En un anterior post ya vimos cómo el aprendizaje basado en proyectos (ABP) obtiene rendimientos más elevadas en todas las categorías sociales que las escuelas que continúan con sus modelos tradicionales y estandarizados. Ahora veremos cuánto tiempo de implantación necesitan las escuelas para obtener resultados positivos funcionando con ABP. El gráfico nos muestra cómo la eficacia de las escuelas ABP se incrementa con el tiempo.
Las escuelas con experiencia ABP menor de 4 años consiguen que un 44% de ellas superen, tanto en lengua como en matemáticas, a las escuelas tradicionales de su mismo distrito escolar. Entre los 4 y 9 años de experiencia escolar en ABP, la ventaja comparativa se dispara hasta el 83% en lengua y el 91% de las escuelas con ABP en matemáticas. Finalmente, con más de 10 años de experiencia en ABP, los resultados llegan al techo superando el 100% de las escuelas ABP a sus pares de distrito que siguen con metodologías tradicionales.
Gráfico 1. Porcentaje de centros ABP con resultados superiores al resto de centros de su distrito por el número de años funcionando como ABP (Estados Unidos, 2012-13)
Por tanto, las evidencias empíricas demuestran tanto en el terreno de la equidad como en el de la eficacia a lo largo del tiempo, la ventaja pedagógica de apostar por el aprendizaje basado en proyectos (ABP). Por desgracia no tenemos evidencias de lo que ocurre en España dado que no contamos ni con las potentes estadísticas detalladas de los Estados Unidos, ni con un mapa identificativo de los centros españoles que han cambiado su proyecto de centro y han apostado por la globalización curricular y el ABP en todas las asignaturas.
De momento, contamos con una primera cartografía de 114 escuelas e institutos españoles que ya funcionan apostando por ABP y que protagonizan la ola innovadora de reestructuración genuina desde abajo (1). Ciertos casos tienen una larga experiencia que ha resistido bien el paso del tiempo como la escuela Antzuola (País Vasco), la escuela O Pelouro (Galicia) o la escuela Súnion de secundaria (Cataluña), referentes de la globalización curricular desde los años 70.
La nueva ola innovadora con ABP que hemos identificado se concentra en la red pública (89% de las escuelas del listado), un dato que pone en valor el compromiso de los equipos docentes y cómo aprovechan la autonomía de centro para emprender transformaciones que pasan inadvertidas. Nuestra tesis es que uno de los factores clave que ha posibilitado la perdurabilidad de estas experiencias tiene que ver con centros públicos de reciente creación desde mediados de los 2000 hasta la actualidad, naciendo ya como proyectos disruptivos y con un equipo docente muy comprometido. Lo que inicialmente eran semillas de nueva pedagogía empiezan ahora a fructificar como modelos más testados y sólidos. A pesar de los recortes, de la inestabilidad de plantillas y de las prescripciones de la inspección y la administración, el ABP avanza con pies de gato, lentamente pero de forma constante como una gota malaya que va horadando la piedra o la roca del sistema tradicional.
Centros públicos como el Instituto de Sils (Girona) aplican el ABP desde hace 7 años y dosifican el aprendizaje basado en proyectos por franjas horarias, pasando de clases magistrales en las primeras horas a dar mayor autonomía y protagonismo de los alumnos en las siguientes horas sin que las actividades estén organizadas por asignaturas sino por ámbitos temáticos, proyectos, sesiones prácticas y tutorías. En otros casos como en el Instituto Quatre Cantons (Barcelona) la apuesta va más allá e implica la plena globalización curricular, la desaparición de departamentos por especialidad y la aceptación de encargos educativos realizados para entidades y empresas del entorno, inspirándose en el plan Dalton de Parkhurst.
Ni la administración central ni las consejerías autonómicas de educación están ayudando a visibilizar ese archipiélago de escuelas públicas avanzadas cuyo renombre y prestigio no puede depender tan solo de las redes sociales, la escala local y los expertos más informados. Este silencio hace que no se haya articulado todavía un movimiento visible y reconocible de nueva escuela pública, capaz de teorizar y construir un discurso propio del cambio que representan. Pero más pronto que tarde, estas escuelas públicas ganarán visibilidad y servirán de referente transformador para otros centros de la red pública que sienten la necesidad de cambio sin saber ahora concretar hacia dónde dirigirse.
La escuela concertada tiene más margen de autonomía y liderazgo para dar el salto al ABP en todos sus centros. Así ha sido en el caso de los jesuitas y, también, lo será en el caso de los escolapios de Cataluña que desplegarán el ABP en sus 20 escuelas en un proceso gradual que llegará hasta el año 2021. A partir de este curso 2016-2017, están aplicando el ABP en el 25% del horario de la ESO para ir a más y graduar su proceso de transformación.
La inspección y la administración educativa deben apoyar estos procesos de transformación, dando condiciones favorables como la estabilidad de plantillas, formación docente y abriendo plazos de 4 años de experimentación hasta evaluar resultados. La actual legislación sobre autonomía de centro e innovación educativa lo permite, dado que la LOMCE mantiene vigentes estos articulados específicos de la LOE. ¿Para qué existen los gobiernos y consejerías de educación si no lideran los procesos de experimentación y la transformación pedagógica que la sociedad está demandando al sistema? Las evidencias de las ventajas del ABP en equidad y eficacia son claras. La cuestión es si nuestra clase política está o no a la altura de este desafío o prefiere ponerse de perfil y esquivar su responsabilidad con el profesorado, la igualdad de oportunidades y las nuevas generaciones.
(1) Martínez-Celorrio, X. (2016). “Innovación y reestructuración educativa en España: las escuelas del nuevo siglo” en AA.VV. Informe España 2016. Madrid, Cátedra Martín-Patino (se presentará en diciembre de 2016).
Xavier Martínez Celorrio. Profesor de Sociología de la Educación. Universidad de Barcelona