Es indudable el papel que la educación tiene como herramienta fundamental para educar y crecer en igualdad. Desde el nacimiento comenzamos a recibir la influencia social que condicionará de manera fundamental nuestra manera de ver, entender y estar en la vida. Se nos transmite una gran parte de la forma de pensar, sentir y actuar de cada sociedad. Por eso el sistema educativo debe fomentar la coeducación, porque la manera de trabajar y de interrelacionarse afecta sin duda el futuro de los niños y niñas, su manera de entender la igualdad.
Con esta premisa, defiendo que los centros escolares no deben ser, en ningún momento, un lugar de exclusión y discriminación. Ha de prevalecer, por encima de todo, “el interés superior del niño”, porque así se recoge en la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 y en la posterior Convención de 1989 que sostiene que “los Estados respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”, obviamente conculcado cuando, sin tener desarrollada su autonomía, se ve sometido a un método concreto de enseñanza en función de las creencias o convicciones de las familias que optan por una educación diferenciada, niños y niñas separados.
Según Durkheim, la educación se concibe como un proceso socializador, que procura la adaptación y la incorporación del sujeto a su medio físico y social, a través de la adquisición de los elementos propios de la cultura (lenguaje, habilidades, costumbres, actitudes, normas, valores, etc.) y todos estos cambios se producen en el sujeto que se está educando como consecuencia de las influencias educativas y que son congruentes con las finalidades propuestas. Por tanto, si la finalidad es lograr mayor calidad en igualdad social, el sistema educativo debe proporcionar esos elementos que se encuentran enmarcados en la coeducación.
Si la coeducación está asentada como un principio educativo indiscutible en España, se puede defender y constatar también el gran avance en éxito escolar que se ha producido bajo el modelo de una educación mixta.
El ámbito educativo destaca por ser uno de los más significativos avances de la mujer. No sólo ha desaparecido la ancestral desventaja, sino que esta se ha invertido para dar paso a un mayor alcance y éxito educativo entre las mujeres que entre los hombres. Los datos en España muestran la evidencia de que las mujeres han ido progresivamente superando las tasas de graduación en las diferentes etapas educativas. Existen más de 10 puntos de diferencia en la tasa de graduación en educación secundaria, más de 15 en la prueba de acceso a la universidad, la tasa de abandono escolar es casi 10 puntos más alta para los chicos y hay más mujeres universitarias que hombres.
Díaz-Aguado explica que la mejor situación académica de las mujeres se debe a su mayor tendencia a superar el sexismo, identificándose con valores tradicionalmente masculinos, como el éxito, sin renunciar a los femeninos, como la empatía. Pero también vincula el compartir espacio y actividad académica como condiciones necesarias para la construcción de la igualdad, a lo que hay que añadir la mejora de la convivencia escolar desde una perspectiva integral y de género.
Frente a estos resultados obtenidos en un sistema educativo mixto, surge ocasionalmente un debate a favor de la enseñanza diferenciada que esconde un profundo fundamento ideológico a favor de los roles de género. Algunos argumentos a su favor se basan en mejorar el rendimiento de las chicas en matemáticas y de beneficiar al género masculino frente a un modelo de enseñanza mixto en el que se les priva de su masculinidad, de los elementos de competitividad que resultan estimulantes para ellos. La realidad es que estos argumentos supondrían aceptar la existencia de las desigualdades y poner bajo sospecha el concepto de igualdad, como “profundamente injusto y homogeneizador frente a la diversidad natural” como señala Marina Subirats.
Rosemary Salomone también descarta las desigualdades al constatar que la atención prestada por los centros educativos y los cambios de actitudes en la sociedad han reducido la diferencia que favorecía a los chicos en matemáticas y ciencias, y añade que las pocas diferencias en el rendimiento no se manifiestan hasta la preadolescencia y son atribuidas a la socialización en el colegio, en el hogar y en la sociedad en general, motivadas por los problemas académicos y sociales más graves, es decir, que el entorno social desfavorecido es el que influye claramente en el rendimiento académico.
Incluso Christina Hoff Summers –experta en educación diferenciada y autora de un libro en su defensa– en un reciente debate organizado por el American Enterprise Institute, reconoce que la evidencia científica sobre el tema no es concluyente, pues resulta difícil separar el factor de la separación por sexos de otros como la procedencia social del alumnado o incluso la cultura de cada país.
Tampoco la investigación sobre el rendimiento por género en educación superior determina que el rendimiento académico de los alumnos dependa del género, tal y como Acevedo y Rocha señalan en su investigación sobre estudios de Ingeniería Civil Biomédica y Tecnología Médica- estudios tradicionalmente con mayor presencia y masculina- y concluyen que en relación con el género, los estudiantes de ambas carreras no muestran diferencias significativas en estilos de aprendizaje ni en las calificaciones promedio.
Por si fuera poco para desmontar la inexistencia científica a favor de la enseñanza diferenciada, Díaz Aguado indica que el 53% de los indicadores de rendimiento académico a corto plazo concluyen que no hay diferencias significativas, frente al 35% de los estudios que apoyan las ventajas de la segregación, el 10% de los que llegan a resultados contradictorios y el 2% de los que encuentran ventajas sobre la educación mixta. La ausencia de diferencias aumenta (hasta un 75% de los estudios) al considerar el rendimiento a largo plazo y/o utilizando como indicador la obtención de titulaciones académicas.
Sin duda, las conclusiones alcanzadas según la literatura existente constatan que las ventajas a favor de la educación diferenciada carecen de base científica y pueden exagerar el sexismo y los estereotipos de género. Halpern y Díaz Aguado coinciden en que ninguna investigación bien diseñada ha demostrado con datos empíricos las ventajas que sus defensores afirman obtener frente a la educación mixta; por el contrario, sí hay evidencia de que la “singlesex” aumenta los estereotipos de género y legitima el sexismo institucional.
Como conclusión, la escuela mixta ha permitido el gran avance educativo de la población española en los últimos 30 años. Un avance educativo absolutamente único respecto a nuestro pasado, tanto para los hombres como, sobre todo, para las mujeres.
A pesar de ello, la igualdad sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro sistema educativo. En la educación mixta queda mucho que hacer, en nuestros centros educativos sigue habiendo muchas diferencias de roles, actitudes, juegos, valores y relaciones en el día a día. Estos son los objetivos que se deben afrontar y sobre los que la mayoría de los docentes ponen un gran empeño. Un empeño que requiere a su vez de mayor apoyo institucional, social y sin duda familiar, para lograr una mayor atención a la igualdad en el ámbito educativo.
En nuestra sociedad, debemos aspirar a que hombres y mujeres se entiendan, porque ambos convivimos y necesitamos unas bases compartidas para poder conocernos, comprendernos mejor, desarrollar un lenguaje común y generar los pasos para alcanzar consensos claves comunes, algo esencial en los procesos educativos y sólo desde la socialización en la escuela se pueden alcanzar.
Mª Luz Martínez Seijo. Secretaria de Educación y Universidades del PSOE.
Referencias:
Acevedo, C., Rocha, F. (2011). Estilos de Aprendizaje, Género y Rendimiento Académico. Revista Estilos de Aprendizaje, nº8, Vol 4, octubre de 2011.
Díaz-Aguado, M.J; Martín, G. (2011). Convivencia y aprendizaje escolar en la adolescencia desde una perspectiva de género, Psicothema, vol. 23, núm. 2, 2011, pp. 252-259.
Durkheim,E. (1975). Educación y sociología, Barcelona, Península (Edición original de 1922), pp. 52-54.
Halpern, D., Eliot, L., Bigler, R., (2011). ThePseudoscience of Single-Sex Schooling, Education Forum, Vol. 333. En: http://www.feminist.org/education/pdfs/pseudoscienceofsinglesexschooling.pdf
Salomone, R. (2007). Igualdad y diferencia. La cuestión de la equidad de género, Revista española de Pedagogía, año LXV, n.º 238, septiembre-diciembre, pp. 433-446
Los buenos datos de la educación diferenciada inglesa, ¿Qué lecciones se pueden aprender?. En: http://www.easse.org/es/content/364/Los+buenos+datos+de+la+educaci%C3%B3n+diferenciada+inglesa/ Consultado 21/04/2018