Para pensar el aula no hay que formar un pelotón de fusilamiento. No hay que “disparar” contra nadie y mucho menos contra los maestros. No se puede, en definitiva, cambiar la escuela sin confiar en quienes son los artistas indiscutibles del milagro de aprender. No necesitamos que nadie nos lo explique, basta que alguien lo evoque, pues todos los padres recordamos el día en el que un hijo descubrió que sabe leer. Verles progresar es muy satisfactorio, pero yo querría tener el don de la escritura para congelar ese momento en el que el niño supo, con nosotros de testigo,…
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