“Estamos a día 19 de octubre y tengo 5 euros para terminar el mes. He pagado la luz, he repuesto la bombona de butano, he comprado los dos libros que no me había dado el cole… y es lo que me queda”. Habla una de las madres que atiende la ONG Save the Children en una localidad del sur de Madrid.
Virginia del Peso, psicóloga educativa, trabaja con esta y otro medio centenar de madres de familia en riesgo de vulnerabilidad. El retrato se repite: “Sacan de aquí y de allí: algún trabajo en negro limpiando casas, algún recibo que les paga servicios sociales, la beca del comedor… pendientes de la fecha en que llegan las ayudas y rezando para que no se las quiten, con una gran ansiedad, y haciendo cálculos cuando les surge un trabajo: “Son dos meses, pero si me echan no recuperaré esta ayuda hasta dentro de medio año…”.
También con los menores trabaja Virginia, en grupos de apoyo. Más de un centenar de niños y niñas que a veces le sueltan: “Menos mal que estáis vosotros, porque a mí en mi casa no me apoya nadie”. Los niños son los grandes perjudicados de las penurias en casa, con padres que no están con la cabeza en ayudarles con los deberes, o que no suelen acercarse mucho por el colegio, “no vaya a ser que el profesor me pida algo”.
Hablan los niños
Así lo describe Virginia, pero así lo recoge también el último monográfico de Cruz Roja, La situación de la infancia en vulnerabilidad social, lo que dicen los niños y las niñas, en el que 5.000 niños de 8 a 14 años de los 70.000 que atiende la organización desde su programa de Promoción del Éxito Escolar nos trasladan testimonios como el de Aída, de 9 años: “En mi colegio hacemos un año sí y un año no de excursiones porque son muy caras. De momento estoy yendo a todas, pero lo injusto es que hay excursiones que valen 180 o 160 euros dos días, ¡es muy caro! Sobre todo, para gente como yo, que no puedo permitirme esas cosas”.
Es muy caro, claro que lo es, en un contexto en que, entre los mismos niños encuestados uno de cada diez reconoce que no hace las tres comidas diarias (desayuno, comida y cena). “Yo siempre como lo mismo al llegar a casa del cole, porque mi madre no tiene tiempo para comprar y prepararme, pues compra lo que pilla, es que ella no tiene tiempo para prepararme, además no tiene dinero…”, reconoce Andrea, de 11 años.
Lo es porque el 29% dice que su familia no puede costear el comedor, y el 48% reconoce pasar frío en casa.
Son niños, describe Carlos Chana, responsable del Programa de Infancia en Dificultades de Cruz Roja Española, para quienes las extraescolares son un lujo (cerca del 40% no acude a ninguna), igual que internet en casa (46% no cuenta con él) y que “perciben segregación en la escuela, sobre todo en la concertada, con respecto a otros niños”. Niños que en un 36% de los casos se han sentido aislados en el recreo, o que en un 16% dicen haber sufrido acoso escolar. “La vulnerabilidad social es un factor que predispone”, recalca Chana.
Es la primera vez que Cruz Roja realiza este tipo de investigación (con encuestas y grupos de discusión) sobre el bienestar subjetivo de los niños desde que monitoriza la vulnerabilidad (comenzó a hacerlo en 2008) y descubre que, pese a que un 33% no tiene calefacción en casa y un 41% no cuenta con un cuarto propio, el 93% está satisfecho en su hogar. Algo similar ocurre en el colegio (más del 80% está contento con sus profesores y sus compañeros) y con su vida (cerca del 90% se siente feliz).
Mientras, a la organización le preocupa cómo se ha incrementado la población que tienen que atender (de cerca de 1.800.000 personas, más de un millón son familias con hijos a cargo), cómo se han tenido que poner en marcha medidas de urgencia relacionadas con la alimentación infantil (a raíz de un estudio de Cruz Roja en colaboración con centros educativos y el Ayuntamiento de Barcelona, en el año 2013, comenzaron a abrirse comedores escolares en verano) y cómo “en los últimos años hemos tenido que hacer cosas que hacía tiempo que no hacíamos, como pago de libros de texto, desayunos solidarios… iniciativas que estaban destinadas a los entornos muy depauperados y que se han generalizado a más población”, reconoce Chana.
Inequidad galopante
Para Gabriel González-Bueno, responsable de políticas de infancia en España de Unicef, “aunque las cifras oficiales bajan ligeramente el último año, con datos de 2015, los más recientes, nos encontramos con un 34,4% de niños en riesgo de pobreza o exclusión y con un 29,6% en situación de pobreza económica por ingreso, y las cifras de privación material siguen creciendo, con el doble de niños en hogares con privación material severa que en 2011. Tenemos un tercio de la población infantil afectada por la vulnerabilidad porque no se han adoptado políticas públicas potentes para abordar la pobreza de un modo integral”.
Si a su entender “España no puede permitirse esos niveles de pobreza”, que un 42,3% de los hogares con niños no puedan afrontar gastos imprevistos (como, por ejemplo, reponer una nevera si se estropea), es todavía más preocupante la distancia entre la media de los niños más ricos y la media de los más pobres, que se amplía y sitúa a España como el sexto país de la OCDE menos equitativo. Según remarcó Unicef en su informe sobre inequidad, “a principios de la crisis, en los hogares del 20% de los niños más ricos se ingresaba cinco veces más que en el 20% más pobre, ahora es siete veces más”.
En España es en el país en que más ha crecido la inequidad, está en el punto más alto de la UE, y la brecha ha aumentado más rápido en familias con niños. “El problema está en que esta brecha influye en el bienestar subjetivo, en las aspiraciones de esos niños y de sus padres para ellos… en que cada vez dejemos a un mayor número de niños y niñas atrás”, señala González-Bueno, que habla de hogares que, a día de hoy, tienen que renunciar a pagar una excursión porque “supone un día de alimentación o no poder costear la factura de la luz”.
Aspiración a la igualdad de oportunidades
Como señalaba en su último informe Save the Children, Necesita mejorar, el reflejo ya no es solo en las aspiraciones o expectativas. Si España cuenta con un 21,9% de abandono educativo prematuro, la ONG recalca cómo solo el 8% de los chicos y chicas más ricos desertan del sistema, frente al 43% de los más pobres. Punto por punto, su investigación va desgranando cómo la igualdad de oportunidades, desde el acceso a infantil 0-3, o a extraescolares, es una quimera. Y un dato llama la atención: el 80% de los niños y adolescentes que son pobres lo serán de adultos.
Es lo que se llama la transmisión intergeneracional de la pobreza, protagonista de un estudio de la Fundación FOESSA, vinculada a Cáritas, hace unos meses. Su responsable, Raúl Flores, asevera que “entre 2005 y 2012 ha habido un empeoramiento en todos los indicadores de transmisión intergeneracional, pues con la crisis la situación de vulnerabilidad de familias humildes aflora de forma rápida, y nos hemos encontrado con que el sistema educativo no asegura la igualdad de oportunidades, tan solo aspira a que esto sea así”.
Flores habla de cómo si tus padres no han completado ninguna etapa educativa tu probabilidad de sufrir pobreza se duplica, o de cómo ocho de cada 10 personas cuyos padres no tienen Primaria no terminan la ESO. “El sistema educativo es una herramienta fundamental para bloquear, frenar la transmisión generacional, pero no está actuando como debiera para compensar la vulnerabilidad de las familias con menor nivel educativo”, sostiene.
Desde FOESSA se pide, como medida primordial, que la inversión en educación sea una prioridad de los Estados, “de forma que el producto educativo que recibe la infancia no dependa de la capacidad para invertir en la enseñanza de sus padres”.
Sálvese quien pueda
Daniel Juan, de la Fundación Adsis, que trabaja para garantizar segundas oportunidades para adolescentes en riesgo de exclusión, coincide con Flores. “En nuestro estudio, Desigualdad invisible, de 2015, constatamos que habían crecido los adolescentes en esta situación, que eran ya seis en un aula de 30 alumnos, con todas las consecuencias que esto tiene, con una realidad educativa cada vez más dualizada, con una oferta de cierta calidad para las clases medias-altas y una educación de cada vez peor calidad para las clases bajas si no le ponemos remedio, con el famoso lema de la equidad herido de muerte ya en el punto de partida”.
Para Juan “que el sistema esté fracasando con un 20% de los adolescentes o jóvenes y que tengamos un 20% de niños en privación material severa, esta correlación entre nivel económico y rendimiento escolar, no es inocente, no son cifras que no tengan nada que ver una con otra”.
España ha sido el país donde hoy más discrimina, en situaciones de pobreza, el hecho tener hijos: “Nuestra marca España, lo que más distingue nuestra pobreza de la de otros países es que la distancia en pobreza entre las familias con hijos y sin hijos es tres veces la media de la UE 27”, indica Flores. La tasa de pobreza en hogares sin menores era en 2014, último año con datos actualizados, del 16% y, en hogares con menores, del 28% (en la UE, la relación era del 15% frente al 19%).
“Estamos en un país que no se toma en serio la política social de apoyo a la familia y a la infancia, donde el gasto en protección pasó de 343 euros per cápita en 2009 a 295 en 2013”, constata Flores, que asegura que su organización no solo maneja las estadísticas del INE o Eurostat, sino que además atiende directamente a las familias que llegan cada día a las puertas de los más de 8.000 centros de Cáritas en España, una población que durante la crisis se ha duplicado y ha cambiado de perfil: “En las personas con una dificultad social importante la situación se ha cronificado, mientras que se han incorporado más familias con hijos, españolas o con nacionalidad española, con una situación normalizada antes de la crisis”. Para Flores, “son personas para las que la recuperación todavía no está llegando, y sería urgente una inversión pública seria y comprometida con ellas, pues cuanto más tiempo pasa una familia en pobreza o exclusión más riesgo tiene de quedarse fuera del sistema”.
No es lo que se constata desde el equipo de estudios de Cáritas, donde preocupa la tendencia a “individualizar los riesgos sociales”, a que cada uno resuelva sus dificultades, su problemática, por su cuenta, con cargo a su renta. “Sea en asistencia sanitaria, crianza de los hijos, educación, desempleo, pensiones… La sociedad debería estar promoviendo un afrontamiento colectivo. Ante el desempleo, por ejemplo, que haya un emprendimiento, pero que sea un emprendimiento colectivo que no solo me salve a mí, que tenga repercusiones en el resto, que sea eficaz… pero eso no se está haciendo, el Estado no está fomentando que ante problemas sociales contemos con unos niveles de protección colectivos”.
¿Qué necesita mejorar?
Tomando prestado el lema de Save the Children, todas las organizaciones consultadas coinciden en la necesidad de implantar una renta por hijo a cargo de, al menos, 100 euros al mes. Es lo que promueven a través de la plataforma de organizaciones por la infancia, en la que se integran. En las pasadas elecciones, Save the Children desarrollo una propuesta que permitiría sacar a 638.770 niños de la pobreza en una legislatura por este método.
Todos los expertos coinciden en que se trata de una medida realista que se puede poner en marcha de forma eficaz desde hoy, y en que lo primero es atacar las situaciones de pobreza y exclusión más graves. Según Save the Children, la pobreza infantil severa aumentó en 80.000 niños entre 2014 y 2015, llegando a 1.388.474. De ellos, 756.594 viven privación de material, esto es, en hogares que no llevan al día sus recibos, sin capacidad para afrontar gastos imprevistos, de garantizar una alimentación adecuada o que no disponen de coche, lavadora o teléfono. Todo esto en un país que invierte el 1,3% del PIB en protección social a la familia y la infancia, frente al 2,4% de media europeo.
En segundo lugar, las ONG ponen la mirada en el sistema educativo, el primer sitio donde saltan las alarmas muchas veces, y que debería estar a la altura de las circunstancias. ¿Lo está? El hecho de que el abandono educativo temprano, nuestra mayor lacra (duplicamos la tasa europea) haya bajado en todos los sectores de la población entre 2008 y 2015 salvo en el 20% más pobre invita a cuestionarlo.
Las personas que trabajan directamente con los chicos y chicas con riesgo de AET, como Sonia Núñez, técnico de Cruz Roja en Valladolid, explican cómo están a la espera de conocer cómo funcionarán medidas como la nueva Formación Profesional Básica: “Vemos que hay chicos que iban mal en ESO que se encuentran mejor, pero solo lleva dos años, habrá que ver si están preparados para incorporarse bien a una FP de Grado Medio”, y echan en falta más conexión entre el centro y las familias también desde el instituto. “Tenemos la sensación de que en el colegio hay más seguimiento. Cuando llegan a Secundaria echamos en falta un trabajo más integral, que se complemente con los proyectos de organizaciones sociales como la nuestra, que se les dedique tiempo a todas las áreas, no solo la académica, que se tenga en cuenta que si las notas son malas puede ser solo un síntoma de lo que le puede estar pasando a ese chico, a esa familia”.
También desde Fundación Adsis, Daniel Juan remarca la necesidad de potenciar el acompañamiento a los adolescentes: “Nuestro sistema educativo lo favorece muy poco, y en el último ajuste se recortó todavía más el tiempo para tutorías… La clave está en atender a toda la persona, no solo la parte formativa. No podemos diseccionar a un adolescente, tenemos que acompañarlo en todo su proceso de crecimiento. Y hoy contamos con innumerables experiencias de innovación educativa centradas en las metodologías, que también son necesarias, pero muchas veces olvidamos la intervención sobre toda la persona”.
Chicos y chicas como los que analizaba el estudio, en riesgo de exclusión y a un 25% de distancia con el resto de sus compañeros cuando se les preguntaba si se consideraban personas valiosas (un 56% no se ve así), capaces de conseguir aquello que se proponían (el 31% se ve poco o nada capaz), lo están pidiendo a gritos.
FOTO: © Cruz Roja Española