecosistema, igualdad de género…) y en la reflexión política y social de cómo llevarlo a cabo en la práctica en cada comunidad educativa.
Reconoce que las personas construyen múltiples discursos para dar sentido al mundo, un mundo donde se cruzan las voces del profesorado, del alumnado, de las familias y de la comunidad social. Ese cruce, a veces tenso y a veces cómplice, favorece el cambio en las organizaciones educativas, que también aprenden, y abre el espacio para reconocer otras formas de conocimiento.
La investigación-acción desde una mirada crítica desarrolla un nuevo modelo profesionalizador del profesorado y un tercer espacio (currículum académico y currículum social) en la formación inicial y permanente en el siglo XXI, que reconoce que las personas construyen múltiples discursos para dar sentido al mundo, un mundo donde se cruzan las voces del profesorado, del alumnado, de las familias y de la comunidad social. Ese cruce, a veces tenso y a veces cómplice, favorece el cambio en las organizaciones educativas, que también aprenden, y abre el espacio para reconocer otras formas de conocimiento.
En esta época tan convulsa, educativa e ideológicamente, investigar en la práctica educativa es necesario para generar cambios, para revisar el conocimiento contextual constituido por la práctica, la experiencia y la intuición y generar otro nuevo que permita una mejor la educación de la ciudadanía. Generar investigaciones con y desde el profesorado y no sobre y al margen del colectivo. Desde la que se intenta superar la separación de teoría y práctica, entendiendo que el profesorado tiene capacidad de construir pensamiento pedagógico propio, en la práctica y, por tanto, de ser protagonista activo de la investigación educativa y del saber docente.
Los conceptos de “calidad educativa” o de “mejor educación” son un constructo ideológico. Por eso la educación y la investigación pueden estar manidas por intenciones diversas y, a veces, manipuladas por ideologías contrarias a los principios y valores que defendemos: al bien común y a la justicia social. Una didáctica crítica unida a la investigación-acción supone usar esta para la renovación de los saberes y de las prácticas o para generar prácticas educativas e investigativas alternativas. Se hace teniendo en cuenta que lo hacemos en la búsqueda de una sociedad más justa y libre, más democrática e inclusiva.
La investigación-acción crítica desarrolla las capacidades de interpretación, de análisis y de síntesis de la información, de observación, descripción y comparación, así como de búsqueda de problemas educativos no resueltos en el contexto; todas directamente vinculadas también a la formación constante de la investigación.
Sin investigación en la enseñanza no hay campo de nuevo conocimiento. Hay tradición, rutina, copia, reproducción y estatismo. La educación y la enseñanza, como prácticas sociales imprescindibles para el progreso de la humanidad, necesitan de un proceso de investigación constante y que conocimiento producido sea analizado y compartido mediante el intercambio, la formación, la difusión y el trabajo conjunto y compartido de sus protagonistas activos.
Por tanto, es necesario recuperar e impulsar una investigación que desarrolle un pensamiento crítico, que nos nutra de más capacidad para el aprendizaje permanente y para plantear soluciones y decisiones en la labor cotidiana. Es una de las características esenciales de las y los profesionales del conocimiento y de la educación en un contexto como el actual.

