Una de las últimas tendencias del “patrocinio y nueva filantropía empresarial” en educación es la irrupción de los premios a los mejores profesores o profesoras. Algo que no resulta nuevo en nuestro país, ni en otros países; si bien, en las últimas décadas, la oferta aumenta exponencialmente[1]. Por supuesto, apreciamos que se recompense la labor callada de tantos profesores y profesoras que se esfuerzan por hacer partícipes a sus colegas de los progresos y descubrimientos que, día a día, consigue su alumnado. Sin embargo, esta oferta de premios, en sus propósitos, criterios de selección y despliegue legitima conceptos, estrategias y propósitos que chocan con el sentido de justicia social y de mejora estructural y universal exigible a todo sistema educativo.
La educación es un proceso colectivo y compartido, que resulta del esfuerzo de toda la comunidad educativa. Es ésta la que construye conjuntamente el conocimiento sobre el saber legado por generaciones anteriores. No es un “talento” individual, con copyright que, como inculca la ideología neoliberal, necesita exhibirse en “circos mediáticos” y convertir a los premiados en influencers y embajadores de una marca.
La instauración de esta práctica de ‘premios al mejor docente’ está predominantemente financiada por bancos, grupos mediáticos y fundaciones ligadas a grandes empresas. Premios para ‘grandes profes’, para el ‘mejor profesor’, que proliferan gracias a la publicidad de algunos medios de comunicación, presentándolos como indiscutibles avances educativos; algo de lo que no estamos tan seguros. ¿Realmente planea el desarrollo de la creatividad, del pensamiento crítico, el aprendizaje cooperativo, una enseñanza éticamente innovadora, la inclusión educativa, la redistribución de las oportunidades de conocimiento, el compromiso con su contexto…?
Nos tememos que no en todos los casos. La mayoría tienen un componente comercial y monetario (algunos dotados de una cantidad apreciable) encaminado, en muchas ocasiones, a la promoción de productos de ciertas empresas o a legitimar determinadas estrategias comerciales. Bastante subjetivos en el diseño de criterios de selección ya que no están centrados en el impulso de una práctica profesional compartida sino más bien preocupados por el fomento de un concepto de “excelencia” de uso bastante viciado y asociado a cierto elitismo. No se tiene en cuenta el impacto real en la mejora de la educación, como sistema, del trabajo de aquel profesional -la mayoría de los agraciados son hombres en una profesión altamente feminizada- a quien se concede el premio.
La selección se suele plantear desde una perspectiva cuantitativa con envíos de formularios, medibles como si fueran pruebas estandarizadas y, en relación con que el profesional premiado mantenga una concepción afín y no excesivamente crítica con el mecenas. Esta forma de reconocimiento y proyección profesional está, lógicamente, dirigida sobre todo al fortalecimiento del mundo empresarial, permitiéndole ejercer mayor influencia en las escuelas. Particularmente cierto cuando se da preferencia a aquellos proyectos que están en línea con los intereses y valores de las corporaciones comerciales que los financian, en lugar de aquellos que se preocupan por la justicia social (Digón y Sanchez, 2020)
Uno de estos premios, es el Global Teacher Prize un galardón financiado por la Fundación Varkey, fundada por el empresario de la educación Sunny Varkey[2], quien dirige GEMS Education, la mayor cadena de colegios privados del mundo, un negocio con grandes beneficios. Este premio promueve una visión de “profesor emprendedor estrella”, alienta la competitividad, apunta al ego y lo estimula. Podemos acabar asistiendo a espectáculos televisivos. Se reafirma la actual concepción de la meritocracia como sistema basado en la esperanza y la decepción donde, como en los programas de telerrealidad de talentos, los individuos se enfrentan a la desgracia o al estrellato (Allen, 2012).
Los docentes son considerados únicos responsables de la calidad de la educación
¿Pretendan la visibilidad y publicidad del profesorado o de los que convocan el premio? De hecho, tienden a redefinir su rol hacia la espectacularización de ‘superdocentes’ (superhéroes o superheroínas con ‘métodos estrella’), que se convierten en reclamos comerciales para los centros o consorcios vinculados, en un contexto de cada vez mayor competitividad por atraer nueva clientela.
Este modelo de exaltación de la figura de un profesional determinado convierte en espectáculo y competición la profesión docente y poco hace por mejorar las condiciones materiales de la tarea educadora. Celebra al “héroe” o “heroína” que, en condiciones de adversidad y recortes, es capaz de salir adelante, y oculta la responsabilidad de la política pública en cambiar esas condiciones[3]. Los docentes son considerados únicos responsables de la calidad de la educación, lo que contribuye realmente a su desmotivación. Sería preferible premiar las experiencias globales y comunitarias en lugar de a profesores y profesoras individuales. Sabemos que ningún proyecto es posible sin la colaboración entre el profesorado y la contribución del alumnado, sus familias y la comunidad educativa en su conjunto.
Lo que no debemos negar es la sensación de falta de reconocimiento y aprecio hacia los docentes por parte de las administraciones. Los premios cubren en parte, engañosamente, ese vacío y pasan a convertirse en una referencia en los tiempos inestables, inciertos y cambiantes actuales; reclamos motivadores de un determinado tipo de trabajo docente y una oportunidad de reconocimiento.
El sujeto se consume, por mandato propio, en una rueda de hámster en la que da vueltas sobre sí mismo cada vez más rápido cayendo en una autoexplotación voluntaria extenuante
Entre los profesionales, con la complicidad de importantes sectores de las comunidades educativas y de la ciudadanía, anida y se acrecienta, cada vez más, un conjunto de comportamientos profesionales que, en las páginas de este diario, ya se les denominaba “El síndrome de Nick Carter”. Una búsqueda incesante de sensaciones relacionadas con sentirse especial, gozar al sentirse bajo los focos, aislado por breves momentos del ruido ensordecedor del malestar profesional que les rodea. Esto, más allá de condenar al docente a una salvación ilusa, en una realidad carencial fabricada, en nada contribuye al avance de una educación inclusiva y la mejora del derecho a la educación. Menos aún a la construcción de una sociedad más justa.
Además, ¿qué significa que alguien sea el mejor profesor del mundo? ¿Significa que ha conseguido que su alumnado tenga las mejores notas o resultados en PISA, que ha motivado y apasionado por el aprendizaje a alumnado en riesgo de exclusión, que a lo largo de los años sea recordada su labor con aprecio por su alumnado…? Quizá ser un buen profesor y profesora consista en no cansarse de cooperar y compartir la pasión por la educación con sus compañeras y compañeros y con el alumnado que año tras año pasa por sus aulas; que no solo resiste, sino que combate la precariedad en recursos y medios; que se involucra social y políticamente por la mejora de los centros y por el derecho a una educación pública para todos y todas; y que, simultáneamente, es capaz de transmitir la pasión por el aprendizaje a su alumnado y acompañarle en su proceso de crecimiento y descubrimiento de la vida.
La implantación y aumento de reconocimientos, premios… es uno de los mecanismos utilizados, en este caso, para generar formas de gobierno en la distancia y afianzar aún más una subjetividad neoliberal, caracterizada por ensalzar un sujeto de competición, lo que Byung-Chul Han, denomina sujeto de rendimiento.
El sujeto se consume, por mandato propio, en una rueda de hámster en la que da vueltas sobre sí mismo cada vez más rápido cayendo en una autoexplotación voluntaria extenuante, deseando ser parte del mismo sistema que le explota.
Es la clase aspiracional. Y estos premios no dejan de ser parte de esos mecanismos que nos quieren convertir al profesorado en difusores y propagandistas de la lógica neoliberal.
[1] Por ejemplo: Fundación Varkey (Global Teacher Prize), Premios Nacionales de Enseñanza Pearson (Global Teacher Award), Deutscher Lehrerpreis, Premio Espiral, Fundación Atresmedia, Samsung, Educacaixa, UNESCO-Hamdam, Google Science Fair, eTwinning, Francisco Giner de los Ríos a la Mejora de la Calidad Educativa, Global Teacher Award, Educa Abanca ‘Mejor docente de España’
[2] Según la revista Forbes está situado en el puesto 949 de los más ricos del mundo.
[3] Surge así la resiliencia, como nueva exigencia y capacidad que debe demostrar el profesorado, para ser capaz de “triunfar” superando las circunstancias adversas, incluso traumáticas, que provocan las políticas neoliberales de recorte y privatización del sector educativo.
2 comentarios
Excelente crítica de la cultura del profesor estrella, tan inoperante como ilustrativa de la mercantilización individualista y competitiva de la docencia marginando las sinergias institucionales y sociales imprescindibles para garantizar como es debido la educación a todo el alumnado.
Gracias.
La lucidez permanente del Foro de Sevilla puede ser nuestra guía de pensamiento docente; como antes los fue el Proyecto IRES y tantas contribuciones a la cordura pedagógica que se gestaron en Andalucía.
Un abrazo.