Si un colectivo o un individuo menciona o escribe sobre la recuperación del pensamiento y el conocimiento crítico, la emancipación como proceso imprescindible a desarrollar en la educación, la lucha contra el colonialismo cognitivo, el patriarcado, la dominación epistémica y ontológica de parte de la humanidad por el poder del capitalismo sin tener en cuenta la dignidad de las personas, las redes sociales y algunos artículos, se le echan encima con una crítica que sobrepasa la reflexión sobre la temática. Y si además se razona sobre el retroceso ideológico reaccionario, desde la revolución francesa, con los famosos conceptos de libertad, fraternidad e igualdad, que pretendía educar nuevas generaciones en los ideales revolucionarios con una escolarización obligatoria y gratuita y el acceso de todos los ciudadanos a los beneficios de la educación con una perspectiva laica de la enseñanza, le o les acusan de todo lo que se puede acusar de forma ignominiosa. Además, utilizan las redes y algunos manifiestos y escritos para insultar, humillar y despotricar contra ellos.
Parece que no son conscientes (o participantes) de la introducción de ideologías neoconservadoras o algunas de cariz fascista, que están influyendo en la educación, delante, muchas veces, de un silencio o de una incomprensión cuando no de una complicidad de algunos que pueden ver la educación como un negocio, como un gran mercado y como el deseo implícito de influencia ideológica de dominación y sumisión ciudadana.
Quieren impedir un rearme moral, ético e intelectual que se producen desde posturas educativas críticas constructivas, para recuperar lo que muchos han ido soñando desde hace décadas o que se ha conseguido con las luchas de muchos y lo diluyen en el insulto o la reflexión vacía de propuestas pasadas (cualquier tiempo pasado fue mejor) y no de alternativas futuras.
Cuando estos individuos o grupos analizan y proponen metodologías innovadoras, se vuelven rabiosamente contra ellos defendiendo la transmisión de los contenidos con una pasión por lo metodológico clásico, sin ser capaces de ver más allá de sus límites como educadores y educadoras. No salen de la frontera donde están bien instalados y se miran más a sí mismos sin tener en cuenta la diversidad y el contexto actual, abordando la educación desde una inteligencia ciega sin ver las diversas formas de abandono, desigualdad y opresión que cada día van aumentando, tanto en la escuela como en la sociedad.
Acusan de militancia pedagógica, con denominaciones varias, a quién cree que la educación ha de ser diferente y también a quien lucha para desarrollar una nueva cultura profesional alternativa del profesorado para trabajar por una nueva práctica educativa y social. Pero esa militancia que acusan realiza un análisis de las contradicciones y una determinada visión de la educación mercantilista y productiva que reproducen los discursos, valores, y privilegios de los que tienen el poder real o mediático. Y denuncian y buscan alternativas de cambio hacia una educación más liberadora de ciudadanos emancipados y comprometidos con los cambios sociales y no súbditos. Y eso les duele porque son partidarios de una educación regresiva, con procesos educativos que limitan el pensamiento crítico, promueven la desigualdad y la exclusión.
Digan o escriban sobre la necesidad de volver hacia atrás en esa educación regresiva, siempre encontrarán a personas y movimientos que quieren saltar esas fronteras que ellos imponen y denunciar la sumisión a ideas de otros, de ir más allá de nuestros límites impuestos por otros y no ser receptores pasivos de las ideas aceptadas sin rigor ni análisis crítico. Es preciso denunciar a los que pregonan cuestiones como: ‘volver a lo básico’, ‘se tiene que enseñar así‘‘, ‘la democracia es culpable’, ‘la escuela pública no funciona’, ‘se han perdido los valores tradicionales‘, ‘tenemos que separar al alumnado‘, etc. que han vuelto a aparecer con más fuerza (políticos e intelectuales o profesorado muy bien situados de ciertos partidos estatales, autonómicos o grandes corporaciones), que se enorgullecen de su elitismo academicista o del poder económico, que los lleva a considerar ciertas cosas mejores que otras: por ejemplo, la desconfianza en el profesorado, el desprecio a los movimientos sociales y educativos, el discurso teórico no riguroso como parangón y la tradición cultural occidental como superior y única, despreciando otras identidades y aportaciones culturales.
Pero no detendrán esa lucha por el rearme profesional del profesorado y de la educación que se opone frontalmente a cualquier manifestación explícita u oculta de la racionalidad de ciertas políticas educativas de retroceso, de contenidos curriculares descontextualizados o en las formas de gestión y control técnico burocrático de la educación. Y continuarán luchando por revisar la legitimación oficial del conocimiento escolar reaccionario hoy en día tan defendido por la derecha y ultraderecha conservadora y tratar de poner en contacto al alumnado con los diversos campos y vías del conocimiento, de la experiencia y de la realidad.
Continuaremos abriendo ventanas donde entre el aire fresco, con la posibilidad y la utopía de romper las formas de pensar y actuar que llevan a analizar el progreso de una manera lineal y no permitiendo integrar otras identidades sociales, otras manifestaciones culturales de la vida cotidiana y otras voces secularmente marginadas, provocando la exclusión social y la pobreza de grandes capas de la población.
Y digan lo que nos digan, el colectivo de ‘Por Otra Política Educativa. Foro de Sevilla’, continuará buscando nuevas alternativas de una enseñanza más democrática y participativa, donde se trabaje la dignidad como instrumento fundamental educativo (justicia social, equidad, democracia, solidaridad y trato como humanos). Una educación donde se comparta el conocimiento con otras instancias socializadoras que están fuera del establecimiento escolar. Y proponiendo nuevas alternativas menos individualistas y funcionalistas, sino más basadas en el diálogo, la auto emancipación docente y colectiva entre todos aquellos que tienen algo que decir a quién enseña y aprende.
No nos van a dejar afónicos.